Dichosos aquellos que se quedaron en la ciudad de México durante estos días posnavideños en que el tiempo se hace suave, lento, laxo, que permite hacer poco, mucho o... nada. Que da la posibilidad de disfrutar lugares que normalmente no se visitan: Xochimilco, Teotihuacan, el espacio escultórico de la Universidad o el inagotable Centro Histórico, con sus mil maravillas arquitectónicas, gastronómicas, artísticas, comerciales y de la más pura frivolidad.
El gozo comienza al caminar sus calles --viendo hacia arriba, por favor-- para ir apreciando las bellas construcciones de diferentes épocas. Las voluptuosas coloniales de avinado tezontle adornadas con fina cantera plateada, labrada cual fino encaje. Para mencionar sólo algunas: en la calle de Madero, el palacio de Iturbide, el del marqués de Prado Alegre y las casas de Borda; éstas se entreveran con las decimonónicas de colorida mampostería y nuevamente la noble piedra grisácea, cobrando vida con formas afrancesadas, según lo impuso la moda que tomó auge en el porfiriato. En la misma vía hay varios ejemplos de ello, como el edificio de La Esmeralda, conocido así por la lujosa joyería que lo ocupó por décadas, o los que se encuentran en la contraesquina.
No faltan algunas muestras del Art Noveau y del Decó; de este último, ni más ni menos que el edificio del Banco de México en 5 de Mayo, en donde está también un ``rascacielos'' de siete pisos ¡elegantísimo! El ecléctico se dio vuelo y tenemos palacetes de ese estilo, como el imponente de Correos y el antiguo de Comunicaciones, en la plaza Manuel Tolsá, que compiten en grandiosidad con el de Minería, hermoso ejemplo del neoclásico.
Desafortunadamente hay varios casos de estilo ``neoculonial'', ``pobrenzal'', ``art-nacó'', ``desfuncionalista'' y varios otros igualmente horribles, que pronto tendrán que ser rehechos, pues son de tan mala calidad que están muy deteriorados. Frente a esto hay que cerrar los ojos y sólo dejar penetrar las imágenes bellas, que son la mayoría.
Otro agasajo visual son las exposiciones. Ahora hay varias suculentas: El Museo Nacional de la Estampa, en la hermosa Plaza de la Santa Veracruz, presenta ``David Alfaro Siqueiros, técnicas y procedimientos en su obra mural''; suena interesantísimo, pues el artista fue un innovador, al grado de que fue maestro de algunos de los ``grandes'' de la escuela norteamericana, que ha sido la madre de la pintura moderna contemporánea; entre otros de Pollock, cuya obra, por cierto, está exhibiéndose actualmente en el Museo de Arte Contemporáneo, que ha organizado una muestra impresionante de esos artistas, única a nivel internacional y sin duda la más importante que de ese género se ha hecho en México.
En el mismo Museo de la Estampa se puede apreciar la gráfica que realizó el delicioso pintor ruso Marc Chagall en torno a la Biblia, para la fábulas de La Fontaine y para la novela Almas muertas de Gogol. En virtud del centenario de Siqueiros, el Museo de la Ciudad de México también se hace presente con una exposición de esculturas monumentales, al igual que el Museo Nacional de Arte, que expone la perspectiva de una década, aún poco conocida, de la obra del genial artista. El Centro de la Imagen, en su espacio de la Ciudadela, modernísimamente restaurado, enseña la visión que tuvieron de México los extranjeros, a través de las fotografías del magnífico artista de la lente, el francés Henri Cartier-Bresson, y de su paisano, igualmente bueno, Bernard Plossu; los trabajos de ambos son de las primeras décadas de este siglo.
El Palacio de Bellas Artes, por su parte, se luce con ``!Buñuel¡ La mirada del siglo''; retrospectiva plástica y documental de la vida del cineasta español que creó un estilo en la cinematografía mundial. La exposición, que se estrenó hace unos meses en el Museo Reina Sofía de Madrid, está compuesta por más de 500 objetos, entre libros, fotografías, esculturas, manuscritos, guiones cinematográficos y obras de Dalí, Tamayo, Miro y Giacometti.
Todos estos atractivos se complementan con magníficos lugares para comer y cenar, como El Danubio, con la mejor comida de mariscos, o ``Bolívar 12'', con sus sabrosos platillos, creación de la excelente chief Mónica Patiño y en donde en la noche hay sabrosa música para bailar. En plan más modestón están las clásicas cantinas con su rica botana gratis; ahora está muy de moda La Faena, en la calle de Uruguay, que tiene los fines de semana a la cantante de la nostalgia Chelo Silva. Al lado se encuentra el ``pomadoso'' Bar Mancera, que ofrece buena comida y dominó. De batalla, La Mascota en Bolívar y Mesones, con una de las más abundantes y sabrosas botanas. Feliz fin de año.