Referirse a Marvin Minsky significa hablar de una lente que recorre la estética de las matemáticas, del arte virtual, de las inteligencias. Es el matemático que destapó la putrefacción del burdel humanista y los rezagos positivistas de la ciencia. Minsky es experimental y teórico. Sustentado en presupuestos heurísticos, su estética evoca las fronteras de la lógica propuesta por G”del, es decir, esa concreción matemática de la sospecha platónica.
Minsky suplanta el modelo de la máquina termodinámica proponiendo una basada en el modelo de redes. Apuesta por un mundo en el que los hombres y las máquinas puedan ser iguales, inclusive, que las máquinas sean superiores a los hombres. Esta provocación conceptual trabaja hoy sobre el paradigma sentido común; denominación que dio Minsky hace unos años para referirse a la necesidad de observación sobre los fenómenos cerebrales. La máquina que él propone debe ser el espejo del cerebro, mejor dicho, una máquina que funcione mediante un sistema de redes en las que cada parte ignore su propia condición. Así pues, los perceptrones se construirán sobre una arquitectura a gran escala que permitan del desarrollo de lo que podría ser una suerte de ``psicología'' de las máquinas. Olores, suciedad, limpieza distinta a la pixélica común, y sobre todo, las actitudes sobre dichas instancias, son la clave a las que apunta la inteligencia artificial. Inclusive ese sentido común no necesita, de acuerdo a sus apreciaciones, de los presupuestos conexionistas.
En otras palabras, Minsky es psicología cognitiva, lingüística computacional, óptica, robótica, telepresencia, interacciones, geometrías irrenunciables.
Cuando Marvin Minsky expuso su discurso estético ``La unión futura de arte, ciencia y psicología'', en Linz, Austria (1990) con motivo de los eventos de Ars Electronica, su ponencia se transformó en verdadero performance intelectual de excesivas provocaciones. El escándalo de la ``Mentopolis'' se hizo evidente. (Mentopolis: denominación que hacen los alemanes al libro de Minsky, The Society of Mind). A partir de entonces, Minsky se convirtió en el filósofo del arte interactivo. El aplauso internacional que recibió por parte de la comunidad artística y científica permitió, a la vez, dignificar el trabajo estético interactivo iniciado en los años 60. El teorema estético de Minsky establece que tanto la ciencia como el arte deben dirigirse a los procesos cognitivos, a la investigación. No se trata de comprar paquetes de programas para hacer ``arte'', sino que el artista virtual debe crear su propia tecnología, si es que quiere manifestar algo, de acuerdo a los presupuestos de Minsky.
La tan esperada bofetada intelectual sobre el sistema del arte tradicional, fue dada por el propio Minsky con esa asepsia que caracteriza a la matemática. A su vez, denomina al arte tradicional como ``estático'' por llevar ¡10 mil años de repetición!, y no se refiere únicamente a las artes visuales sino a todas las artes, exceptuando el cine. Extorsionando la estética de la ciencia y del arte, Minsky es el oasis en el desierto mental que vivimos hoy. En su edificio intelectual, o en su ``mentopolis'', habita la inteligencia sin esas deformaciones emocionales que entorpecen el proceso evolutivo autotransformacional de la especie humana.
Una vez inaugurado el discurso estético que dirige esta década, bajo los parámetros minskianos, el arte es también análisis numérico, sistemas optoelectrónicos, aplicaciones científicas. Es que Minsky despojó al mundo troglodita de los muebles artísticos, dejando en plena desolación epistémica a las colecciones, galerías y museos. Sobre todo, despejó el arte de los nauseabundos pretextos de las sicoterapias. Se terminó el impás. Minsky aborda la belleza desde los territorios del orden, del desorden, de la cotidianidad, y la transporta al universo cibernético. Justamente, instalado en las regiones donde la estética ortodoxa vulgar no pudo ingresar, su teoría llena hoy el vacío que dejaron las perezas intelectuales, las repugnancias humanistas, los espasmos socio-culturales. Quizás sea conveniente adjudicarle a Minsky adjetivos como: conjugaciones, protuberancias, escatologías, reproducción biológica, teorías unificadas, analogías, discreciones, simbolismos, lógicas, diversidades, recurrencias, éxtasis, aleatoriedad, suspensiones, afinidades, fronteras, disipaciones, contemplaciones, bellezas, convergencias/divergencias; quizás sean éstos algunos comandos del sistema operativo Minsky.