En Guatemala, nuestro vecino del Sur, se acaba de firmar la Ley de Reconciliación Nacional que, teóricamente, habría debido acabar con los odios que ensangrentaron durante décadas a nuestros vecinos pero que ha provocado en cambio serias críticas de los familiares de las víctimas de la represión militar, que dicen que dicha ley corresponde, por su espíritu, a la de ``punto final'' o de ``obediencia debida'' adoptadas en el Cono Sur y que amnistiaron también a los militares genocidas.
El gobierno guatemalteco se ha apresurado a afirmar que los culpables de genocidio, de tortura sistemática y de secuestros y desapariciones estarán exentos de esta amnistía pero ¿cuándo es sistemática la tortura?, ¿cuando se la utiliza como método de interrogatorio en más de un caso o cuando es regular y masiva?; ¿y qué se entiende por genocidio, la supresión de una familia, de un poblado o de una entera comunidad étnica o política? Es evidente que el margen de aplicación de la nueva ley dependerá esencialmente de la relación de fuerzas entre la sociedad y el Estado y entre las diversas clases y sectores, lo cual hará que impere un régimen de transición, y no de paz, marcado por la inestabilidad política y social.
La experiencia argentina, chilena, boliviana, uruguaya son, sin embargo, concluyentes pues si los militares guatemaltecos, tal como sucedió con sus colegas sudamericanos, fuesen juzgados con fueros especiales y adquiriesen de este modo impunidad, los asesinatos, la tortura, el genocidio que condenan todos los sectores civilizados no serían castigados sino moral y verbalmente, colgarían permanentemente sobre la cabeza de la sociedad como una sangrienta espada de Damocles y, en una situación de crisis social, podrían tender a perpetuarse.
Nuevamente ha imperado el concepto utilitario que ha llevado a legislar lo que pudiera causar menos tensiones en las cumbres y a diferenciar menos al gobierno de los sectores económica y políticamente reaccionarios de la sociedad. La ética, que debe ser la base de la política y la convivencia humana, considera en cambio que lo que no es ético a la larga es nocivo y dañino y crea más perjuicios que los que quiere evitar el llamado realismo utilitarista.
Sobre todo para cerrar las terribles heridas provocadas por la guerra civil en Guatemala se necesita aplicar principios éticos, sin concesiones, y dejar claro cuál es el papel respectivo en las luchas del pasado de los diversos sectores sociales que se quiere pacificar...