Ugo Pipitone
Boeing: los grandes juegos han comenzado.

La fusión entre los dos gigantes de la aeronáutica estadunidense --Boeing y McDonnell Douglas-- constituye un ejemplo inmejorable de los grandes juegos económicos y competitivos que se anuncian para un futuro que, en realidad, ya comenzó. La fusión acaba de crear un conglomerato industrial con ventas previstas para 1997 de cerca de 50 mil millones de dólares, con poco menos de 200 empleados y un control del 70 por ciento del mercado mundial de la aviación civil. Si a esto añadimos que la nueva empresa (que se llamará Boeing company), conjuntamente con la Lockheed Martin, construirá para el Pentágono el caza estadunidense del futuro, no deberían quedar dudas acerca de los grandes juegos estratégicos que se acaban de poner en movimiento. Estrategias de empresas y estrategias geopolíticas se mezclan produciendo la impresión que se decía inicialmente: los grandes juegos han comenzado.

¿Qué produjo este acuerdo, que periódicos y noticieros televisivos anuncian como la fusión del siglo? De un lado las dificultades económicas de las dos empresas estadunidenses en los últimos años. Como, por ejemplo, la reducción de pedidos de la aeronáutica militar para la McDonnell Douglas y la huelga de más de dos meses que enfrentó la Boeing en 1995 y que le hizo perder o posponer contratos millonarios. Del otro lado está la competencia del Airbus europeo que comenzaba a registrar éxitos importantes en la venta de sus aparatos a compañías de aviación que eran anteriormente clientes de las dos empresas estadunidenses. Después de haber conquistado una rebanada importante del propio mercado europeo para el Airbus, esta empresa había comenzado a penetrar en el mercado de la aviación civil china (reduciendo así la cuota bajo control de las dos empresas de Estados Unidos) y el 6 de noviembre pasado había anunciado la venta a la compañía USAir de 120 aparados con opción de compra para otros 280.

Después que la compañía europa parecía tomar ventaja en la fabricación de aparatos para la transportación de 600 pasajeros, compitiendo eficazmente contra el Boeing 747, la fusión de las empresas estadunidenses las pone ahora en mejor posición en la concepción técnica y en el proyecto de un avión comercial para más de 800 plazas.

Boeing y McDonnell Douglas retoman la iniciativa y lo hacen en grande, como corresponde a sus dimensiones. Europa se atrevió a poner un pie en la Sancta Sanctorum de un sector tradicionalmente controlado por Estados Unidos y las dos principales empresas de este país reaccionan ahora poniendo una fuerte hipoteca sobre el control del sector en el siglo XXI. Un sector que no está compuesto exclusivamente de los pedidos de las compañías aéreas sino de la aviación militar y del sector de los satélites y los cohetes para su puesta en el espacio.

Mucho dinero y poder --además de ventajas tecnológicas de valor estratégico-- están en juego en un conflicto que no es sólo entre empresas, sino entre regiones económicas. Quien tenga el control del sector y de sus múltiples submercados tendrá una ventaja importante con efectos más amplios que los que puedan definirse en los límites de la propia aeronáutica. América del norte está tomando, con la fusión de Boeing y McDonnell, una clara ventaja sobre Europa occidental. Queda ahora por ver la naturaleza de la inevitable reacción europea. Y no debería asombrar a nadie si a mediano plazo asistiéramos en Europa a una ampliación de las empresas participantes en Airbus y a un incremento del perfil político en la vida de esta empresa.

Aquello que está ocurriendo en aeronáutica podría ser el anuncio de tendencias similares en otros sectores industriales importantes. Si la revolución tecnológica del último cuarto de siglo abrió las puertas a una nueva e imprevista oleada de pequeñas y medianas empresas dotadas de gran dinamismo y potencial innovativo, las razones estratégicas de competencia entre regiones mundiales podrían comenzar ahora a activar una oleada contraria. Después del escenario schumpeteriano de este fin de siglo, podríamos volver para el siglo venidero a un escenario marxiano: concentración económica contra competencia y destrucción creativa. Ya veremos.