La Jornada 22 de diciembre de 1996

EL ADIOS DE ROMA

Agencias, Roma, 21 de diciembre Una Roma emocionada que se congregó en la plaza del Capitolio, en las altas escalinatas que culminan en el estrecho corredor que lleva hasta el féretro de roble de Marcello Mastroianni, rindió hoy el último homenaje al actor italiano, entre lágrimas y rosas rojas.

El cuerpo sin vida de este ``casanova del siglo XX'' fue recibido primero por una multitud doliente en el aeropuerto Fiumicino, alrededor de las 12:25 (hora local). Con escolta policial, los restos mortales de Mastroianni fueron trasladados a la colina del Capitolio, la alcaldía de Roma, donde la capilla ardiente permanecerá abierta al público hasta el mediodía del domingo; luego será sepultado en el cementerio Verano, de Roma, junto a su madre y su hermano Ruggero. Se tiene previsto que la ceremonia esté presidida por el alcalde, Francesco Rutelli.

En tanto, ha trascendido que la comunidad italiana en Estados Unidos inició una recolección de firmas para solicitar que la Academia de Hollywood le conceda a Mastroianni un Oscar a su carrera. La iniciativa es del Consejo de Italianos en el Extranjero, que en un comunicado dice que el actor ``desarrolló siempre su trabajo en modo estupendo y simple. Jugó con los vicios de los italianos sin caricaturizarlos y contando siempre la verdad''.

Volviendo a la ceremonia fúnebre en el Capitolio, a partir de las tres de la tarde miles de personas desfilaron sin pausa ante la capilla ardiente. Los más adelantados llegaron una hora antes y se pusieron en una fila ordenada y silenciosa. Los primeros en entrar, sin embargo, fueron los políticos: el jefe del gobierno, Romano Prodi, y el vicepresidente, Walter Veltroni; el líder comunista Fausto Bertinotti y, poco después, en la única pausa en el flujo continuo de gente, el presidente de la República, Oscar Luigi Scalfaro, acompañado por Flora Carabella, la mujer de Mastroianni, y la hija de ambos, Bárbara.

``Mastroianni ha sido un gran testigo del arte italiano y un embajador de este arte en todo el mundo, con grandísima humanidad'', dijo el mandatario ante la prensa, antes de abandonar la sala de los bustos del ayuntamiento romano llamada la Protomoteca.

Al jefe de Estado le seguía Michelangelo Antonioni, apoyado en el brazo de su esposa, Enrica Fico. El cineasta caminaba lentamente, con los ojos húmedos y las caricias de consuelo de su compañera. También con su lento trajinar pasaron ante el féretro los cineastas Francesco Maselli, Giuliano Montaldo, la actriz Jacqueline Bisset y el músico Manuel De Sica, hermano de Vittorio.

Coronas de flores inundaron el sitio: la de Sofía Loren y Carlo Ponti, la de Anita Ekberg y hasta el recuerdo de Madonna, estos días en Roma para el estreno de Evita: ``Era bello, agradable y divertido; su muerte es una gran pérdida para todo el mundo'', dijo la cantante pop, en tanto que Antonio Banderas también opinó que Marcello es el ``gran hombre y gran artista que he amado tanto''. Y es que el recuerdo de Marcello inundó la noche de estreno de la película sobre la vida de Eva Perón, con un largo aplauso de los 800 invitados para el protagonista de Sostiene Pereira.

Ya en el Capitolio, durante las primeras dos horas pasaron frente al ataúd unas seis mil personas, y puesto que las escalinatas seguían llenas y no cesaba el flujo desde las calles laterales, la policía municipal calculó que hasta las ocho de la noche, hora de cierre de la capilla, habrán sido más de 15 mil personas las que habrán despedido al actor.

Desde Praga, el tenor Luciano Pavarotti recordó también a Marcello y una frase de aquél cuando alguien le había preguntado qué le había dado la vida: ``Me ha ofrecido la posibilidad de ser inocente en todo momento'', rememoró Pavarotti las palabras del actor de Ocho y medio.

Mastroianni no era romano, pues había nacido en un pequeño pueblo de la provincia de Frosinone, 80 kilómetros al sureste de la capital italiana. La ciudad, sin embargo, lo ha reconocido como suyo aunque en los últimos años viviera en París y allá hubiese muerto.

Por lo demás, Roma ha ocupado más de un tercio de sus películas, desde la primera Le ragazze di Piazza di Spagna, de Luciano Emmer (1954) hasta I soliti ignoti, de Mario Monicelli (1958), La dolce vita, de Federico Fellini (1960) y el inevitable filme ambientado en tiempos del imperio, Scipione l'africano, de Luigi Mangi.

Fue Roma dolida la que le rindió el último homenaje y la que recibirá mañana en su tierra, en pleno centro de la ciudad, en el cementerio de Verano, el ataúd de roble claro en el que Mastroianni descansará para siempre.

Ciao, Marcello.