Pablo Gómez
La guerra de las escobas
Estados Unidos ha declarado a México la guerra de las escobas mediante la imposición a tan importante producto mexicano de uso doméstico de unos aranceles extraordinarios o compensatorios o como se llamen. Una de las mayores ventajas comparativas de México, dentro del Tratado de Libre Comercio, también conocido como NAFTA, ha sido súbitamente anulada mediante una simple decisión administrativa de las autoridades comerciales estadunidenses.
Hace algunos años, hacia finales de 1993 o principios de 1994, el entonces secretario de Comercio, el señor Serra Puche, retó a Cuauhtémoc Cárdenas a un debate en televisión, pero como éste envió a un representante suyo que no fue admitido por el organizador del debate, el señor Jacobo Zabludowsky, la emisión se redujo a una plática del encargado gubernamental para el comercio interno y externo, previamente motivado por el locutor.
Entonces fue cuando el señor Serra, orgulloso de su obra, anunció a los mexicanos que las escobas entrarían al mercado estadunidense en condiciones tales que México inundaría rápidamente con ese producto al vecino país. Las escobas se convirtieron, así, en el símbolo de la victoria de nuestros negociadores comerciales.
México vendió, en efecto, unos cinco o seis millones de dólares anuales en escobas a Estados Unidos, hasta que este país elevó en 20 por ciento el arancel. Nuestro país, en represalia, anunció el incremento de una cantidad semejante en gravámenes aduanales (un millón de dólares) a productos que México compra en el otro lado de la frontera para compensar el efecto en términos estrictamente fiscales y para --según se dijo-- presionar a los productores estadunidenses de los bienes recientemente gravados con el fin de que éstos exijan a su propio gobierno la modificación de su actitud frente a las escobas mexicanas.
México deberá esperar a la formación de un panel de arbitraje para que se produzca un fallo en relación con las escobas, el cual habrá de demorar algún tiempo. Mientras tanto, podría seguir adelante la guerra de las escobas, pues no se trata sólo de éstas sino de otros productos en los que nuestro país compite con ventaja frente a los bienes semejantes elaborados en Estados Unidos.
En 1993, la victoria de las escobas --cuya exportación no es importante dentro del volumen comercial entre los dos países-- fue presentada como una de las pocas, aunque ilustrativas y trascendentales, de los negociadores mexicanos del Tratado. Hoy, unos tres años más tarde, uno de los ejemplos puestos por Serra de la capacidad de negociación del gobierno mexicano ha caído, como antes lo hizo --aunque con mucha mayor repercusión económica-- la emisión de bonos de deuda pública para dar cobertura a la política cambiaria.
La guerra (comercial) de las escobas es, por ello, el símbolo de la política de fracaso tras fracaso en la entrada triunfal de México al Primer Mundo. Si hace tres años se le hubiera dicho al señor Serra en aquel programa de televisión que su estrategia de negociación (la de Salinas, Aspe, Zedillo, etcétera) era inadecuada a pesar de la victoria de las escobas, la respuesta hubiera sido altanera y prepotente, como ha ocurrido invariablemente ante todas las observaciones críticas a la política económica aplicada por el grupo en el poder.