Mauricio Ortiz
Y no termina y no termina

Por más que se esfuerza el país entero, el año no acaba de terminar. En todo caso confirma la verdad yoguiberresca de que esto se acaba hasta que tal cual y lo cierto es que todavía le quedan unos pufos a la colilla. Mañana es luna llena a las cuatro de la tarde y pasado navidad, cumpleaños del gran Isaac Newton que al fin le puso la cola a esa verdad sideral.

Desde los primeros días de diciembre ya pensaba uno que el año acababa. Después de los cientos de kilómetros, el letrero de que en cincuenta más está el destino, sin el menor reparo en que puede ser el tramo más difícil y curveado del camino y por lo mismo tomar tanto o más tiempo que el recorrido previo. La terracería de diciembre y los coches ansiosos por llegar, claro todos juntos y entonces los atorones y cuanto más rápido más despacio y además no hay acotamiento para los tontos que se avivan. Desde los primeros días comienzan a atrasarse los trabajos y la excusa es que hay tanto que hacer en esta temporada y uno sabe que no es así, ¿no lo dicen todos?, que la cosa está de la chingada. Es que hay que irse a divertir a fuerzas con los de la oficina porque ya se acaba el año y con el compadre y luego la familia y de pronto son tantos los compromisos que si uno no empieza antes del quince no termina. El puente Guadalupe-Los Reyes, como ya se le viene conociendo: a medio construir como tantos puentes en la ciudad, Vaqueritos, Lecumberri... Los enormes pilotes y las columnotas de varilla gruesísima, pero el puente propiamente todavía en el aire y entonces hay que rodear la trágica y divertida edificación que entre todos somos para llegar a enero por las vías alternas, la estrecha y enlodada terracería de todos los años. A nadie alcanza ni el tiempo ni el dinero ni aunque quisiera tanta energía y buena voluntad. Y encima la cena de mañana que quién sabe dónde ni hasta qué horas y algo tendrá que haber en la mañana para los niños; al rato otra comida y cómo viste la final y si vas a salir a algún lado. Un par de días crudos y confusos y al que lo retuvo la chamba pues a chingarle y para rematar los Santos Inocentes: se acaba, ahora sí termina.