En Paseo de la Reforma, escribir fue un deleite: Poniatowska
Adriana Malvido Elena Poniatowska tiene frente a ella Paseo de la Reforma, su más reciente libro y la entrevista se convierte en un paseo imaginario por el proceso creativo que dio lugar a esta novela y a sus pobladores reales y ficticios, mucho más vivos y complejos que las estatuas de bronce inamovibles instaladas en la principal avenida de la ciudad de México, quizá porque como ella dice: ``escribir esta novela fue un deleite de principio a fin y yo que tiendo a lo trágico me divertí, inventé, jugué con enorme libertad''.
--¿De dónde surge este libro?
--Juan Guillermo López, de Plaza y Janés me la pidió, me hizo manita de puerco. No la tenía planeada ni nada, pasé varios días pensando ¿de qué puedo escribir? Me lancé a hacerla y desde el momento que la empecé hasta el final, menos de cuatro meses, fue un deleite porque me divertí mucho y yo jamás me había divertido con los libros, siempre habían sido casi como un castigo, en general todo lo tomo a lo trágico, el amor, el escribir, todo lo hago con el ceño fruncido arrugando la frente porque además soy muy insegura.
``Por ejemplo, Querido Diego te abraza Quiela es otro libro que hice con relativa rapidez, pero era muy triste y si te fijas en general mis libros han sido muy duros, dolorosos, y éste no, me la pasé muy bien.
``Otro ejemplo es Tinísima, al hacerla escribía un montón de páginas que iban a dar a la basura cuando me daba cuenta, al revisar entrevistas o la vida de Tina, que había yo inventando muchísimo y en ese trabajo había que ceñirse a la realidad. Aquí no, yo podía hacer lo me que daba la gana sin tener que darle cuentas a nadie. Fue como si encendiera un motorcito y tacatacatacataca salían dos, cuatro o cinco cuartillas al día.''
--¿A esa libertad atribuyes el deleite?
--Creo que se debe a que era ficción, no tenía que consultar nada, jamás abrí un libro para checar una fecha, iba yo inventando las situaciones o quizá las traía dentro de mí, en recuerdos de situaciones reales que he vivido o que me han relatado desde hace muchos años y todas las fui metiendo en esos dos personajes, uno muy cercano a mí que es Ashby, con el cual me identifico muchísimo, y otro muy soprendente y muy inesperado que es Amaya Chacel.
¿Quién es Ashby Egbert? ¿Quién es Amaya Chacel? ¿Quién es Nora? son preguntas que seguramente pasan por la mente del lector de Paseo de la Reforma sobre todo porque conviven con personajes reales. Elena los recorre uno a uno y los desmenuza.
``Toda mi vida he observado a las mujeres, sus movimientos, sus ademanes, sus gestos, su manera de caminar, de reír o de mover la cabeza y se me quedan grabados como notas mentales que aparecen a la hora de escribir y se amalgaman en un solo personaje.''
--¿De quiénes está hecha Amaya Chacel?
--Es un personaje compuesto por rasgos de carácter de personas que he conocido a lo largo del tiempo y que me han impactado mucho como pueden ser Rosario Ibarra de Piedra, que es una mujer muy peleonera, que les dice la verdad a los políticos. Recuerdo también que cuando era muy joven y me inicié en el periodismo, me impactó grandemente Elena Garro y alguna vez la acompañé con Elvira Vargas, la periodista --que tambien me sirvió un poco de personaje--, a Ahuatepec, en el estado de Morelos. Y también hay rasgos de Rosario Castellanos y rasgos en el personaje Nora, la esposa de Ashby, de Celia Chávez. Pero yo no sé si ellas se reconozcan o no y a lo mejor no les gusta, pero hay cosas suyas que me impresionaron y que he guardado casi inconscientemente, así como posturas de Rita Macedo o rasgos de de Ana Cecilia Treviño, Bambi, que algún día saldrán''.
Amaya es quizá el personaje más complejo de la novela. Defiende con pasión a los campesinos, pero lo mismo va a Nueva York, se mete a Sacks's y compra abrigos de pieles.
Elena comenta: ``Sí, es la contradicción, además tiene una enorme inclinación hacia la crueldad, pero la crueldad inconsciente que es quizá la peor de todas. Es una mujer hermosa, cree que todo lo que brilla es oro y gasta mucho dinero aunque también es capaz de quedarse a dormir en la calle tirada en su abrigo de pieles junto con los niños o los campesinos y de compartir la suerte de la gente más inverosímil o distinta a ella.
``Inmediatamente después aparece Ashby, el protagonista masculino de la novela que crece en el seno de una familia de la alta burguesía y vive un momento definitivo cuando va a dar a un hospital público que le revela la otra cara de la realidad mexicana.
``Me identifico con Ashby por su capacidad de salirse de sus propias circunstancias, su capacidad para descastarse como diría su clase social, su capacidad para amar la calle y ver a los demás con una curiosidad infinita, lo que le sucede a raíz de su estancia en el hospital Obrero, porque aunque antes estuvo cerca de la muerte nunca se había volcado hacia los demás.''
--A él le sucede a raíz de un accidente. ¿Y a tí?
--A mí me sucedió cuando era muy joven, yo creo que a raíz de mi venida a México y de sentir un país tan distinto a Francia.
--Encontraste a los que nadie ve nunca a la cara como los meseros, los taxistas, los vendedores ambulantes, ¿cómo le pasa a Ashby?
--Sí, esa gente a la que en general nadie ve, en eso me identifico con él. También Ashby tiene algo de blandura a la hora de tomar pasos decisivos. Es un personaje, a veces demasiado sumiso; primero se somete a Nora su mujer y después se vuelve Sancho Panza de esta Quijote femenina que es Amaya Chacel.
A lo largo del paseo imaginario con Elena Poniatowska vemos desfilar a todos aquellos personajes de la novela con los que convive Ashby en el hospital y que le cambian la vida. La escritora se detiene ante ellos:
``Cuando estás escribiendo, el motor encendido, metes hasta lo que ves en la calle. Yo estaba en esos días trabajando con un periodista sueco notable, Kent Flich, íbamos mucho a platicar con los niños de la calle a lugares donde se reúnen. Había uno que era El Calimonstrua, otro El Todomenso y en un sitio donde se juntan los pachecos estaba El Gansito, estuve 10 días con ellos, luego un poco los transformé para no hacerles daño nunca.''
--¿Paseo de la Reforma es una novela de amor?
--Es una novela de amor por el amor tan bárbaro que le tiene Ashby a Amaya, ese amor que se vuelve aún más fuerte al final cuando opta por seguir el camino de Amaya aunque éste sea en cierto modo irreal, irrealizable, porque el mundo no se divide en buenos y malos. Aunque estoy cada vez más segura de que sí se divide en pobres y ricos porque sí creo que la base del problema en nuestro país, que la base del conflicto en Chiapas, es el abismo que hay entre pobres y ricos. ¿No crees?
En la novela también aparecen los estudiantes antes del 68, ``cuando aún hay una enorme dosis de relajo e inconsciencia, elementos abolidos después de la masacre''; el mundo de los intelectuales impregnado de personajes y situaciones reales, en el que Ashby encuentra una salida al aburrimiento que le causan los convencionalismos.
Asimismo figuran los políticos cuya actitud no ha cambiado. Sobre todo, comenta Elena, en la corrupción. Y es que ``yo creo que lo más retardatario de nuestra vida social es la vida política, como que no hemos avanzado, se ha fosilizado, no ha logrado evolucionar, por eso toda la gente pensante pide que desaparezca el PRI.''
En el desfile de personajes aparece la alta burguesía, como un rasgo constante a lo largo de los libros de Elena Poniatowska.
--¿Ahí han ocurrido cambios?
--No, desde luego que no, la alta burguesía mexicana es apátrida, ahí englobo a los políticos, los empresarios y los banqueros, que lo mismo sacan su dinero y lo tienen en bancos de Suiza que compran casas en Estados Unidos, viven aquí igual que viven en París, totalmente ajenos a la realidad mexicana, llamémosle más bien a la tragedia mexicana. Algo se resquebrajó en 1985 porque muchas señoras bajaron de las Lomas a la colonia Guerrero.
La novela está salpicada de personajes actuales como Santiago Creel, ``porque me encantó como consejero ciudadano y porque por su apellido podría ser como uno de los amigos de Ashby, pero salvado por su inteligencia''; como Lupita Loaeza ``porque pensé que se sonreiría'', como el padre Carlos Mendoza ``que es amigo de la casa'', pero sobre todo ``porque al hacerlo me sonreía, me divertía''.
Elena Poniatowska termina 1996 con tres nuevos libros: Nomelvides de su madre Paulette Amor, cuyo contenido prologó y tradujo; La mirada que limpia: Gabriel Figueroa y Paseo de la Reforma. En enero de 1997 entregará a editorial Era su libro de cuentos Tlapalería; a su tomo ¡Ay vida no me mereces! le agregará un ensayo sobre las escritoras chicanas; reescribirá su libro sobre literatura de la onda y agregará un tomo más a su colección de entrevistas Todo México que publica Editorial Diana. Además continúa escribiendo una novela que trata sobre lo que significa la ciencia en un país del Tercer Mundo a través de la vida de un joven científico.
Comenta: ``Cada vez tengo menos tiempo y me tengo que apurar antes de petatearme, fíjate que tengo que entregar 14 libros de entrevistas y si no me apuro voy a alzar los tenis antes de terminarlos. Pero también quiero parar tantito, es un poco neurótico traer la máquina colgada del pescuezo como una ancla. Quiero estar con las amigas y los amigos, hacer más cosas de calidad y menos avalancha de artículos.''
--¿Y no harás una autobiografía?
--Uno la hace siempre a lo largo de los libros, porque uno siempre está escribiendo sobre la gente que uno quiere, o que está cerca, lo que les pasó o lo que le pasó a uno mismo, siempre está uno tomando notas mentales.
Contenta, Elena Poniatowska concluye la plática que continuará con los lectores el próximo miércoles a las 19 horas en el Salón Morelos de la Casa de la Cultura Reyes Heroles, donde presentará Paseo de la Reforma, con la participación de Susana Alexander, Jordi Soler y Braulio Peralta.