Luis Javier Garrido
La camiseta

Ernesto Zedillo tiene el mismo problema que Carlos Salinas ante el PRI: con su política económica está acelerando el fin del partido, pero como si ello no importara, pretende ser un militante ejemplar, y con esto no hace sino evidenciar el pánico de Los Pinos ante los acontecimientos.

1. El PRI vive sin duda el periodo más crítico del último medio siglo y todo a consecuencia de no haber desarrollado una vida democrática interna, de haberse autoconfinado en el papel de ser ``el partido del Presidente''. Luego de un deplorable año electoral que culminó con la debacle de Coahuila y el estado de México, y tras el fracaso de su XVII Asamblea, que no discutió la separación del partido y el gobierno ni la democracia interna, y ante las evidencias de que Zedillo sigue encubriendo los crímenes de Salinas, el institucional ha vivido una oleada de renuncias sin precedentes, que no ha podido ser frenada ni por la vía de las amenazas.

2. La lista de las últimas defecciones es ya interminable: el ex gobernador veracruzano Dante Delgado (27 de noviembre), la senadora campechana Layda Sansores (9 de diciembre), la diputada quintanarroense Virginia Betanzos (11 de diciembre), dirigentes de Tabasco (12 de diciembre), el ex gobernador yucateco Francisco Luna Kan (13 de diciembre), líderes de Campeche, militantes de Sinaloa y el ex secretario de Finanzas del PRI morelense (14 de diciembre), el ex rector neoleonés Luis Eugenio Todd (21 de diciembre). Y el argumento que subyace en todas las renuncias es el mismo: el PRI es sólo el instrumento de las políticas presidenciales.

3. La política de Zedillo sobre el partido no podía evidenciar por lo mismo un mayor pánico ante los acontecimientos. Confrontado con la posibilidad de una nueva desbandada de priístas hacia el PAN, el PRD o el PT, optó por el endurecimiento: la designación de Humberto Roque Villanueva como presidente del PRI (14 de diciembre) y el encarcelamiento del ex gobernador Dante Delgado, quien organizaba un nuevo partido político (17 de diciembre) con lo que se envía un mensaje claro a los priístas que pudieran estar tentados por la disidencia: la corrupción sólo se encubre si se mantiene la disciplina.

4. Y para remate de todo ello, la intervención del propio Zedillo en un mitin partidista en Mexicali (22 de diciembre) en el que, actuando como ``jefe nato'' de un partido de Estado, fustigó a los que llamó ``desertores'' como instrumento de ``la mercadotecnia política'', amenazándolos abiertamente con todo el peso del Estado (es decir, del ``sistema'').

5. Los presidentes mexicanos del periodo que va de Alemán a López Portillo (1946-1982), habría que recordarlo, no participaban de manera abierta en la vida partidista, pero todo cambió cuando llegaron los tecnócratas al poder. De la Madrid fue el primer presidente en asistir a una Asamblea Nacional del partido en 1984 y Salinas el que más declaraciones, discursos y pronunciamientos tuvo sobre el PRI, así como Zedillo es el primero en ponerse abiertamente la camiseta partidaria.

6. La política presidencial sobre el PRI se fue sustentando durante los tres últimos sexenios en el principio pragmático que enunciaba Reyes Heroles en 1972, al responder a los críticos del institucional: ``el que resiste, aguanta'', decía.

7. De la Madrid, Salinas y Zedillo conservaron en consecuencia al partido por ser éste funcional y a las políticas del monetarismo, dándole: a).- las mayorías legislativas necesarias para desmantelar al Estado surgido de la Revolución, así como b).- un aval a la política ``de pactos'', para convalidar las medidas de ajuste y, sobre todo, c).- un amplio respaldo en la tarea de control político. De ahí que no hayan tenido un proyecto alternativo, y se hayan limitado a disimularle al PRI algunos de sus rasgos estatistas y a aceptar que los partidos de oposición fueran alcanzando mayores espacios políticos.

8. Sin embargo, los hechos están a la vista. El grupo de Carlos Salinas ha mantenido al PRI como un organismo de Estado no sólo con el objetivo de poder imponer las políticas neoliberales, sino también con el de utilizarlo como un instrumento para encubrir una serie de actividades ilícitas que les han permitido apoderarse de buena parte de la riqueza industrial y del sector financiero del país.

9. El gobierno de Ernesto Zedillo no quiere (o no puede) hacer la verdadera reforma política, que abriría a México las puertas a la modernidad, y que implicaría aceptar la democratización del PRI y su separación del gobierno, por una razón sencilla: El PRI cumple un papel primordial en la imposición de las políticas neoliberales y la defensa de los intereses trasnacionales, pero también en el encubrimiento del grupo salinista, del cual Zedillo forma parte.

10. Al ponerse de manera tan reiterada la camiseta partidista, Ernesto Zedillo no logra más que evidenciar el desastre priísta y el pánico de Los Pinos. Defiende no los intereses de un partido político sino los de un grupo que está prevaleciendo sobre la nación.