La Jornada 28 de diciembre de 1996

Las copias de ropa y fragancias, ``para dar el gatazo'': vendedores

Con la aplicación de cuotas compensatorias de hasta mil 200 por ciento a los productos chinos, en 1993 cobró auge la fabricación de productos falsos en México. Antes era la importación indiscriminada de mercancía pirata, la cual dejaba ganancias de hasta 150 mil dólares por contenedor, que entraban por cientos al país cada mes.

En el caso de la ropa, señala David Show, representante legal de Levi's en México, tras la medida arancelaria se instalaron cientos de pequeñas fábricas con 25 trabajadores, en promedio, cada una, y que se encargaron de surtir a la industria de la falsificación. Estas micro empresas operan en lugares apartados, a menudo en rancherías, y tienen una producción de hasta mil 500 prendas por semana.

En algunos casos las autoridades saben a ciencia cierta en donde se encuentran estos centros de falsificación, pero es poco lo que pueden hacer. ``Sucede igual que en Tepito: cuando el gobierno trata de entrar a hacer un operativo los rechazan con violencia. Es lo mismo en estas zonas'', comenta Show. De hecho, personal de Levi's sufrió en carne propia las consecuencias de la lucha contra la piratería, pues durante un operativo en Moroleón, Guanajuato, los habitantes los coparon, quemaron las camionetas en que viajaban y amenazaron con lincharlos.

Esta situación agregó un nuevo elemento al combate contra la piratería: la negociación con los mismos falsificadores a cambio de información. ``Se han hecho muy sofisticados'', señala. ``Ellos siempre saben a dónde van y nosotros tenemos que andar tras ellos, incluso ya no almacenan grandes cantidades de mercancía, como al principio''.

Hoy un operativo se considera exitoso cuando se decomisan tres mil prendas, pero hace tres años se lograba asegurar hasta 15 o 20 mil pacas de ropa en cada incursión. En promedio, armar una de estas acciones tarda entre seis y ocho meses tan sólo en los trámites legales, y cuesta en promedio 20 mil dólares, según informó el representante de Hard Rock Café, Héctor González.

Por lo pronto, al parejo con la sofisticación que alcanzan los piratas, las grandes empresas como Levi's añaden cada vez más elementos para garantizar la autenticidad de sus productos. Por ejemplo, los botones, que deben ser de cobre o aluminio con el nombre de Levi's por el frente y círculos grabados en el reverso; además, traen el número clave de la fábrica donde se elaboró la prenda y se colocan en una línea de cinco unidades en la bragueta.

Otra señal para descubrir si el pantalón es o no original es que el número de la etiqueta de mantenimiento debe coincidir la serie de la etiqueta exterior, la cual debe ser de piel. Existen, además, otras 44 señales diferentes para la autentificación de la prenda. Pero la mejor garantía para evitar una estafa es, indica David Show, comprar el producto en tiendas especializadas. ``Levi's jamás va a vender en los tianguis'', advierte.


``Señora, no tire su dinero, le compro sus botellas de perfume. Sólo llame y nosotros bamos (sic) por ellas''... reza un escueto volante que recorre las calles de la ciudad de México. Tentadora oferta para muchos si se toma en cuenta que por cada frasco de Tresoire o Scape se pagan 30 pesos; por el de Amarige o Carolina Herrera, 35, o bien 20 pesos por el de Polo Sport o Poissone.

Esto es parte de la tecnología que se utiliza en México para falsificar perfumes.

Pedro Infante, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Perfumería, detalla lo sencillo que puede resultar ese ilícito: ``Los laboratorios clandestinos o pequeños talleres se dedican a comprar a los pepenadores o barrenderos las botellas originales de perfumes de marcas famosas, las cuales rara vez son sometidas a una esterilización.

``Los falsificadores en pequeña escala adquieren en las tiendas de fragancias del Centro de la ciudad de México las esencias necesarias para llenar las botellas'', asegura. En cambio, los laboratorios que trabajan en gran escala cuentan en ocasiones con un cromatógrafo de gases, el cual reproduce algunas esencias, pero la permanencia del olor es muy corta, añade.

En determinadas imprentas mandan a hacer los estuches de cartón y cumplido este paso quedan listos los perfumes para venderse en miles de puestos de ambulantes, y mientras un Carlo Corinto original llega a costar hasta 400 pesos, en esos locales se adquiere en 160 pesos; el Channel Coco, de 700 pesos, es ofertado en el tianguis La Paja en 220 pesos. Y así por el estilo.

Aunque también existe todo un ejército de vendedores que van de casa en casa o de oficina en oficina vendiendo sus fragancias en abonos, ya sea en pagos semanales o quincenales.

Sólo que la diferencia entre el perfume original y el falsificado es que el olor es tan efímero que a los cinco minutos se ha esfumado la fragancia y se lleva por largo rato el olor del alcohol encima.

Es claro, afirma el dirigente empresarial, que resultaría extremadamente caro para una empresa o un laboratorio clandestino crear fragancias propias, pues ``hay perfumes originales que tienen hasta 25 mil esencias y sus botellas son verdaderas perfecciones de ingeniería... Eso es casi una obra de arte, y como toda obra de arte todos quieren falsificarla.

``La piratería, a final de cuentas, es un gran negocio, porque de lo contrario nadie lo haría...'', afirmó.