Primitivo Rodríguez Oceguera
La no pérdida de nacionalidad

La reciente aprobación por el Congreso Mexicano de la iniciativa de ley sobre no pérdida de nacionalidad muestra un gran adelanto de México en dar respuesta a las necesidades y aspiraciones de quienes han emigrado a otros países, particularmente a Estados Unidos.

No obstante que la emigración mexicana ``al norte'' ha sido por décadas un asunto prioritario en la agenda bilateral, no lo era de la agenda nacional. En el mejor de los casos, el abuso y la discriminación contra los inmigrantes sirvieron aquí no para promover su dignidad y bienestar, sino para denunciar las políticas racistas de Estados Unidos.

Ahora, por fortuna, hay un cambio significativo en la visión y actitudes hacia los hombres y mujeres que han emigrado. Su número y creciente relevancia en la sociedad, la economía y la política estadunidense los ha convertido en un factor clave para el desarrollo de Estados Unidos y de México.

Esta realidad alienta y fortalece a nuestro país, en tanto que preocupa e infunde temores a nuestros vecinos, no obstante los grandes beneficios que les entrega. Parecería que el Destino Manifiesto se revierte en su parte social y cambia de significado: ``Norteamérica para los mexicanos'', o bien, ``¡Pobre Estados Unidos, tan lejos de Dios y tan cerca de México!''.

Por ello, desde hace rato las campañas y legislación norteamericanas contra inmigrantes llevan como principales destinatarios a residentes mexicanos y a México. Para quienes creen que el predominio de la raza, la cultura y el poder anglosajones define la identidad y unidad de la nación, contener lo mexicano, y por extensión, lo latino, es de vital importancia.

A la vez, el alto número de inmigrantes procedentes de México y el resto de América Latina despierta incertidumbre y malestar entre la población no latina de Estados Unidos. Tales sentimientos son en gran parte infundados o exagerados, mas no dejan de ser comprensibles y legítimos.

De la popularidad de ritmos y cocinas al extendido uso del español y lenguas indígenas, los mexicanos y el resto de los latinos están cambiando de manera visible y contundente el tradicional american way of life anglosajón. Esto representa un enriquecimiento social y cultural para un país que se enorgullece de ser una nación de inmigrantes. Sin embargo, persiste en amplias capas de ciudadanos el temor de que lo ``extranjero'' termine imponiéndose a lo ``americano''.

En este contexto es imprescindible que México lleve a cabo un serio plan de comunicación en Estados Unidos para explicar los propósitos de la ley de No Pérdida de Nacionalidad y responder a las preocupaciones y reservas que ha comenzado a generar.

Los inmigrantes deben conocer a fondo tanto las bondades de la ley, como los efectos negativos que pueda suscitar contra ellas y ellos por parte de organizaciones y gobernantes xenofóbicos y, sobre todo, de grupos sociales propensos al recelo y la animosidad hacia comunidades originarias de otros países.

De igual manera, dirigentes latinos y afroestadunidenses y, en general, líderes políticos y sociales de las regiones donde existe una fuerte concentración de inmigrantes mexicanos, deben recibir un claro mensaje: la ley favorece, no perjudica, los mejores intereses de los pueblos mexicano y estadunidense.

En una lectura apropiada, la Ley de No Pérdida de Nacionalidad constituye una visionaria medida que responde a la necesidad de proteger la dignidad y derechos de hombres y mujeres que son fuente de vida nueva para Estados Unidos y México. Medida visionaria, también, para dar al proceso de integración global, del que forma parte sustantiva el flujo de personas y culturas, la dimensión solidaria y humanista que tanto le hace falta.