EL TONTO DEL PUEBLO Jaime Avilés
Chuayffet: grupos de enfoque

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Hace un año, exactamente por estas fechas, los servicios de ``inteligencia'' descubrieron que el EZLN acababa de construir cuatro nuevos Aguascalientes en Chiapas, a imagen y semejanza del que fue quemado por el Ejército, el 16 de febrero de 1995, no lejos de Guadalupe Tepeyac. La historia es ya conocida: la Secretaría de Gobernación llamó al obispo de San Cristóbal de las Casas y le pidió que, como presidente de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai), transmitiese a los indígenas rebeldes una orden perentoria: desalojar de inmediato los flamantes centros culturales para que las fuerzas armadas los ocuparan de manera pacífica. Porque si no...

Allí, una vez más, estuvo a punto de irse todo al carajo, recuerda el tonto del pueblo. Don Samuel cumplió el encargo y volvió con la respuesta: los zapatistas no sólo no entregarían los Aguascalientes sino que iban a defenderlos con la sola presencia de los hombres, las mujeres, los ancianos y los niños. Sin disparar, por supuesto, pero sin retroceder un centímetro, porque los Aguascalientes, mandaron decirle a Chuayffet, era parte de una nueva iniciativa en favor de la paz . Y fueron las valientes y valiosas gestiones de Oscar Oliva y Juan Bañuelos, en una fría habitación de la casona de Barcelona, hacia las vísperas de Navidad, las que convencieron a los hombres de Gobernación de la sinceridad de los indios.

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El primero de enero de este año, en horas de la madrugada, valiéndose de los Aguascalientes como plataforma de lanzamiento, el EZLN difundió, con la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, su decisión de convertirse en una fuerza política de carácter estrictamente civil. Ante el alborozo que provocó la noticia, los zapatistas iniciaron un nuevo forcejeo con la Secretaría de Gobernación para lograr que Marcos pudiese viajar a San Cristóbal y participar en el Foro Nacional Indígena (FNI), convocado por el EZLN y auspiciado por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), en el esquema del diálogo de San Andrés.

A regañadientes, sorteando la oposición de los ganaderos chiapanecos, representados por Eraclio Zepeda y Uriel Jarquín, Gobernación accedió al viaje de Marcos pero no pudo garantizar que su regreso a la selva estuviese exento de contratiempos bien calculados. En todo caso, las resoluciones del FNI --que ahí se volvió ``permanente''-- determinaron la postura última e irrevocable del EZLN sobre ``derechos y cultura indígenas'', que los rebeldes defendieron ante los delegados de Gobernación en la plenaria de San Andrés, de la cual surgirían los primeros acuerdos para la paz en Chiapas, aprobados por consenso el 23 de febrero.

Una vez cerrado este capítulo, Gobernación se comprometió a redactar un proyecto de reformas constitucionales que recogería el espíritu y la letra de los acuerdos. Pero, a la vieja usanza priísta, los delegados gubernamentales prepararon una iniciativa de ley completamente arbitraria que, en pocas palabras, traicionó el consenso de San Andrés. Hoy, cabe preguntar todavía: ¿por qué actuaron de este modo? ¿Por instrucciones expresas de Chuayffet? ¿O porque fueron dejados en libertad para obrar como les diera la gana?

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Pero, entre tanto, se abrió la mesa número dos y con ella el tema de las reformas para la transición democrática. Como habían hecho con la cuestión indígena, los zapatistas convidaron a una multitud de personalidades y organizaciones a opinar al respecto. Los representantes de la Secretaría de Gobernación, en cambio, no llevaron a nadie al debate y se limitaron a escuchar, mudos, las creativas exigencias de la parte ``enemiga'', esto es, de la sociedad civil. La consigna de Chuayffet, en este sentido, era inequívoca para ellos: nada de lo que se dijera y discutiera en San Andrés, en materia de reforma política, estaría por encima de los acuerdos del diálogo que Gobernación mantenía en secreto con los líderes de las tres mayores fuerzas electorales del país.

Sin tomar en cuenta la rara conducta de un régimen que ``dialogaba'' sin abrir la boca, el EZLN desarrolló, del 30 de junio al 6 de julio, y de nuevo con el auspicio de la Cocopa, el Foro Especial para la Reforma del Estado. Y como en el caso anterior, a raíz de este encuentro los zapatistas depuraron las demandas que presentarían, en agosto, a la plenaria de la mesa dos de San Andrés, misma que desembocaría en la suspensión indefinida del diálogo.

A la larga, después de casi dos años de negociaciones clandestinas con los partidos, el régimen acabaría imponiendo, con la fuerza numérica de los diputados del PRI, una reforma electoral plagada de prohibiciones arbitrarias, que resulta insignificante comparada con el proyecto que más de 300 organizaciones, muchos intelectuales independientes y los indios del EZLN definieron en San Andrés, para impulsar una verdadera transición a la democracia. Y aunque no será traducido en reformas constitucionales, mientras el neoliberalismo conserve la mayoría en el Congreso de la Unión, ese proyecto del zapatismo civil puede constituir la oferta más atractiva de la campaña electoral de 1997, para el partido que se atreva a levantarlo y defenderlo como propio (siempre y cuando --oremos, hermanos, ruega el tonto del pueblo-- ese partido no sea el PRI).

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El primero de septiembre --al ver que los delegados de Chuayffet, por una parte habían desnaturalizado los acuerdos de la mesa uno, y por otra saboteaban abiertamente la mesa dos--, los zapatistas declararon la suspensión unilateral del diálogo. Al día siguiente, por la noche, la Secretaría de Gobernación, por todos los medios impresos y electrónicos, respondió con un documento dirigido a la opinión pública, lleno de mentiras, infundios y acusaciones calumniosas en contra del subcomandante Marcos y de personas que habían sido ya juzgadas, y absueltas, por su presunta pertenencia al EZLN.

La reacción de la sociedad fue catastrófica para los autores del libelo. Al margen de las numerosas condenas, reproches y protestas que el documento oficial provocó dentro y fuera del país, el columnista Miguel Angel Granados Chapa exhortó a los individuos mencionados en el texto a demandar, por la vía penal, al burócrata que aparecía en todos los periódicos como ``responsable de la publicación''. Si la justicia se aplicara en México, añadió el periodista, ese funcio- nario podría ir a la cárcel por haber incurrido en delitos que castigan las leyes vigentes. Días más tarde, un segundo desplegado de la oficina de Chuayffet saldría, de nuevo en todos los diarios, sin la firma de ``responsable'' alguno.

Pero en Chapultepec --vuelve a recordar el tonto del pueblo--, los hombres y las mujeres que atienden las dependencias domésticas de la Presidencia de la República no lograban contener su satisfacción por el ``éxito'' de la jugada. Ante la actitud ``caprichosa'' e ``irresponsable'' de los zapatistas, decían, la administración del doctor Ernesto Zedillo había resuelto adoptar una postura de ``endurecimiento verbal''. Sin embargo, para no dar un paso en falso, el efecto del documento de Gobernación había sido sometido al juicio de los llamados ``grupos de enfoque'' --empresarios, banqueros, comerciantes, padres de familia y amas de casa-- que los empleados de Los Pinos consultan sistemáticamente para cuidar la imagen presidencial. Y en opinión de los ``grupos de enfoque'' la idea de regañar a los indígenas rebeldes, y sobre todo amenazar a sus ``líderes blancos'', había sido ``atinadísima''.

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En la práctica, para desgracia de los ``grupos de enfoque'' y de sus patrocinadores, la dura carta de Chuayffet sólo sirvió para fortalecer al EZLN ante la opinión pública. Entonces, así como la Conai lo había hecho en diciembre de 1995 para evitar un desastre nacional por la inauguración de los nuevos Aguascalientes, los senadores y diputados de la Cocopa retomaron en septiembre los acuerdos originales de la mesa uno de San Andrés, desecharon el proyecto de ley inventado por los representantes de Chuayffet y sacaron en limpio una iniciativa de reformas constitucionales que recoge, dicen los que saben, los criterios que ambas partes lograron hacer coincidir por consenso.

A principios de este diciembre, el EZLN examinó la propuesta de la Cocopa y la aceptó en sus términos, precisando que no admitiría nuevas modificaciones, puesto que no se trataba de reabrir una negociación que había concluido diez meses antes. Pero al mismo tiempo que esta noticia era difundida en San Cristóbal, los representantes de Chuayffet se abocaron a añadir una serie de ``observaciones'', con el propósito, quizá, de dar al traste con la paciente labor de los legisladores y recuperar, quizá, su papel protagónico en el diálogo, sin importarles, quizá, que de esta suerte se llevaran entre las patas de sus caballos al propio Zedillo.

Puestos de espaldas contra la pared por los representantes de Chuayffet, el 7 de diciembre los de la Cocopa anunciaron su decisión de renunciar a sus funciones, lo que hubiese implicado la ruptura del proceso de diálogo y el consecuente reinicio de la guerra. Pero al jugarse todas sus fichas a esta carta, consiguieron que Gobernación retirara sus ``observaciones'', para que Zedillo pudiese conocer el texto sin tachaduras, tal como lo habían recibido, y aprobado, Marcos y los jefes zapatistas.

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El mismo 7 de diciembre se informó, desde Los Pinos, que Zedillo había ``escrito'' un mensaje a la dirección del EZLN en general, y a Marcos en particular, para solicitar un plazo de quince días que dedicaría a la revisión del proyecto. Desde ese momento, en diversos medios se empezó a hablar de la ``carta'' del Presidente, hasta que la semana pasada --primera del plazo que expira el próximo lunes--, en los corredores de los partidos cuyos diputados y senadores figuran en la Cocopa, trascendió la verdad.

Cuando el doctor Zedillo se disponía a escribirle en efecto a los zapatistas, Chuayffet se opuso, y lo convenció en privado, porque desconfiaba del uso que Marcos pudiera darle al mensaje. Y el recado, por ello, fue oral. Ahora sólo falta saber si, a la luz de la razón, el régimen admitirá plenamente la existencia jurídica de los pueblos indios, o se inclinará por las sinrazones de quienes, con torpes balbuceos, coparon los medios masivos estos días para impresionar a los ``grupos de enfoque'' de Los Pinos.