Hace varios años, en el apogeo del mito salinista del ``ingreso al primer mundo'', el regente del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís, anunció ``el fin del ambulantaje'' en el Centro Histórico. Manifestamos nuestro escepticismo, pues conocíamos la debilidad estructural de la economía mexicana, el desempleo masivo como su constante: la magnitud de las migraciones a la capital, la caída histórica de los salarios, el empobrecimiento general causado por el neoliberalismo, los beneficios obtenidos venalmente por funcionarios y líderes de los ambulantes y el interés del PRI en el control corporativo de sus organizaciones (Emilio Pradilla Cobos, Territorios en crisis. México 1970/1992, UAM- X, 1993 Capítulo IV).
Vino luego el ``error de diciembre de 1994'', es decir, una nueva explosión de la crisis estructural de larga duración de la economía mexicana, no resuelta por el neoliberalismo salvaje de Salinas y su partido, y hoy vivimos un acto más de la lucha por la calle, librada entre el gobierno y los ambulantes. El gobierno justifica la prohibición del uso de la vía pública y la venta callejera con ``el pago de impuestos y las finanzas sanas'', la ``protección al comercio formal'', la ``modernidad'' y la ``buena imagen'' urbanas; no reconoce que la ``informalidad'' es consustancial a nuestra débil y deformada estructura económica; contradictoriamente, convierte la calle en negocio para las empresas manejadoras de parquímetros y estacionamientos.
Los vendedores callejeros, la mayoría miserables y explotados y una minoría enriquecidos y explotadores (dueños de muchos puestos, ``líderes'', fayuqueros, distribuidores, etcétera), buscan mantener su fuente de ingresos de subsistencia o para la acumulación de riqueza y poder. La garantía de sus intereses depende de evadir el tiempo y costo de los trámites para su regularización, el pago de locales y servicios, los impuestos de diferente tipo y los derechos que deberían pagar al gobierno si fueran ``formales''. El fracaso de las ``plazas'' construidas desde la regencia de Camacho Solís ilustra sus razones. Para ellos, el mercado de millones de transeúntes en el centro, muchos tan empobrecidos como los ambulantes, poco dispuestos a pagar los sobreprecios del comercio ``formal'', es una condición de sobrevivencia.
Es evidente que el desalojo y hostigamiento por funcionarios y policías a nombre de reglamentos que no tienen en cuenta la realidad de la economía y la población, que no reconocen el fracaso del modelo neoliberal, no resuelven el problema. Toda la ciudad está llena de vendedores callejeros ``toreros'', semifijos y fijos que tratan de sobrevivir en condiciones humanas, laborales y de salubridad muy difíciles, sin protección social, perseguidos, de ventas aleatorias y poco rentables. El proyecto económico del PRI-gobierno les deja sólo una alternativa: o venden en la calle o se hacen delincuentes.
Mientras el proyecto económico y la política gubernamental sigan privilegiando los intereses del gran capital financiero nacional y trasnacional y al mercado mundial, golpeando simultáneamente la economía de las mayorías empobreciéndolas continuamente, no habrá solución a este problema. El ambulantaje evade impuestos, afecta el tránsito peatonal y vehicular y crea deterioro ambiental y sanitario; pero la población tiene derecho a alguna forma de trabajo que le permita sobrevivir.
La solución hay que buscarla por otras vías: el cambio del modelo económico actual por otro que privilegie la reconstrucción del mercado interno y de la producción orientada a él; la creación masiva de empleo estable y la recuperación de la capacidad de compra perdida por el salario; es decir, que busque el mejoramiento de la calidad de vida de las mayorías, no el enriquecimiento de una minoría. Otras condiciones son la lucha contra la corrupción de la burocracia oficial y el desmantelamiento del control corporativo del PRI-gobierno sobre los líderes y organizaciones de ambulantes. No creemos que el régimen político actual y su partido quieran o puedan dar este giro, lo cual nos conduce a la necesidad de su sustitución por otro democrático y a la alternancia en el gobierno capitalino; dos temas para julio de 1997.