No cabe la menor duda que el arte como búsqueda o contemplación, es una de las manifestaciones más placenteras, indiscutibles y misteriosas del ser humano. El arte como isla. Una isla llena de puertas, de ventanas, de viento, tormentas (también trompetas), lunas, eclipses, ocasos... Hoy nos enfrentamos con los ``tiempos difíciles'' en donde y aparentemente, todo tipo de búsqueda ha sido anulada por deseos más globales como la ambición de poder y la de posesión. Deseos apadrinados por los seiscientos sesenta y seis mandamientos del escepticismo. Hemos arribado triunfantes a una idea errónea del progreso. ¿Vendrá ya la época de la regeneración intelectual, de la transformación social y del renacimiento espiritual? Estará llegando o estaremos condenados a la nebulosa universal. Ecce homo.
Toda religión, todo arte tiene dos historias paralelas, una exterior y otra interior, una aparente y otra escondida. ``La ciencia y la religión'' antiguas guardianas de la civilización; han perdido, la una como la otra, su don supremo, su magia, aquella responsabilidad de la educación como fortaleza... hoy día, ni la Iglesia presa de su dogma; ni la ciencia encerrada en su materia; saben más cómo formar hombres completos".
Agua clara: ``Si pasamos de la psicología experimental y objetiva a la psicología íntima y subjetiva que se expresan en la poesía, en la música y en la literatura; encontraremos recorriéndolas, un inmenso soplo de esoterismo inconsciente. Jamás la aspiración a una vida espiritual, al mundo invisible (refutados por los teóricos materialistas, pensadores y por la opinión mundana) jamás había sido tan seria y tan real''.
Jamás habíamos sentido tanta incertidumbre, tanta insuficiencia, jamás nos habíamos sentido tan incompletos.
En la antigüedad el arte era una manifestación sagrada, un anhelo por emular a la divinidad, ``la precipitación de Dios en el si mismo, una desidentificación sin ruptura de Dios con Dios''. La intención eterna de la deidad parece ser la de formar en cada una de sus criaturas un espejo de su belleza, un cómplice de su amor, la imagen de su esplendor, un ``tabernáculo de su verdad''. Hoy (fin de milenio, de siglo, etcétera) el arte ocupa el rango de distracción, ocio, ornamento, reverencia, y ha llegado al extremo de considerarse como objeto de especulación bursátil. La poesía ha sido desterrada de este mundo. Cotos celosos la defienden.
¿Quién es o cómo es o cómo debe ser un artista?... Pero primero partamos en concordancia: vamos a hablar en este recorrido del verdadero artista con A mayúscula, del vidente; no del ticotín de feria o el cazabecas o un engaña pendejos. El artista que también tiene otros registros, como el de sabio, maestro espiritual, profeta. ``El que expresa no solamente los contenidos de su consciencia personal, sino algo más, algo que lo eleva a una consciencia trascendente''.
¿Imagínese que existió una época en la que escribir un artículo como este me hubiera costado la hoguera?
Hay que señalar que infinidad de artistas, por oportunismo o imitación de modas o impregnación de la atmósfera general, adoran ser cómplices de la mentalidad moderna. Con respecto a los surrealistas, Shri Aurobindo escribió que ``la oscuridad y la ininteligibilidad no son la verdadera esencia de ninguna poesía''.
El verdadero artista clarifica, salva, abre, enseña, alienta, llena el alma de un suspiro clarísimo. El escritor, por ejemplo, tiende a extraer el oro del lenguaje (``alquimia en tanto que transmutación del sí mismo'') a pelear contra su maldición y a restituir su virginidad primaria.
``La divinidad se expresa con la ayuda de tres principales vías: la Encarnación que, en nombre de la Misericordia, entrega sus mensajes a la humanidad; la Naturaleza que manifiesta su poder; y el Arte que traduce la belleza. La Encarnación se exterioriza por la intermediación de enviados divinos, la Naturaleza por sus signaturas y el Arte por sus diferentes lenguajes estéticos:
``La música y la poesía tienden a reproducir los ecos del verbo original, se despliegan dentro del tiempo y se enlazan directamente al Ether. La arquitectura concretiza la idea de que Dios mide y construye los volúmenes del universo, la escultura tornea las formas, la pintura las diseña y colorea. Estas tres desfilan en el espacio y se reúnen en la tierra, el aire y el fuego. La escultura es la unión del espíritu y la materia, esta última purificada a través del aire; la danza, transformación del espacio en tiempo, reconciliación del movimiento y de lo inmóvil. La arquitectura consagra también, la unión del cielo y la tierra por la síntesis del círculo y el cuadrado, de la esfera y el cubo; es el lugar de la cristalización de todas las realidades cósmicas secuestradas por su jerarquía. La pintura expresa la fluidez de las líneas, el juego de la sombra y la luz, autoras de un punto central y vacío; el arte del icono reposa sobre la tentativa paradójica de representar lo invisible dentro de lo visible. Dentro del arte del tejido, se expresan las esencias permanentes del ser, la trama, el devenir que enlaza las cosas entre ellas. La poesía imita el proferir del Logos; ella es la palabra nupcial dentro de la cual el espíritu se recrea en sí mismo''.
El artista como intérprete de otro mundo dentro de un mundo de hombres y mujeres, dentro de un mundo de seres; el artista que escogió ver lo invisible, satisfacer lo insaciable, decir lo indecible, el artista vidente, el artista descifrando la e-videncia, el artista llave, el artista puerta...
PD: Próxima entrega: ejemplos reales, palpables y medibles de artífices famosos. De Balzac a Beethoven.
Biés, Jan. Art, Gnose et Alchimie, trois sources de régénérescense. Le courrier du Livre, París, 1987. Schuré, Edouard. Les Grands Inities, Librairie Académique Perrin, París, 1960. Maritain, Jacques. Creative Intuition in Art and Poetry. Bollingen Series XXXV.1, Princeton University Press. 1952.