La Jornada 22 de diciembre de 1996

Ante el drama, oración colectiva por la paz y por mayor justicia

Oscar Camacho Guzmán, enviado, Lima, 21 de diciembre Todavía sorprendidos, los peruanos volvieron hoy los ojos hacia Dios, y como uno solo, se volcaron en los templos a rezar, a pedir por las vidas de los rehenes, a implorar por una pronta solución pacífica, y a orar por la paz y por una mayor justicia.

Convocados por sacerdotes, curas, obispos y hasta por el arzobispo y cardenal, Augusto Vargas, los peruanos llenaron las iglesias a las siete en punto y ondeando pañuelos blancos prendieron miles de veladoras pidiéndole a Dios que con su luz ``ilumine'' a los que tienen que buscar una salida a este problema que hoy alcanzó su cuarto día sin solución.

Frente a la catedral de Lima, sentados en primera fila, ex presidentes como Fernando Belaúnde Terry, políticos como Javier Pérez de Cuéllar, diputados, alcaldes y ministros escucharon la plegaria del sacerdote Vargas, sus palabras de condena a quienes atentan contra vidas que no les pertenecen, pero también fueron testigos y receptores de regaños por lo que le corresponde a cada cual ante la situación que enfrenta el país.

Noche de misas en el cuarto día de una crisis que mantiene congregados frente a la residencia del embajador japonés, en el barrio de San Isidro, a cientos de periodistas nacionales y extranjeros que reaccionan ante el más mínimo movimiento.

Cámaras y micrófonos que documentan minuto a minuto la falta de alimentos, la escasez de agua, el corte de la energía eléctrica, los constantes mensajes en cartones que los rehenes colocan tras alguna ventana pidiendo agua, más agua, líquido para más de 300 personas que se hacinan en los cuartos y pasillos de dos niveles.

En el cuarto día de la crisis aún se encuentran dentro de la residencia del embajador japonés en Perú 343 rehenes, además de una veintena de rebeldes del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru. Afuera, la Cruz Roja busca ayuda por diversos medios. Por ser territorio japonés, los peruanos parecen desentenderse, y por encontrarse en territorio peruano, los japoneses nada hacen.

La inmovilidad japonesa

Ante la situación, los comisionados Alejandro Toledo y Javier Díez Canseco pidieron al canciller japonés Yukihiko Ikeda tomar medidas para solucionar el problema de la falta de agua y alimentos. Nada mejoró, sin embargo, y por la noche la sede diplomática volvió a quedar sin luz. Esta vez el argumento fue que se les agotó el combustible de las plantas y no se había reparado un desperfecto ocurrido en el sistema de la zona.

En las calles, mientas tanto, la gente no habla de otra cosa. El problema de la embajada ocupa todos los espacios en la televisión, en la radio, en los periódicos. No hay más tema y aunque desde 1982 Perú esta inmerso en la ola de atentados, la ocupación de la residencia, con tal cantidad de rehenes, y los aprietos en que se encuentra el gobierno de Alberto Fujimori, parecen no tener antecedente en magnitud y riesgo.

La acción guerrillera es condenada, pero al mismo tiempo quienes salen de la residencia del embajador informan que fueron bien tratados, sin golpes o presiones sicológicas, y lo mismo que en las misas de hoy, piden una solución negociada al gobierno de Fujimori, quien luego de cuatro días de silencio, hoy dio por vez primera una posición y una propuesta.

La coincidencia

Los rezos, cuestión de fe, parecieron surtir efecto, pues ese mensaje de Alberto Fujimori se produjo precisamente sólo unos cuantos minutos después de la jornada nacional de solidaridad y oración convocada por la Iglesia católica. Hoy, los rehenes duermen sin energía eléctrica, pero con la pequeña luz que se abrió cuando el gobierno federal anunció que está dispuesto a no utilizar la vía militar para solucionar la crisis.

Con esa luz se duermen hoy, y como miles de peruanos, con esa luz oran también.