Como se sabe, el hombre de mundo, si es de Pamplona, viaja con una pierna de jamón. Esta Autopista, siempre atenta al tránsito, ha sabido que los vuelos de Madrid que aterrizan en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez se encuentran rigurosamente vigilados. En un operativo conjunto, las autoridades aduanales y sanitarias decidieron extirpar de las maletas toda clase de embutidos. El resultado ha sido una auténtica pamplonada. Recogemos una escena atestiguada por uno de nuestros autores de importación: en la zona de revisión, una señora de espléndido traje sastre decidió defender la longaniza que traía de regalo y se la colgó a la manera de un collar hawaiano; un pelotari de manos rectangulares blandió una pierna curtida como un hacha; un sacerdote pálido, al que la barba le crecía como si el vuelo hubiese durado tres días, sacó algo que parecía una hostia negra y resultó ser una rueda de morcilla antes de deshacerse de su botana, se santiguó como si contemplara el milagro de la transubstanciación de la sangre. El drama de los embutidos nos lleva a una consideración. En las tiendas de comestibles del aeropuerto de Barajas debería haber un letrero: en méxico no se aceptan chorizos. Aunque es una extravagancia que el país de la triquinosis se ponga tan flamenco con las chistorras que vuelan al mundo entero, al menos se podría informar a los pasajeros de no subir a bordo con las mortadelas de su ilusión. Entre las instrucciones que las azafatas brindan "en el improbable caso de una descompresión en la cabina" sería deseable que se incluyeran frases como "se recuerda a los pasajeros que está prohibido comprar salamis y similares en los aeropuertos". Así se evitarían escenas como la siguiente. Ante la tristeza de tener que rendir su jamón de la guarda, un pasajero de Iberia espetó: "Y dejarlo para que comáis como cerdos!" Acto seguido, comió como cerdo; sacó una navaja con empuñadura de hueso de jabalí (mucho más peligrosa que el jamón), se sentó en el suelo y procedió a devorar lonchas sabrosas. Atraídos por el olor, se acercaron pasajeros de otros vuelos que comieron hasta hartarse sin que nadie sufriera una intoxicación. Quienes venían de Singapur, con el metabolismo y la conciencia alterados por el cambio de horas, creyeron ser víctimas de una alucinación: su primera imagen del México mágico y surrealista fue una treintena de hombres en el piso, con las maletas abiertas, devorando embutidos. En nuestro diario camino a La Jornada nos enfrentamos a una parrilla en la que cinco cráneos de chivo ofrecen vísceras picadas. La ciudad de México es el sitio donde se vende más carne podrida deliciosamente sazonada con cilantro, de modo que resulta asombroso que en el aeropuerto le teman tanto a las rebanadas que se comen sin daño en Italia o España. Tal vez los empleados aduanales tienen una tasca clandestina; de lo contrario, no se comprende el rigor con que tratan a los embutidos de ultramar.
Una, mil vírgenes
Una vez más, la ciudad de México fue bendecida por la Virgen de Guadalupe. Durante un día de gloria el tráfico fluyó con regularidad y nuestros atribulados congéneres mostraron su mejor carácter. Las oficinas trabajaron a media máquina, hubo cohetes y fiestas de a montón. Quizás una de las soluciones para la ciudad de México consista en observar un preciso santoral. Si en un momento de apertura Mao propuso que el pensamiento floreciera en "una, mil flores", el futuro gobernador del DF podría lanzar la proliferación de las mil vírgenes, de tal suerte que cada día tuviera al menos tres advocaciones que permitieran a los transeúntes moverse poco y disfrutar mucho. Una ciudad como la nuestra, que escapa a toda racionalidad, requiere de milagros que la expliquen y articulen. Acaso en 1997 las únicas posibilidades de control serán rituales, trascendentes. Además, si se tienen suficientes motivos de culto, se evitará todo fundamentalismo. Los gremios, las universidades, los barrios y, por supuesto, los individuos claros y distintos, podrían escoger sus iconos de preferencia. De este modo se garantizaría que la fe tuviera un acceso democrático, libre hasta el capricho. Como el descanso y la inmovilidad estarían determinados por creencias plurales, de enorme variedad, cuyo único requisito de inscripción sería ocupar distintas horas y días del año, las mil vírgenes distribuirían la circulación con mucho mayor eficacia que el programa "Hoy no circula". |
Discos Los discos de Neanderthal, hoy extinguidos, de 33 revoluciones por minuto, fueron gentiles artefactos. Irrompibles, casi ingrávidos, exquisitamente esbeltos en su sobre de papel cartón de tapas ingeniosas, algunas memorables, eran delicia de las manos y los ojos, para no decir nada de los oídos. Elegante, principesco, no había en el disco nada de la espesa vulgaridad de la licuadora, el tanque de gas, la llanta u otros artefactos. Para sacarlo de su alma de papel, la funda se oprimía con el brazo contra el costado y se abría como boca para que apareciera, en su sobre de plástico o papel, el disco. Sólo el placer de desenfundar una espada puede comparársele en revelación. Y la contratapa, qué singular emoción hay en darle lectura antes de oír el disco, qué promesas y qué paladeo anticipado y dulce expectativa hay en frases como "la melodía la introduce suavemente el clarinete" o "en el allegro vuelven a aparecer temas desarrollados en el primer movimiento". Toda mi cultura musical viene de esas golosas noticias. Nadie sabrá a qué sabe el progreso si no vivió el gran salto tecnológico que va de los discos de 78 a la Alta Fidelidad de 33 revoluciones. El discreto paso del de 33 al compact no puede, de ninguna manera, comparársele. El viejo pitencantropus de 78 era de vidrio negro plano, grueso, pesado, y corría como un bailarín loco sobre el tocadiscos. Duraban muy poco y había que hacer una pila de monstruos sobre el eje del tocadiscos para que fueran dejándose caer unos sobre otros al modo de gorilas vitaminados que retozan en la selva. Es injusto hablar así. No había otra cosa y, por lo tanto, en su tiempo los defectos de discos de 78 pasaban inadvertidos. La memoria no sabe quitar y es imposible recordarlos sin que venga a la memoria la Alta Fidelidad que los sustituyó, pero puedo jurar que hubo una época en que fueron rotundamente perfectos. Quién no se despidió con nostalgia de sus viejos y robustos discos de 78? Recuerdo uno, que me intrigaba de niño, en el que Yasha Heifetz toca él solo el Concierto para dos violines de Bach y, claro, yo me devanaba los sesos conjeturando cómo podría el gran maestro pulsar dos violines al mismo tiempo. Esta perplejidad se la atribuimos a Rifke en el guión de Novia que te vea. La guerra, decían los griegos, es la madre de la invención. Ahí, en la segunda guerra mundial, se desarrolló la tecnología del plástico (palabra que tuvo en su tiempo un aire de misterio y modernidad). Y estaba en segundo o tercero de primaria cuando vi por primera vez soldaditos de plástico todos los anteriores eran de plomo. Nada de plástico ciertamente no los discos de 33, y estoy por decir que de ningún otro material me ha impresionado tanto como eso. La diferencia con los otros soldaditos era del cielo a la tierra. Y qué violentísimo deseo de posesión se despertó en mí. Tenían, creo, armas y uniformes de la guerra de Corea. Durante un tiempo largo dejé de oír música. La razón es complicada, algún día te la cuento. El tiempo pasó, varios años, y un día, cuando estaba instalando el Sueño de López Velarde en la Casa del Poeta, que queda a la vuelta, volví a entrar en la muy legendaria Sala Margolín. Y los discos? pregunté viendo asombrado para todos lados. Me respondieron que ya no había discos. Cómo es posible? Pero, en efecto, sólo se alineaban en los estantes los compactos enanitos. Por supuesto, conocía esas novedades y el escueto artefacto que las tocaba, pero yo daba por hecho la coexistencia pacífica entre las dos tecnologías. Toda innovación causa polémica. La incorporación del sonido al cine fue muy discutida. Chaplin no se decidía. Los partidarios del rechazo afirmaban que el gran arte gesticulante del cine mudo se frustaría abruptamente. Como en efecto sucedió. Y quién sabe a qué extraños prodigios se habría llegado. Lo mismo ocurrió cuando la televisión desplazó al radio. En México, la televisión nunca ha alcanzado la calidad que llegó a tener el radio en su edad de oro. He de confesar que, cuando volví a oír música, muy pronto me acostumbré a los compactos, artefactos delicados que también es una delicia tener en la mano. Rindamos, sin embargo, un postrer homenaje a los discos de 33 revoluciones que, en la hora buena, supieron estar a la altura de sus grandes tareas, y hoy viajan, junto con la máquina de escribir, el cine en blanco y negro, la motocicleta con sidecar, la marfilina regla de cálculo, el reloj mecánico y otras maravillas, hacia el cielo ilustre donde habitan los grandes veleros, el corsé, la brújula, el gorro de dormir, la espada y las crinolinas...
La supervivencia de los expedientes
Los excesos y las tramas delirantes habían penetrado recientemente a los hogares mediante series como Twin Peaks (David Lynch) y The Kingdom (Lars von Trier). En general, estos experimentos no habían podido extenderse más allá del formato de miniserie. En cambio Los expedientes secretos X, de Chris Carter, han conseguido permanecer en el aire al llevar a la TV una colección de mitos fascinantes, y porque cuentan con un excelente diseño de producción. Pero, además, porque a pesar de tratar asuntos disparatados y estrambóticos (a veces con serias deficiencias lógicas en el guión), el espectador puede identificarse tanto con el escepticismo de Dana Scully como con el entusiasmo de Fox Mulder, dependiendo de su grado de credulidad.
El icono asexual de los noventa
La relación entre Scully y Mulder es de una gran solidaridad; no obstante, hay una obvia tensión sexual presente, un deseo que el espectador proyecta en ellos y que jamás se materializa en la pantalla, donde los agentes reprimen celosamente cualquier deseo erótico. Esta asexualidad refleja una herencia victoriana que viene desde las novelas góticas, pero también representa el temor a todo contacto e intercambio de secreciones que ha caracterizado la triste cultura corporal de los noventa. Por su parte, Scully no es el ideal femenino de tetas gigantes que los ejecutivos de la cadena Fox esperaban utilizar; sin embargo, se ha transformado en un maravilloso icono femenino que no sólo es deseable por su apariencia, sino también por su inteligencia. Scully es una mujer fuerte que en vez de usar ajustados vestidos de noche o minifaldas fulminantes se pasea por la pantalla en sobrios trajes sastre, vestidos formales, batas de laboratorio, chalecos antibalas y un verdadero desfile de modas del complejo militar-industrial de la posmodernidad.
El mito X
La serie se beneficia de otra dualidad: los capítulos están divididos en los que tratan acerca de la mitología de los expedientes X y los que tocan temas independientes, que sirven para dar aire a la serie y aumentar la expectativas en torno a los primeros. Los denominados "episodios mitológicos" son el alma de la serie y describen una red conspiratoria que se extiende en todas direcciones. La mitología en cuestión es en realidad una especie de cartografía de la red del poder detrás del poder. Como toda conspiración, esta mitología parte de hechos reales y misterios sin resolver para realizar una interpretación que invariablemente tiene rasgos metafísicos. De existir, esta megateoría conspiratoria podría explicar el asesinato de Kennedy, el de Martin Luther King, el de Colosio, el incidente de Roswell, la Guerra del Golfo, el chupacabras, el supuesto pacto entre los extraterrestres y Eisenhower, así como las apariciones de Elvis. Pero esta Teoría General de las Conspiraciones no parece ser más fácil de descubrir que la esquiva teoría unificadora de la física.
Historias personales
Pero la genialidad de la serie creada por Chris Carter se debe a que Scully y Mulder pueden investigar estos casos sin por ello perder la cordura ni volverse burócratas de lo sobrenatural. Su actitud es siempre profesional, aun cuando los misterios que investigan se tornen profundamente personales. La hermana de Mulder, Samantha, fue secuestrada aparentemente por extraterrestres cuando él tenía 12 años, y desde entonces alguien ha utilizado su ADN para crear un ejército de clones híbridos humano-alienígenos. El padre de Mulder estaba involucrado en las maquinaciones del Fumador, un personaje misterioso que, como Zelig o Forrest Gump, ha protagonizado algunos de los episodios más dramáticos de la historia del siglo XX (reales, como el asesinato de Kennedy, y míticos como el asesinato de diversos extraterrestres capturados por el ejército gringo). A su vez, Scully fue secuestrada por extraterrestres y sometida a una variedad de exámenes, para luego ser liberada con implantes en diferentes partes del cuerpo.
Expedientes oportunos X
Como apuntamos en la entrega anterior, difícilmente Los expedientes secretos X podrían haber aparecido en un momento más apropiado (aparte de llevar en el título la letra con que se ha estigmatizado a la generación post-adolescente actual), ya que coincide con la comisión oficial para revaluar el caso de Roswell y con escandalosas revelaciones de casos en que el gobierno estadunidense ha conspirado contra sus ciudadanos, como los experimentos con cereales radiactivos que se daban a niños retrasados mentales entre 1945 y 47, el patrocinio de Nixon a un candidato demócrata negro en 1971 para dividir los votos de la oposición, y la existencia del síndrome de la Guerra del Golfo. Asimismo, en los media se habla mucho de otras conspiraciones que están tratando de ser demostradas: la participación de la CIA y la Contra nicaragüense en la distribución de crack en los barrios negros pobres, el origen del sida como arma bacteriológica y el derribamiento del vuelo 800 de TWA a causa de un misil del ejército. ¤ Naief Yehya ¤ [email protected]
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