El proyecto histórico de la universidad pública mexicana está siendo desmantelado por los gobiernos neoliberales, y la designación como rector del químico Francisco Barnés es un paso más en ese sentido.
1. La principal contradicción del proyecto monetarista es que se pretende ``(neo)liberal'', pero se funda en una creciente intervención estatal en la vida social, negando cualquier posibilidad de autonomía, y el caso de la UNAM es significativo. La mayor parte de las universidades modernas sustentan sus tareas académicas en una ampliación de su vida democrática que implica la elección de las autoridades por sufragio de toda la comunidad, pero en la principal universidad de México, supuestamente autónoma, es el gobierno el que decide quiénes serán su rector y sus directores, el que evalúa a sus académicos y, sobre todo, el que decide lo esencial del proyecto universitario.
2. La UNAM, lejos de democratizarse, ha sufrido una regresión autoritaria durante los gobiernos de Salinas y ``de Zedillo'', y todo este proceso ha tenido un objetivo: reconvertir a esta Casa de Estudios, que en su proyecto original estaba al servicio de la nación, en una institución subordinada a las multinacionales, y el periodo que se abre es por ello preocupante, pues la función de Barnés será acelerar el proceso de reconversión de la UNAM en los términos que ha establecido el Banco Mundial para América Latina siguiendo la experiencia del Chile de Pinochet, de universidades rentables, con proyectos de investigación financiados por los grandes consorcios industriales, y absolutamente sometidas a una planificación centralizada.
3. La UNAM pierde autonomía a cada sucesión en la Rectoría y en 1997 la situación es ya crítica. Javier Barros Sierra expresó en 1968 que la UNAM ``sólo es autónoma en la letra de la Ley'', pero el hecho es que la injerencia del poder público es hoy día mucho mayor que entonces.
4. El gobierno ha intervenido siempre en la vida de la UNAM, pero nunca antes lo había hecho violentando tanto las formas. A pesar de sus esfuerzos por presentar la que fue una imposición a través de la Junta de Gobierno (un cuerpo colegiado totalmente dócil a Los Pinos), como un proceso de ``seudodemocracia de élites'' (a lo que ni siquiera llegó), el proceso no engañó a nadie y las consecuencias son claras: la UNAM tendrá un nuevo rector que será una vez más el representante del gobierno ante la comunidad y no el representante de la UNAM ante el gobierno.
5. La Universidad Nacional constituye un microcosmos de lo que acontece en México, y por lo mismo una pregunta se impone. ¿Cómo es posible que la comunidad universitaria, supuestamente la más preparada y politizada del país, acepte que el futuro de la UNAM sea decidido desde afuera?
6. La lógica del sistema se impuso en 1996 a la inteligencia universitaria y el proceso manipulado así lo mostró. No tuvo por objeto seleccionar al mejor universitario para el cargo, sino a) legitimar un proceso antidemocrático (``el dedazo''), b) entretener a los miembros de la comunidad que se lo quieren creer, y de paso c) hacer un diagnóstico de los grupos y fuerzas políticos que luchan en el campus para entregárselo al nuevo rector, que así puede saber quiénes se le oponen.
7. El gobierno no arriesgó nada y los nueve que presentó en la lista ``final'' eran todos neoliberales gobiernistas, la mayoría de los cuales aceptó el papel de comparsas. Los universitarios que intentaron participar en el proceso dentro de esas reglas de juego priístas no hicieron por lo tanto más que contribuir a la imposición: como los dirigentes del CEU que, a espaldas de los estudiantes, negociaron con uno de los aspirantes, Miguel José Yacamán, su compromiso para no aumentar las cuotas a cambio de desmovilizar las escuelas, haciéndole el juego al gobierno.
8. La degradación de las formas ha ido de la mano del deterioro de los órganos de gobierno de la UNAM. La Junta de Gobierno se hallaba integrada en los años 40 por 15 intelectuales de excepción y mediaba entre el régimen y la institución, y hoy día la forman oscuros burócratas universitarios que sólo acatan órdenes del poder público.
9. La designación de un rector tiene así un paralelo con las postulaciones del PRI: la comunidad universitaria que entiende que se trata de una imposición estuvo al margen de la misma deslegitimándola, a pesar de que los reporteros de ``la fuente UNAM'' (a sueldo de las autoridades) se esforzaron en dar la imagen de un proceso ``democrático''. El hecho de que la Junta de Gobierno no discutió nada y sólo acató órdenes lo puso de manifiesto Hechos (12 de diciembre), al señalar que desde la tarde del día 11 (antes de la votación) un ejército de meseros preparaba el sarao en casa de Barnés.
10. Los problemas de la UNAM, en tanto, no dejan de crecer: el gigantismo burocrático, la corrupción, los planes de estudios neoliberales. El cargo de rector es hoy uno de los más codiciados del país, no por el prestigio que entraña sino porque maneja sin control alguno un presupuesto anual de cerca de 4 mil millones de pesos, y eso es parte del desafío para la comunidad universitaria.