La Jornada 23 de diciembre de 1996

En 12 meses, Arzú redujo el poder militar de 36 años

Juan Balboa, enviado, Guatemala, 22 de diciembre En sólo un año, el presidente Alvaro Arzú resquebrajó los cimientos del poder y la influencia militares de las últimas tres décadas y media sobre los mandatarios guatemaltecos, al realizar en forma drástica unos 300 cambios en el alto mando del ejército y en las bases y zonas castrenses del país, para dejar libre el camino hacia la firma de la paz definitiva y duradera con la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), que será concretada el 29 de diciembre próximo en esta capital.

Con el retiro anticipado de por lo menos 50 oficiales que ocuparon cargos importantes con los presidentes Vinicio Cerezo y Ramiro de León de Carpio -entre estos tres influyentes generales: Antonio González Taracena, Carlos Enrique Pineda Carranza y Fidencio Otzoy-, cambios de comandantes de zonas militares y ascensos a la oficialidad, el gobierno del empresario Alvaro Arzú redujo los niveles de influencia del ejército nacional en la conducción del Estado, depuró las filas de militares acusados de participar en el narcotráfico y asesinatos, pero sobre todo restó poder al equipo élite del poderoso e influyente Estado Mayor Presidencial guatemalteco. En la eliminación de militares considerados por el gobierno de Arzú indeseables o sos-pechosos no escaparon los de alto rango que participaron desde 1991 --año en que se firmó el compromiso sustantivo denominado Acuerdo Marco sobre la Democrati-zación para la Búsqueda de la Paz por Me-dios Políticos-- en las negociaciones con los comandantes guerrilleros.

En doce meses, el gobierno guatemalteco desechó la participación de 17 de los 23 generales que tomaron parte en las negociaciones de paz.

De estos diecisiete, sólo el poderoso ge-neral Otto Pérez Molina, jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), se mantuvo permanentemente en las pláticas, y es ya considerado como el futuro Ministro de Defensa de Guatemala.

``Hubo una restructuración violenta, absoluta. Esto ha provocado la inconformidad de uno de los sectores duros de las fuerzas armadas que reprueba los acuerdos con la guerrilla y, seguramente, se presta a gene-rar problemas a la reinserción de la UR-NG'', dijo a La Jornada Héctor Rosada, analista político-militar y ex secretario de la presidencia para la Paz en el gobierno de Ramiro de León Carpio.

Al responder sobre la purga que realizó el gobierno guatemalteco dentro del Ejército, Rosada confirma que el presidente Arzú dispuso los primeros cambios en enero del presente año ante la resistencia por parte de los oficiales que manejaban la contrainsurgencia, ``los que creen haber ganado mi-litarmente y perdido políticamente''.

Otro de los grupos inconformes es la Asociación de Veteranos Militares de Gua-temala, cuyo último comunicado público llamó a los militares ``a cerrar filas'' por la ``intransigencia'' de algunos grupos y tendencias políticas no representativas del sentir nacional, ``que tratan de desvirtuar la existencia del glorioso Ejército de Guate-mala en el campo político'' y también en contra de aquéllos que, ``aprovechándose de la coyuntura'', se comprometieron con los derrotados.

Los cambios violentos y prematuros en los principales mandos castrenses guate-maltecos no sólo garantizaron el ``avance acelerado de las negociaciones'', sino también aseguraron a los ex combatientes de la guerrilla una reinserción a la vida institucional, política y legal en condiciones de legitimidad y reconocimiento, según coinciden en señalar analistas, dirigentes de partidos políticos y organismos de derechos humanos.

Nuevo rostro del ejército

En una habitación del hotel Radisson SAS de Oslo se empezaron a trazar las líneas generales de lo que será el nuevo ejército guatemalteco, y desde luego, de quienes estarán al frente de él. Embriagado de felicidad por la firma del cese el fuego entre el gobierno guatemalteco y la comandancia guerrillera, el ministro de la Defensa, gene-ral Julio Arnoldo Balconi Turcios, improvisó una reunión informal con tres de los militares que habrán de asumir importantes funciones después de la firma de paz, el próximo 29, y con dos de los comandantes guerrilleros con mayor futuro político dentro de la nueva organización que habrán de crear los rebeldes.

Balconi, quien a fines de 1997 cumplirá los años de servicio necesarios para solicitar su retiro, reunió a la futura cúpula militar integrada por los tres personajes con el mismo nombre: el general Otto Pérez Mo-lina, el recién nombrado coronel Otto No-ack Sierra y el mayor Otto Spiegeler. Junto a ellos se encontraban el comandante Pan-cho (Pedro Palma Lau) de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), y el comandante Tomás, del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP).

Los tres militares y los dos guerrilleros se enfrentaron en las montañas desde la década de los setenta. Entre los tres Ottos destaca Pérez Molina, jefe del Estado Mayor presidencial, con carrera en sorprendente ascenso y único de los generales que iniciaron las pláticas de paz con la URNG; Pérez Molina se ha mantenido en un puesto im-portante, pero también se le acusa de enca-bezar a una nueva élite castrense y de proteger a militares que participaron en el ase-sinato del comandante guerrillero Bamaca.

El general Otto Pérez Molina es conside-rado dentro de la propia institución castrense y el gobierno de la República como el sustituto natural del actual ministro de la Defensa, entre otras cosas por haber ``facilitado'', desde el Estado Mayor Presidencial, el triunfo del actual mandatario Alvaro Ar-zú y por haber evitado el ascenso político del partido Frente Republicano Guatemal-teco (FRG), fundado y dirigido por el gene-ral Efraín Ríos Montt, según señalan algu-nos analistas.

Pertenecientes a una joven generación, Otto Pérez Molina y la nueva promoción de militares sólo ``podían llegar'' a posicio-nes superiores mediante la purga de oficia-les más antiguos con el objeto de desmantelar ``un poder fáctico'' ya armado y re-definir el rumbo del propio Ejército, aseguran los analistas políticos Héctor Rosada y Carlos Soto.

Y así lo hizo el gobierno de Arzú.