Javier Flores
Nuevo rector en la UNAM

No hubo sorpresas. La Junta de Gobierno optó finalmente por el doctor Francisco Barnés de Castro como nuevo rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue un proceso hasta cierto punto accidentado, en el que hubo casi de todo. Barnés de Castro era, dentro del grupo de aspirantes a la rectoría de la UNAM, el que contaba con la mayor cercanía con el presidente Ernesto Zedillo --aunque, justo es decirlo, también con importantes apoyos al interior de la UNAM-- por lo que la decisión de la Junta, no muestra mayor contradicción con los deseos del jefe del ejecutivo.

1. La división de los científicos. Entre los aspectos que facilitaron el camino para la elección de Barnés, hubo un hecho lamentable, la ya famosa carta de un grupo de universitarios para vetar a uno de los candidatos, el doctor Miguel José Yacamán, quien también había realizado una intensa campaña logrando, al igual que Barnés, el respaldo de importantes sectores gubernamentales y universitarios --incluida una parte de la izquierda de la UNAM. Con esa misiva, a la que solamente se le puede ver como una maniobra indeseable, se logró no solamente debilitar a Yacamán, sino además excluir a otro de los candidatos más fuertes : Francisco Bolivar Zapata. Resulta que entre los promotores y firmantes del citado documento, aparecen --sin ninguna necesidad--, personas con una gran cercanía hacia Bolivar, lo que daba pertenencia a éste con el grupo de impugnadores. Ignoro cuál es el efecto real que tuvo la multicitada carta en el seno de la Junta de Gobierno, pero lo que es claro es que revelaba una profunda división entre los científicos que en otro momento eran el núcleo fuerte del que habían surgido de modo natural otros rectores de la UNAM.

2. El valor del secreto. En toda oportunidad, los miembros de la Junta que actuaron como voceros de la misma en el proceso de selección del rector, afirmaron que su decisión se tomaría al margen de cualquier influencia externa. No hay razón para no creerlo, pero tampoco la hay para no dudar. Esto no debe verse como algo ofensivo hacia los miembros de la Junta de Gobierno. La duda es algo normal y hasta deseable en el desarrollo del trabajo académico y científico. La creencia ciega es lo que más se aleja del espíritu que anima a estas tareas. Cuando algunos universitarios afirman que el proceso mediante el cual se elige al rector es oscuro, tienen en buena medida razón, pues tal proceso se desarrolla en ausencia de elementos verificables. La duda no es ofensiva. En un país eminentemente presidencialista y dada la posición de la UNAM en el conjunto educativo del país se trata de una duda razonable. En ausencia de elementos verificables la duda tiende a extenderse en especial cuando el resultado muestra cercanía con algun criterio gubernamental. No digo ésto por la conocida proximidad del candidato triunfador con el gobierno --lo mismo hibiera podido decirse si, por ejemplo, el electo hubiera sido Yacamán y no Barnés. La Junta de Gobierno actúa en secreto. El secreto se manifiesta por el hermetismo con el que se procede. Por ejemplo, las actas de la Junta de Gobierno ¿pueden consultarse? digamos, si alguien realiza un estudio académico sobre los órganos de gobierno universitario y los mecanismos de elección de rector ¿podría contar con información amplia por parte de este órgano universitario? El secreto en el campo científico es indeseable. Así lo han manifestado en diversas ocasiones los más destacados investigadores de nuestro país y del mundo, es una práctica muy común en las áreas industriales y militares, pero es sumamente dañina para la ciencia pues limita la libre circulación de ideas y daña el avance del conocimiento. Al predominar el secreto y los elementos no verificables, el procedimiento que emplea la Junta de Gobierno genera desconfianza pues se aleja de las formas de proceder habituales en los campos académicos y científicos, que son a fin de cuentas las actividades centrales en el quehacer universitario, por lo que conviene reflexionar en torno a ello.

3. El nuevo rector. Francisco Barnés de Castro posee un perfil interesante. Es Químico e investigador en el campo de la tecnología, por lo que tiene una visión distinta a la puramente científica, lo que constituye un cambio respecto a su antecesor. Partiendo de la realidad de nuestra precaria autonomía, yo pienso que lo más importante de un rector no es ya tanto cómo fue electo sino cuál es su desempeño. Más allá de la cuota de lugares comunes que el nuevo dirigente de la Universidad tiene que pagar (pase automático, cuotas, globalización) habrá que ver cómo expresa su creatividad para enfrentar los problemas de fondo de la institución, por ejemplo, evaluación y libertad de creación. Por ahora su idea de poner el énfasis en el perfeccionamiento de los recursos humanos de la UNAM parece muy adecuado. Digo que lo más importante es su desempeño porque , paradojicamente, los rectores que han sido los más celosos defensores de la autonomía como Javier Barros Sierra, también fueron nombrados con la venia gubernamental.