Octavio Paredes López

Los próximos 35 años del Cinvestav-IPN

En este año se están celebrando los 35 años de la creación del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional; creación cuya idea original se generó en primera instancia en la dirección general del IPN, y particularmente por su titular, el ilustre y visionario ingeniero Eugenio Méndez Docurro. Participaron también en esta avanzada tarea otros distinguidos politécnicos de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (Esime), el doctor Manuel Cerrillo, que a la sazón fungía como investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts y don Víctor Bravo Ahuja que al momento ocupaba la subsecretaría de Enseñanza Técnica, entre otros; proyecto cuya aprobación fue otorgada directamente por el presidente Adolfo López Mateos.

Como el propio Méndez Docurro lo ha manifestado en diversas ocasiones, la idea fue concebida para que el personal académico contratado fuera de la más alta calidad y se dedicara a la formación de recursos humanos a nivel de maestría y de doctorado, y consecuentemente a la generación de ciencia y tecnología, en forma exclusiva; este aspecto de la exclusividad todavía en esa época no estaba bien entendida en el país. Estos dos importantes componentes desde la hora cero, calidad y exclusividad, se consiguieron armonizar porque los salarios otorgados fueron comparativamente altos y porque se ofreció por lo menos un ambiente apropiado para la expresión científica; ambiente que indudablemente se fue haciendo más propicio conforme la idea se fue materializando. Es justo reconocer a estas alturas los enormes aportes humanos y físicos que la comunidad politécnica le otorgó al proyecto; aportes que en el ambiente académico en ocasiones no se reconocen o francamente se quieren esconder en forma inexplicable.

Todas las acciones previas permitieron que rápidamente el Cinvestav se convirtiera en un centro independiente de excelencia bajo cualquier estándar nacional e internacional de medición; en sus diversas etapas, cada uno de los directores y de los diversos funcionarios ha aportado lo mejor de sí mismo y con un ánimo generoso de juicio puede considerarse que los errores de liderazgo que hayan tenido lugar más bien deben ser atribuidos a los desaciertos en que los seres humanos pueden incurrir durante la construcción de su obra. Así, el Centro ha sido dirigido históricamente por Arturo Rosenblueth, egresado de la Universidad de París, eminente científico y primer director. Guillermo Massieu y Manuel Ortega, ambos egresados de una de las escuelas politécnicas que más le ha dado al Cinvestav en formas diversas, la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas; Héctor Nava y Feliciano Sánchez con licenciatura de la Esime; y Adolfo Martínez Palomo, egresado de la UNAM y actual director. Por cierto, ninguno de ellos ha obtenido algún grado del propio Cinvestav (¿prueba de pluralidad?).

En el terreno de los logros, las autoridades reportan que actualmente las 430 investigaciones gradúan a un maestro en ciencias cada día hábil del año, a un doctor cada semana y publican más de un artículo anualmente por cada profesor, en función del tamaño, esta producción parece ser sensiblemente la más alta del país; es decir, a pesar de las limitaciones actuales los cinvestavianos tienen puesta la camiseta. También, en los últimos 20 años el Centro comenzó a istalar grupos en algunos estados de la República y esto también le ha dado una visión y una participación más amplia y respetable.

Las condiciones sociales y económicas que han prevalecido en el país en estos últimos 35 años y que de alguna manera han tenido un papel decisivo para que ocurrieran los diversos logros del Cinvestav, muestran algunas diferencias notables con el presente y parece que lo serán más con el mañana. Si bien los apoyos a la ciencia por parte del sector público han sido y continúan siendo limitados (alrededor de 0.43 del PIB) y del privado más aún, en una buena parte de los años de existencia del Centro, la deuda externa gubernamental no era tan agobiante y el futuro económico de la sociedad mexicana parecía no tan distante a su cristalización; el país de alguna manera daba la impresión de avanzar por derroteros con cierto grado de certidumbre y de esta forma la consecución de recursos económicos para proyectos científicos específicos se lograba con menores grados de dificultad, y los científicos podían involucrarse en temáticas que mejor se ajustaran a sus intereses. De pronto las circunstancias que vivimos parecen cambiarnos el rumbo en direcciones opuestas con una velocidad e imprecisión que aterrorizan; el desempleo, la inseguridad, los bajos salarios, y las pesadas obligaciones financieras que impone la deuda externa son elementos fuertemente asociados al México actual; todo ello aunado a la poca penetración de la ciencia en los diversos sectores sociales da como resultado el salto (¿o asalto?) de la interrogante ¿es que acaso tenemos en el Centro la estructura y la orientación adecuadas, y el personal científico en edades óptimas, para que los próximos 35 años sean por lo menos igualmente exitosos?

Muy probablemente el Cinvestav necesita hacer ahora un pequeño pero importante paréntesis en el camino para analizar sus aciertos, los alcances de los mismos, y para interrogarse (¿tendríamos temor a cuestionarnos nosotros mismos?) y someter a un análisis crítico, que no destructivo, el camino y la orientación que desea recorrer y las herramientas que necesitará para tal fin. Es indudable que este análisis se enriquecería más con la coparticipación de científicos locales y foráneos, y de otros líderes de la sociedad, de alto renombre. Dentro de este contexto algunos grupos de ciencia con visión reconocida, pertenecientes a otras instituciones mexicanas líderes, han logrado a pesar de todo apoyos preferenciales para que su trabajo de investigación, becas para sus estudiantes doctorales con montos extraordinarios y hasta programas muy favorables de incorporación de jóvenes científicos.

En estas circunstancias, la crisis descrita no debe erosionar la excelencia a la que aspiramos en el próximo tramo cronológico de igual longitud. Y sin olvidar que la ciencia es universal, la expresión utilitaria de la misma está sujeta a parámetros y requerimientos sociales difícilmente postergables; los países asiáticos de desarrollo reciente son un elocuente ejemplo en este sentido. En otras palabras, el Cinvestav puede y debe prestarle mayor atención a incidir también en formas diversas en el desarrollo tecnológico de la nación.

(Cinvestav-IPN, Unidad Irapuato, Sept. 24 de 1996.)