La Jornada Semanal, 22 de diciembre de 1996
Fotos de la página de Frida Hartz en Internet
Desde una tribuna muy larga, el subcomandante Marcos lee un cuento en seis partes para quienes participan en el Encuentro Internacional contra el Neoliberalismo. Una de dichas partes comienza con una parábola. Dice el viejo Antonio: si alguien te muestra el sol con un dedo y miras el dedo, eres un idiota; pero si miras el sol, eres más idiota todavía, porque te quemas los ojos. Debes mirar el pájaro que vuela entre el dedo y el sol.
Los guerrilleros y los ideólogos de ayer creían saber dónde se encontraban el bien y el mal, el progreso y la reacción; Marcos quiere quedarse entre los dos; es el pájaro que vuela del Sur al Norte y del Este al Oeste para acercar los puntos cardinales y que se queda suspendido en su vuelo, entre todos estos puntos que tanto se resisten a acercarse entre sí. En esta Selva Lacandona este hombre acerca lo que tantos otros han separado o siguen oponiendo, y para él cambiar el mundo consiste sobre todo en volver compatibles complementarios incluso los elementos que él mismo vio alguna vez como contradictorios. Su acción arraiga en las comunidades indígenas, miserables y aisladas, ya que vivió por años en el bosque como único mestizo en medio de los indígenas, y luego como subcomandante entre comandantes indígenas todos; pero quiere también que su acción transforme la política nacional, y una gran bandera mexicana ondea en lo alto de la tribuna del Encuentro. Debemos vivir juntos con nuestras diferencias, y luchar juntos contra todas las exclusiones.
Se trata del pasodoble intelectual de un guerrillero con pasamontañas, que busca atraer a la frontera con Guatemala a estudiantes, intelectuales y militantes del mundo entero? Quienes se contentan con este juicio escéptico están condenados a no entender por qué, en efecto, llaman la atención unos cuantos guerrilleros que no combaten y que viven en medio de una población agobiada. El analista mexicano Jorge Castañeda ha dicho de Marcos que es un reformista armado; es, de manera aún más extraña, un revolucionario demócrata; o más bien, es alguien que transforma la antigua alianza de la lucha social y la toma del poder mediante las armas, en una nueva alianza entre el combate contra la exclusión y la dignidad de cada quien y la democracia. El pájaro partió de las tierras donde murió Guevara y vuela hacia las tierras de la democracia, todavía escondidas bajo las lluvias de Chiapas y las tempestades de la política mexicana. Alzó el vuelo el día en que confesó que "nuestra concepción del mundo y de la revolución quedó medio abollada por el contacto con la realidad chiapaneca", y que después de la caída del Muro de Berlín, la degeneración de la Revolución Cubana y la derrota electoral de los sandinistas, ya era tiempo de buscar el camino de la democracia y de darle la espalda al callejón sin salida en el que se encontraba de la manera más dramáticala guerrilla guatemalteca. "Caminar dice, y por lo tanto vivir, es algo que no se hace con grandes verdades que, de medirse, se muestran más bien pequeñas."
El mestizo que se volvió indígena, que se aisló en la selva, como los monjes de los primeros siglos del cristianismo oriental en el desierto, habría podido caer en dos trampas igualmente peligrosas: encerrarse en el comunitarismo al que lo invitaban muchas voces, en particular religiosas, o perderse en la guerra popular. En realidad, se lanzó a la insurrección el primero de enero de 1994, y se adueñó de San Cristóbal, vieja ciudad española, un callejón sin salida para un grupo débil y casi sin armas pero mostró la debilidad de su adversario. Marcos no es un indigenista, y transformó un acto de guerrilla en una anti-guerrilla que se convirtió en un movimiento social e intelectual visible para el mundo entero. Su vuelo se percibió desde lejos porque evitó ambas trampas. Pero duda todavía entre dos direcciones: quedarse en la selva, en las comunidades indígenas, protegido por su pasamontañas y en realidad por la decisión del gobierno de dejarlo que se agote, cuando se hayan apagado las luces del circo zapatista, como ha dicho un secretario, o lanzarse a la acción política, a riesgo de que se lo coman los cocodrilos.
Después de un largo diálogo con el pequeño grupo de invitados especiales y antes de su conferencia de prensa, me lleva aparte, cerca de los caballos que esperan; le doy los argumentos que, según me parece, deben conducir a la acción "civil", que de hecho ya ha emprendido. Desde luego, me responde, pero tengo miedo de esta vida política ajena a la democracia. Le respondo que comprendo su renuencia a dejar su convento militar, pero prosigue: en efecto, no hay otro camino posible, y por lo mismo hemos creado el Frente Zapatista de Liberación Nacional, que es un movimiento social, y el Frente Nacional de Oposición, que ya constituye un agente político. En este Frente se firmó el acuerdo con El Barzón, movimiento de defensa de los pequeños empresarios y los comerciantes, sobre todo del norte, y tienen lugar las conversaciones con el partido de izquierda, el PRD, cuya dirección acaba de transformarse en profundidad. Da la espalda a las fórmulas revolucionarias; no hay que buscar la toma del poder o definir e imponer una línea. Su pensamiento, su estilo, su humor, rompen de manera sistemática con el lenguaje petrificado.
El espacio y el tiempo del que dispone se reducen, en forma inexorable; pero al tiempo que su vuelo se vuelve vacilante durante semanas, que quizá no son más que un receso, antes del estrépito de la represión o de la zambullida en el zapatismo civil, de posibilidades inciertas, Marcos hace aparecer pensamientos y esperanzas nuevas desde el fondo de Chiapas.
Mientras que la mayoría de los políticos, de los antiguos revolucionarios a los viejos reformistas, buscan, para luchar contra el capitalismo globalizado, reforzar la autoridad política, la del Estado, del partido o del fusil, Marcos lleva la idea de liberación de los más desheredados desde las tierras quemadas de la revolución a las de la democracia, bastante contaminadas. En esta difícil tarea lo ayudan su ironía, su gusto casi excesivopor los juegos verbales, pero sobre todo una larga experiencia vital, que lo condujo a una verdadera conversión y a crear un pensamiento en el que se unen la defensa comunitaria, la lucha social y el proyecto político. Remplaza un lenguaje que se reducía a la crítica del sistema dominante por otro, el de los derechos de todo sujeto humano. Al objetivismo leninista, lo sustituye con la política del sujeto, su dignidad y su diferencia. En vez de oponer lo universal a lo particular, busca que el arraigo indígena de su acción lleve al reconocimiento del valor que tiene la defensa de todas las identidades y todos los excluidos, contra una economía financiera "desocializada", en el mejor de los casos indiferente a las demandas personales y colectivas, y que destruye de hecho la libertad de cada quien y su capacidad para ser un actor social. Es un combatiente que compromete todas sus fuerzas para que renazca, después del desconcierto de las guerrillas revolucionarias de las que habló Douglas Bravo, el antiguo jefe de la guerrilla venezolana, el proyecto de liberación del hombre, por el cual tantos revolucionarios dieron su sangre, pero que fue destruido también por quienes hicieron del espíritu revolucionario un instrumento de poder y de represión.
Nada indica hoy que el gobierno esté decidido a llegar a la paz: cabe pensar, por el contrario, que aísla al movimiento en la zona zapatista, que espera y organiza su desgaste, antes de emplear directamente la fuerza. Por otro lado, nada demuestra todavía que el zapatismo vaya a jugar un papel de actor social independiente. El temor de Marcos a verse desbordado por los aparatos y los caudillos políticos es muy realista. El porvenir está más cargado de amenazas que de esperanzas, y las poblaciones indígenas se encuentran sometidas a las restricciones de la guerra; incluso cuando ésta es de baja intensidad, se agotan, se dividen, se repliegan. Pero la obra con la que ya cumplió Marcos es impresionante. En México, donde el sistema político está en descomposición lo que acarreó la quiebra económica, el debate sobre la reforma del Estado y la sociedad se concentró en las negociaciones llevadas a cabo con los zapatistas en San Andrés.
Acaso se habría adoptado por unanimidad en el Parlamento la ley sobre la reforma electoral y contra el fraude, sin la presión zapatista? Mientras la violencia se expande en un país empobrecido sobre todo entre los indígenas, pobres entre los pobres, cada vez más se reconoce la necesidad de construir la democracia en un país que jamás la conoció. Es por ello que tantos intelectuales sostuvieron con su voz un movimiento importante, que sería absurdo contemplar como un regreso anacrónico de la lucha armada. El llamado de Marcos se hizo escuchar porque al defender a los indígenas tzotzil, tzetzal, ch'ol y tojolabal, amenazados por la miseria, y a otros indígenas más al norte, amenazados por las guardias blancas de los grandes propietarios, apostó por una democracia capaz de luchar contra todas las exclusiones.
La suya es una vía estrecha entre quienes desean la dictadura del proletariado, es decir, un partido-Estado autoritario, y quienes se dejan llevar por todos los compromisos políticos. Marcos es hoy por hoy la figura emblemática de la acción por la democracia en su sentido esencial: la defensa de los oprimidos por medio de la libertad política. Defiende a todos los desposeídos como lo hicieron Mandela y Martin Luther King, y en más de una ocasión se solidarizó con los homosexuales y las lesbianas de San Francisco. Este demócrata en armas rechaza una guerrilla como la guatemalteca o la peruana y, a la vez, los juegos malsanos de la política, que afectan desde hace mucho tiempo a México y a muchos países, en ambos lados del Atlántico. De manera más concreta aún, es quien pasa el relevo de los guevaristas derrotados a los demócratas que todavía buscan una vía al servicio de las luchas sociales.
El Encuentro Internacional de principios de agosto, que ha seguido a muchos otros, fue el lugar simbólico de este relevo, sin duda difícil, ya que en más de una ocasión ambos lenguajes se yuxtapusieron, más que comunicarse entre sí. Mientras Hugo Blanco, gran figura de las guerrillas peruanas de principios de los sesenta, o Adolfo Gilly, depositario del trotskismo latinoamericano, dieron su apoyo a la conversión democrática de las luchas sociales, pudo oírse a un antiguo Tupamaro uruguayo sostener que contra el neoliberalismo había que recurrir a la lucha armada, en tanto que un marxista norteamericano señaló que se daba demasiada importancia a la caída del Muro de Berlín. Hubo incluso algunos franceses que trataban de ajustar cuentas después de la huelga de diciembre en Francia, ante la extrañeza escandalizada de los revolucionarios latinoamericanos. Podría ser de otro modo? En mayo de 1968 conocimos la coexistencia difícil de un movimento cultural, simbolizado por Daniel Cohn-Bendit, y el viejo leninismo de los grupúsculos; la historia sólo retuvo la creatividad del primero; retendrá asimismo el coraje físico, político e intelectual del subcomandante Marcos, sociólogo a caballo, mestizo entre los indígenas, patriota mexicano y militante revolucionario mundial, que arriesga su vida para unir de nuevo, en América Latina y en otras partes, la lucha revolucionaria y la libertad política.
Terminada la reunión, en plena noche, Marcos desaparece en su caballo, rodeado por el comandante Tacho y el mayor Moisés, con el fusil automático al hombro, y en el bolsillo el texto de su cuento a siete voces. Leyó las seis primeras voces. A ustedes toca escribir la séptima, dice.