Eduardo Montes
¿Y después del PRI, qué?

El proceso electoral en el cual poco a poco nos adentramos puede tener como punto de llegada, en julio de 1997, cambios importantes en el mapa político del país. En la confrontación política de los próximos meses van a definirse el sentido y la profundidad de esas modificaciones inevitables y serán los electores, con su voto, quienes a final de cuentas decidan en las urnas.

En las elecciones federales próximas se iniciará, si la oposición política actúa con tino, la fase final del reinado del PRI como partido dominante, casi único durante decenios. La gran interrogante planteada ante los partidos y fuerzas sociales y políticas de oposición es: ¿cuál será la salida a casi setenta años de dominación priísta? El asunto no puede ni debe abordarse de manera simplificada con un ``derrotemos primero al PRI, con lo cual la democracia saldría ganando, y después ya veremos''.

La democracia, es cierto, se ha convertido en una necesidad de inaplazable realización. Pero entendida ésta --la democracia-- no sólo como el simple ejercicio y respeto del voto, como elecciones transparantes y equitativas, sino como la capacidad de los ciudadanos para influir en la toma de decisiones políticas y de los asuntos económicos y sociales relacionados con su vida cotidiana, con su existencia y la de sus familias. Sólo así se creará un contrapeso social y político a la enorme concentración del poder en una minoría. Dicho de otra manera, hoy en México la democracia es inseparable de la justicia social, de cambio de rumbo de la política económica y de las políticas sociales.

Volviendo a la interrogante puede afirmarse que si continúan las tendencias actuales --modificadas parcialmente en las elecciones del estado de México--, la salida a largos decenios de dominación priísta puede por la otra derecha. En otras palabras, un nuevo avance del PAN: la conquista de la mayoría en el Congreso de la Unión en 1997 y la gubernatura del DF con lo cual sentaría las bases para disputar y ganar la Presidencia de la República en el año 2000. Esto significaría un cambio de hombres y de colores en el gobierno, pero el mantenimiento en lo fundamental del rumbo actual.

El PAN sólo trabaja para ganar votos del descontento antipriísta, pero no se ha comprometido ni ayer ni hoy con cambios centrales en materia económica, la distribución menos injusta del ingreso, la defensa de la soberanía y los interesess nacionales. Este partido, además, ha tenido la excepcional habilidad para ampliar su espacio electoral y alcanzar posiciones de gobierno y legislativas, pese a su corresponsabilidad en la implantación del modelo neoliberal en el país y en los cambios regresivos a la legislación básica como la reforma reaccionaria al 27 constitucional. La sociedad no le ha hecho pagar al PAN las facturas por la alianza estratégica de este partido con el salinismo, alianza no escrita pero realmente existente.

Sin embargo, no es fatalmente inevitable que la larga fase de dominación priísta tenga una salida por la derecha. Las políticas neoliberales con sus atroces consecuencias para la gente, así como la profunda crisis política y social que agobia al país genera la participación, cada día más consistente y extendida, de fuerzas sociales y políticas que pueden con su acción contribuir a modificar el sentido del desarrollo político actual hacia soluciones democráticas de fondo y a reformas duras en materia económica.

Mas una salida democrática y popular sólo será posible si se consigue en el futuro inmediato, ya en los próximos meses, una amplia convergencia de fuerzas políticas y sociales democráticas y de izquierda que, con un programa común, trabaje en la construcción de una mayoría para la democracia y para el cambio de rumbo de la economía, cuestión vital para millones de mexicanos. Una amplia convergencia de centroizquierda, o polo del progreso, que haga propuesta de cambios posibles, viables, sin sacudidas bruscas, puede ganar el respaldo no sólo de millones de trabajadores acosados por las políticas neoliberales, sino también de las capas medias, de sectores productivos de la pequeña y mediana empresa cansados de la incompetencia del grupo gobernante, de la corrupci•n oficial y de la impunidad.

En esta convergencia el papel del PRD será decisivo pues es el partido situado en mejores condiciones para encabezas ese proceso sin vacilaciones.

Este tema --alianzas y pospriismo--, el más importante en nuestros días, exige más reflexión, pero por este año concluimos para reanudar nuestras colaboraciones la segunda semana de enero. Deseamos un mejor año a todos.