Eduardo R. Huchim
Layda, El Negro y El Benjas

El Negro seguramente no lo sabe, pero su biografía tuvo una importante repercusión en la mía. Porque un reportaje que escribí en 1980 sobre su trayectoria política, publicado en nueve partes en el unomásuno dirigido por Manuel Becerra Acosta, contó entre los factores para que éste me invitara a laborar en la Mesa de Redacción de ese periódico, cuando era yo su corresponsal en Mérida y jefe de Redacción del Diario de Yucatán.

Recuerdo haber dedicado entonces dos semanas a una intensa investigación, en Campeche y en Mérida, que me llevó a los tiempos de un antiguo cacique político campechano, Angel Castillo Lanz, de quien Carlos El Negro Sansores Pérez --el protagonista del reportaje-- era reencarnación en cuanto a poder e influencia, sólo que su carrera había ido más lejos que la de Angelito, pues para ese año Sansores ya había sido diputado, senador, gobernador de Campeche, presidente nacional del PRI, director del ISSSTE y, sobre todo, el cacique todopoderoso y omnipresente en su entidad.

El Negro, un político del viejo estilo, marrullero, antidemocrático y amasador de fortunas, dividía las opiniones en Campeche: era detestado por unos y querido por muchos otros, esto último por la ayuda que repartió con generosidad populista entre los estratos populares. Y bien, esta remembranza personal, disculpable diría yo en estos días prenavideños, viene a cuento a causa de la relevancia adquirida por una de las hijas de El Negro, la senadora Layda Sansores Sanromán, quien acaba de renunciar al PRI y aceptar la postulación del PRD para la gubernatura de su estado.

Hasta no hace mucho, yo consideraba a esta legisladora como beneficiaria de la riqueza material y política de El Negro, pero sin méritos propios. Su voto contra el aumento al IVA me pareció más una pose en busca de notoriedad --redituable para sus aspiraciones-- que una actitud de solidaridad popular. Cuando se produjeron otros votos suyos en sentido contrario al de sus compañeros, empecé a cambiar de opinión, y terminé de hacerlo en noviembre pasado, cuando la escuché en el auditorio Alfonso Caso de la UNAM, donde ambos participamos en la presentación de los libros No a la venta de la petroquímica, de Cuauhtémoc Cárdenas, y ¿Qué hacer con Pemex?, de José Luis Manzo.

Concluí entonces que había autenticidad y convicción en la senadora, quien habló con gran lucidez y calor y, contra lo acostumbrado por los disciplinados priístas, se atrevió a criticar severa y públicamente al gobierno e incluso al Presidente. También entendí que su permanencia en el PRI no duraría mucho. Y así fue. Ahora Layda Sansores muy probablemente le dará su primera gubernatura al PRD. La senadora es la mejor obra del viejo cacique --hoy víctima de penosas enfermedades-- y puede ofrecer una enorme contribución a la causa de la pluralidad y la democracia del país, a esa causa a la cual su padre tanto combatió y tanto frenó.

Campeche es uno de los dos estados que el PRI está en mayor peligro de perder en 1997. El otro es Nuevo León, donde --si no se amilana como ya se amilanó en 1985-- el candidato panista Fernando Canales Clariond tiene grandes probabilidades de alzarse con la victoria sobre el ex subsecretario de Gobernación, José Natividad González Parás. En realidad, el PRI prácticamente emprendió el camino de la derrota en abril de 1996, cuando se determinó hacer gobernador interino al más popular político priísta, Benjamín Clariond Reyes, El Benjas, a quien de ese modo se le inhabilitó para optar ahora por el puesto.

El Benjas mantiene un altísimo nivel de popularidad y, sueño imposible, sería el único neoleonés capaz de ganarle holgadamente al aspirante panista. En Monterrey suele comentarse favorablemente tanto su labor desfacedora de los entuertos de su antecesor cuanto su carisma basado en la franqueza norteña. Lamentablemente para el PRI, la popularidad y el carisma no son transmisibles.

En estos días, Clariond Reyes seguramente está poniéndole sordina a su estilo dicharachero. Su papel es delicado, pues por un lado su popularidad supera a la de cualquier político en su estado, y por tanto le hace sombra al candidado priísta, y por otro, el candidado panista es su primo. Como fuere, el deber inexcusable del Benjas en materia comicial es cuidar la transparencia y la observancia de la ley y rechazar cualquier fraudulencia que la mapachería priísta intente poner en práctica.

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Priísta de toda la vida, hace unos días renunció a su partido el doctor Francisco Luna Kan, ex gobernador de Yucatán. Gran pérdida para el PRI y notable ganancia para quienes luchan contra el régimen de partido de Estado.