Lamento repetirme: la calidad de la atención médica y el nivel de salud de la población es uno de los mejores índices --quizá el más fidedigno-- para evaluar la marcha de una nación y la actuación ``acumulada'' de sus gobernantes. La reiteración no es gratuita ni extemporánea: las últimas dos semanas han traído consigo diversas noticias médicas. En unas, aun cuando dolorosas y preocupantes en extremo, afortunadamente prevalece la verdad. En otras reina la confusión, el ocultamiento, el añejo manejo de las verdades matizadas por el momento político. El entramado reclama la urgente necesidad de la transparencia; sin ésta, las estadísticas seguirán mintiendo y la desconfianza de las mentes críticas continuará incrementándose. ¿A quiénes, y por cuánto tiempo más, seguirán favoreciendo las verdades fabricadas?
Tres noticias conforman la trama. Son dos las que conllevan transparencia. la primera la dio a conocer Juan Ramón de la Fuente, secretario de Salud, quien declaró que 10 millones de mexicanos no tienen acceso a la salud. A lo anterior, hay que agregar que ``otras decenas de millones'' --desconozco los datos exactos-- reciben atención sanitaria ``a medias''. La causa, de acuerdo a De la Fuente, es el desmedido crecimiento de la población en las últimas décadas. Aun cuando no es el tema de este escrito, la aseveración del secretario de Salud es crítica, pues, paralelo a su informe, la Iglesia ha manifestado su deseo de intervenir públicamente en temas relacionados con la educación sexual. Si los mensajes incluirán la idea de la reproducción ilimitada --al menos 4 millones de feligreses acudieron el 12 de diciembre a la Basílica de Guadalupe-- la nación y la posibilidad de salud no tendrán remedio.
La segunda información procede de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed), que considera que las posibilidades de errores por parte de galenos y del personal que labora en las diversas dependencias de salud, aumentará por la saturación de los centros hospitalarios. Concuerdo con el temor de la Conamed: los nosocomios ocupados casi al 100 por ciento son disfuncionales.
Tanto la opinión de la Secretaría de Salud como la de la naciente oficina de arbitraje médico conllevan la dualidad dolor-verdad. En un extremo, millones de mexicanos enfermos al nacer y sin oportunidad de incorporarse a la vida económica; en otro, hospitales saturados porque el gobierno no ha sido capaz de generar suficientes camas para todos los connacionales. La crudeza de esa inforación subyace en la transparencia de la verdad: la ineficiencia nos agota. El problema está en la mesa: la sociedad puede coadyuvar a disminuir las lacras y los daños que merman las oportunidades de las clases desprotegidas, pero histórica, económica y moralmente, el gobierno es el único responsable de solucionar esas inequidades.
El tercer pilar del tinglado es ``indigerible'': lo conforman los dimes y diretes en torno al IMSS. La reciente destitución de Ignacio Madrazo como director del Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional del IMSS, por parte del director general de esa institución, Genaro Borrego, confronta dos ideas. Mientras que el primero asevera que su remoción se debió a la denuncia que hizo en relación a que ``las condiciones de desabasto ya no permitían trabajar con la eficiencia con que debe funcionar un hospital de ese nivel'', Borrego dio a conocer una auditoría que revela ``importantes deficiencias en la organización y prestación de los servicios médicos de ese nosocomio''. La lectura imparcial, ``desde afuera'', sin inclinaciones por compromisos o deudas --no conozco ni a Madrazo ni a Borrego ni tengo nada contra el IMSS-- ensombrece y preocupa por diversos motivos. Enlisto los preeminentes.
¿Borrego conocía el funcionamiento del Hospital de Especialidades antes de la auditoría? ¿No hubiese sido mejor el diálogo público antes del despido? Dentro de las normas mínimas de la civilización, ¿sería demasiado aspirar a una declaración conjunta? ¿Es inadecuado, como lo hizo Madrazo, a pesar de ser director, expresar públicamente lo que se ve? Si el ahora cesado habla de desabasto en uno de los bastiones del IMSS, ¿qué sucede en las clínicas de Chiapas o de Oaxaca? ¿Sería deseable conocer la opinión de los galenos que laboran en el hospital de marras? Y, finalmente, no puedo, al margen de tantas cuestiones, agregar, alejado de todo maniqueísmo, una inquietud personal: ¿las estadísticas ``millonarias'' del IMSS --consultas, cirugías, exámenes de laboratorio y radiología-- reflejan, además de números, calidad?
Lo que menos preocupa del affaire Borrego-Madrazo son los nombres. Insertar la cotidianidaad del IMSS dentro de lo tangible, lo real, como lo hicieron De la Fuente y Conamed posibilita algún cambio. La ausencia crónica de la verdad y la idea de que las preguntas anteriores queden sin respuesta ha sido la norma: el resultado se palpa en la voz de los enfermos. ¿Por qué no toda la verdad?