Todo indica que la etapa de acuerdos entre partidos, y entre partidos y gobierno, por lo pronto terminó. Hechos y dichos coinciden en que la confrontación entre las principales alternativas políticas irá ocupando, cada vez más, un primer plano.
Los primeros hechos que apuntaron en el sentido mencionado fueron tal vez los que rodearon a la aprobación, por los legisladores del PRI solos e incluso con algunas disidencias dentro de sus filas, de una reforma electoral no consensada en su fase final. En la misma dirección apuntaron numerosas declaraciones, no sólo de dirigentes partidarios sino del Presidente mismo. Uno de los hechos más recientes que completan el cuadro, también publicados en estas páginas por cierto, es el cambio que se gesta a la legislación local en Campeche, para obligar a la candidata del PRD a la gubernatura a renunciar definitivamente al escaño que ocupa en el Senado. Otro más, la posible desaparición de poderes en el municipio de Monterrey, afectando a la administración panista del mismo durante el proceso de competencia por la gubernatura de Nuevo León, en la que el PAN parece ser el principal competidor del PRI.
A medida que esta situación avanza se producen casos, en cierto sentido, paradójicos. El PRI y el gobierno modifican la legislación en términos tales que, por ejemplo, si el PRD repitiera en 1997 su votación de 1994, en vez de obtener más diputados que en este último año, como hubiera sucedido con la legislación que se había consensado, obtenga menos diputados. Eso impulsa al PRD a plantearse como meta principal, si nos atenemos a lo declarado por su principal dirigente, el que el PRI no obtenga el 42 por ciento de los votos. Esto último se relaciona con el hecho de que si el PRI no llega a ese porcentaje de votación, no tendrá derecho a que se le ``complete'' la mayoría de los diputados. Por eso mismo los partidos de oposición obtendrán más curules y, conjuntamente, harán mayoría en el Congreso, como sucedió con algunas diferencias en el caso del estado de México en la reciente elección.
Sin embargo, el que el PRD se fije como meta principal la reducción de los votos del PRI y no el aumento de los propios, en una situación en la que las encuestas y los resultados parciales apuntan a que el PAN sea la fuerza opositora con más votos, beneficia a este último partido. Si de lo que se trata ante todo es de derrotar al PRI, no serán pocos los que consideren que la forma más fácil o más factible de lograrlo será votando por el PAN, independientemente de las posiciones políticas de cada partido.
En este escenario, entonces, puede recordarse aquello de que ``nadie sabe para quién trabaja''. Las acciones de endurecimiento desde el gobierno y el partido gobernante favorecen un acercamiento entre las fuerzas de oposición, y posiblemente un escenario más difícil para el propio gobierno durante y después de las elecciones de 1997; al mismo tiempo, al apoyar ese acercamiento, los pronunciamientos salidos de dirigentes del PRD pueden favorecer a la hasta ahora principal fuerza opositora, el PAN.
En todo caso, la etapa de los acuerdos y consensos entre los partidos y el gobierno terminó, luego de dos años de altas y bajas en el diálogo. Es bueno tomar en cuenta este cambio. Que si luego de las elecciones vuelve otra etapa de ese estilo, ya se verá, y, además, eso dependerá entre otras cosas de los resultados electorales. Las palabras y las acciones de confrontación que hemos visto, por lo mismo, no serán las últimas, ni mucho menos.