La separación de fondo y forma es habitual en el pan y en el circo, común en la domesticidad y en cualquier manifestación de la fiesta. La forma no es el fondo en la película de Hollywood (donde el guión las más de las veces no consigue alcanzar a nivelarse con los desplantes formales, ya no digamos el fondo), como no lo es en la fast-food, ni en los ``refinados'' platillos puramente apariencia, ni en los alimentos industriales, ni en los anuncios televisivos, ni en un interminable etcétera. La forma es el adorno con que se solapa la banalidad, la perversión o la calidad de chatarra del fondo. Fondo no es forma, y la forma es lo que se quiere hacer valer, es la carta con que se seduce el ojo y el alma.
A contrapelo con esto, Juan Pascoe, el impresor, ha ejercido su oficio honestamente a lo largo de varias décadas. Quien empezó como impresor de hojas de poemas, de breves poemarios de escritores muy jóvenes o de Octavio Paz y Charles Thomlison, y ha perseverado como celador de la tradición de la hechura del libro a mano, regalándonos con volúmenes cada vez más sólidos y complejos, no ha permitido que su trabajo sea ejemplo de ostentación, o siquiera de adorno que no corresponda al fondo, que divorcie fondo y forma, que engañe con un disfraz de falsa belleza. Es cierto que hace libros bellísimos, libros que son joyas, y que como son elaborados a mano en la era del objeto en serie o de la virtualidad podrían comprenderse erradamente como un derroche. Nada más errado que esta lectura de su obra, porque su oficio de impresor ha conformado en Juan Pascoe un artesano honesto, padre de un pensador engendrado en sí mismo. Por esto El Taller Martín Pescador es un sitio donde fondo y forma inseparables batallan por encontrar de la mano un sitio sobre la tierra. Alejado del mundanal ruido, en un rincón de Michoacán, continuando la tradición del hacedor de libros sobre papel húmedo en tipo móvil, utilizando la prensa plana, Juan Pascoe ha aprendido a ensayar el libro como generador de pensamiento. Prueba de esto es el extraor- dinario Enrico Martínez, que festeja el arte de la impresión y el oficio de la memoria en cada página, aún más sobresaliente y único por su contenido, revelándonos el secreto del oficio aprendido por Juan Pascoe. Juan Pascoe escribió este libro al tiempo que lo iba viendo. Escribió un ensayo sobre las páginas impresas por Enrico Martínez, meditando y comprendiendo, a través de la forma, el fondo: la vida, la obra, el tiempo de Enrico Martínez. Ensayó, en el sentido más amplio de la palabra, para comprender la obra y bastante de la persona de Enrico Martínez, ``un escritor, un ingeniero y un científico'' que ``imprimía por razones circunstanciales''.
A través del oficio de impresor que comparte con Enrico, Juan Pascoe hace conclusiones, observando la aparición del trabajo del primero, y consigue la recuperación, digámosle arqueológica, de su obra. Al lado del material que consiguió del impresor, volviéndolo a imprimir sobre papel húmedo, Juan Pascoe lee la página de Enrico, y nos escribe su lectura, revelando de manera perspicaz el manejo del oficio, así como la personalidad y la época de su personaje. Libro para ser leído y para ser visto, en el que fondo y forma permeánse el uno al otro, para bien del pensamiento, ejemplo de erudición, de reconstrucción de un pasado que a todos nos conforma, a la luz del cual tenemos sentido y con cuya memoria encontraremos tal vez la entrada a la comprensión de nosotros mismos, de nuestra mexicanidad, que Juan Pascoe comparte, por cierto, con legítimo derecho y también por decisión arbitraria.
De la misma manera que presta atención a la calidad de impresión para concluir que Enrico mismo trabajaba en su taller, en colaboración con probablemente tres personas, y con disciplina y respeto, haciendo un retrato de un taller artesanal de la Colonia, la presta a un ornamento, rastreando todas las veces que aparece en una página. Todo tiene para Juan Pascoe importancia.
Propongo que veamos la exposición de su obra con ojos rigurosos, como los que él se ha enseñado a tener. Abandonemos por un momento el mundo del kleenex, la fotocopia y la estúpida e informal pretensión de que las cosas y los bienes de Natura son desechables. El jardín de Juan Pascoe lleva el libro a su casa. Leal al fondo y a la forma, considerándolos indisolubles, es ejemplo también de la moralidad del trabajo a mano y del oficio colectivo. Agradezcamos a la Casa Lamm que acoja esta muestra de su trabajo.
La exposición de El Taller Martín Pescador se exhibe durante la Semana del Libro de la Casa Lamm.