Todo indica que el PRI se ha puesto nervioso. A partir, inclusive, de la renuncia lamentable de Santiago Oñate, un intelectual brillante a quien definitivamente no se le pueden imputar los últimos descalabros en el estado de México. En mi concepto, las culpas no andaban por ese rumbo sino por otras latitudes, teniendo en cuenta en particular los juegos sucesorios mexiquenses, y sobre todo el desastre económico y la desconfianza consiguiente.
La cetemización (de CTM) del Partido no es la mejor noticia para sus afiliados, no porque no tengan una enorme calidad Juan S. Millán y Juan José Osorio, sino porque nada bueno se puede esperar si las bendiciones vienen del más famoso líder. Ojalá que Juan y Juan José pudieran actuar por sí mismos, sin el lastre que todo cetemista que se respeta tiene que cargar.
El problema es que si se piensa que la CTM puede ser ahora el baluarte del PRI, esa pretensión no puede conducir a nada bueno porque la vieja Central anda de capa caída y todos sabemos cuál sería el mejor remedio y ese, dadas las corrientes dominantes que hablan de una monarquía vitalicia, aún podría estar muy lejos. ¡Qué bueno por la salud de don Fidel! Pero qué malo para la organización, que ciertamente merece mejores destinos.
Al PRI le pasa en estos días lo que le ocurrió al presidente Salinas de Gortari cuando el Sub Marcos y sus muchachos armaron las diabluras del más famoso 1o. de enero de muchos años: se espantó. Un hombre seguro de sí mismo, inteligente y audaz, de repente perdió el paso y se armó un lío tremendo con el problema que ponía en jaque sus pretensiones personales de llegar a la cumbre internacional (con un regreso a Los Pinos un sexenio después). Hizo trizas la campaña de Colosio; se enredó con la intervención de Manolo Camacho Solís y, a fin de cuentas, en el colmo del desorden, armó su famosa huelga de hambre que acabó en dos minutos con todo su prestigio.
Al PRI le está ocurriendo algo parecido. Su armado violento, con muy inoportunas instrucciones presidenciales que acabaron con el mito de la sana distancia, pusieron a Roque Villanueva en un plano que no se corresponde con los datos de su expediente.
El complemento dantesco, como ahora se le conoce a partir de una hermosa Rayuela de La Jornada, ha sido, en mi concepto, de consecuencias fatales. Porque sea o no culpable Dante Delgado de todos los delitos que le imputan, lo que es evidente es que tratándose de una investigación ya bienal, para nadie era una sorpresa que existía y en ese plazo al ex gobernador de Veracruz lo colmaron de honores con puestos selectos, inclusive en el PRI.
Hay quien dice que Dante Delgado renunció para que cualquier represión se tornara en un acto político, pero en mi concepto no es un buen argumento. A nadie le hace gracia el riesgo de la prisión. Más vale hacer turismo.
Todo parece indicar que el PRI ha entrado en la etapa del pánico.
Las perspectivas son verdaderamente inquietantes. El DF puede ser gobernado por un candidato de coalición entre el PRD y el PAN, y nadie mejor que Santiago Creel. Para mí por una razón fundamental: las grandes estrellas de los dos equipos, Fox y Fernández de Cevallos, no se conforman con tres años de alcaldes, y Porfirio Muñoz Ledo también tiene aspiraciones mayores. Carlos Castillo Peraza, un hombre brillante pero en este momento un poco oscurecido por las circunstancias, no le entraría, me parece, a la competencia interna, y Felipe Calderón aún debe madurar. Sería prematuro lanzarlo a una batalla de ese nivel. En Nuevo León nadie da un quinto por el PRI, con todo y su destape tan dedocrático, y en Campeche la coalición Sansores-PRD parecería invencible.
Lo que es evidente es que las renuncias han causado escozor. Aunque la presencia de Elba Esther Gordillo en la CNOP podría ayudar mucho a la recuperación. Si la dejan. Deben dejarla.