La Jornada Semanal, 29 de diciembre de 1996


Treno: un poema metafísico

Sergio Fernández

Novelista (Los peces, En tela de juicio), memorialista narrativo (Los desfiguros de mi corazón) y ensayista (La copa derramada), Sergio Fernández ha combinado el rigor con audaces búsquedas formales. En este ensayo se ocupa del libro de poemas de Josu Landa, Trenoa la mujer que se fue con el tiempo, que obtuvo la edición 1996 del Premio Carlos Pellicer.



Empezaré por aclarar el epígrafe: "...quare mors inmatura vagatur?", aplicado preferentemente a las lamentaciones de Jeremías, ya que no es lo mismo un poema que se apoya en un epígrafe bíblico que el que no lo incluye. Utilizarlo es algo definitivo, fuerte y absolutamente trascendente. En este caso la literatura se podría dividir en vdos ramas, la burguesa y la de carácter religioso, la Biblia entre los occidentales. "Treno" es un largo poema no tanto por el número de versos sino por su condensación y difícil acceso de lectura, además de una intención espacial que al matar al tiempo (Cronos literalmente es abatido, y en lugar de tragarse a sus hijos por ellos es devorado) viaja a las regiones siderales atravesando las más bajas capas del espacio para unir al planeta Tierra con Saturno que representa, la primera, la pequeña madre que mata, y la última la gran genitriz que desde arriba desde el "Allá" nos presta aliento abatiéndonos en este suelo donde no siempre alegremente aspiramos la vida:

Y si la Tierra en un seno guarda cuatro colores que representan los puntos cardinales, los vientos, los arcángeles, el cambio de las estaciones, la esfera de Saturno es gris tirando a incolora, como será blanca la más alta, en cúspide, del Empíreo.

Se trata de un poema esotérico en el más estricto sentido del vocablo, no únicamente porque el viaje de la palabra empieza a partir de la muerte de una mujer amada, sino porque el poeta, víctima de su audacia, es llevado por un remolino de vientos si así puede llamárseles que lo azota impíamente para arrastrarlo por los espacios, aun cuando su inteligencia rectora lo redima cuandopone punto final a la creación, ya que en este caso la existencia (por medio del arte) le presta la ubicuidad necesaria para no desmayar y colocarse en la Tierra, donde pienso (sin ninguna seguridad pues es un poeta-duende) que escribe, sentado en una alta peña al lado del abismo hasta abandonarla en una suerte de levitación por medio de sus introspecciones de alborada que lo colocan ya en una constelación, ya en una luminaria o a cielo abierto, sacándole provecho a lo mirado, sobre todo a Mercurio, el planeta de sus predilecciones por ser el de la inteligencia aplicada; porque comunica y abre los caminos del pensamiento; porque burla a Apolo en su digna soberbia basada en su frialdad y en su hermosura, robándole el ganado, es decir, lo preciado: me refiero, claro, a su parte del Olimpo. Por eso, al ser Mercurio de una coloración verdosa, Treno lo será como una esmeralda de irisaciones volátiles de una hermosura amplia, celestial; como lo es, acaso, el cuerpo astral de la mujer ya ida.

Es en este firmamento, benigno y maligno a un tiempo (puesto que sigue siendo pensado por los hombres), donde sucederán las cosas que ocurren en el interior del poema, tan extrañas como una huella dejada en el espacio. Por lo pronto el "cuerpo astral" de la amada muerta envuelve en una red invisible al poeta desde la Tierra (a la que naturalmente ha abandonado) a Saturno representante del Conocimiento y la séfira opuesta, la Sabiduría, ambas "esferas" colocadas cerca de la cúspide, la Corona cuna de la Divinidad, triángulo supernal de un Universo a medias conocido, a medias intuido, que el hombre aspira a atisbar por medio de metafísicas extrañas, ensueños, fe y naturalmente la ciencia, desde Galileo y Giordano Bruno hasta Newton o Einstein. Actualmente nos estremeció poner los pies en la Luna y contemplar las miríadas de entidades celestes acercadas inverosímilmente por telescopios de gran alcance y los cohetes de Cabo Cañaveral; pero todo ello lo conoce el poeta desde antes (...quare mors inmatura vagatur?), desde mucho antes, al apoyarse en la imaginación que como las corazonadas nunca falla si está bien dirigida, además de que el Universo no traiciona jamás a los poetas, para quienes siempre se abre como una granada de colores amarillentos y granates.

El nuestro me refiero a la Tierra es el más complejo planeta del Árbol de la Vida, al que si menciono es por dos razones: porque observándolo será más fácil comprender el Treno, y porque ademássi alguna metáfora utiliza Josu Landa para dirigirse a la amada es el follaje, las matas, la espesura de oscuridad que tiene en su altura, porque los árboles como el vuelo de Bertha son verticales y no miran atrás. Somos parte (la rama frágil) y al mismo tiempo representamos un Todo que podría ser un roble. Nuestra separación del Empíreo (la más alta de todas las luces imaginables, es decir, la Corona) se debe bíblicamente a la caída, a la que cito porque Josu Landa es un ser de naturaleza metafísica. Con la muerte una vez descarnados nos volvemos a elevar desde el mundo de la materia baja y corruptible a la inclinación que como seres (vivos o de ultratumba) tendemos a develar el misterio del infinito, que no acaba, por supuesto, con la terminación del "Acá". En principio el cuerpo astral, según el Treno, sigue desplazándose por el Empíreo buscando su lugar, si alguno tiene porque según esto no es un "absoluto" que acoge particulares centellas dispersas de luz, las de aquellos que fueron los vivos. Pero mientras nuestra lección la de la encarnación no quede suficientemente aprendida, no habrá dicen los libros de Hermes y los poemas esotéricos progresos ulteriores. El alma, en la campanada de su desprendimiento, posee un instante para decidirse por la reencarnación el Samsara o por la integración al Cosmos: el Nirvana. Pero éste, eterno y oscuro como un oscuro mar eterno definido por negatividades, pues no se sabe lo que es, da tanto pavor que se acaba por volver al colorido acostumbrado al que ya hemos dejado: el propio óvalo zodiacal, maligno nido de la reencarnación. Lo terrible es que en ese único instante que tenemos para escuchar la voz del Cosmos se nos dicta una sentencia para saber nuestro designio y nuestra meta, pero nuestra flaca memoria no nos ayuda y llegamos a la Tierra sin saber por qué estamos aquí, perdido el sentido de nuestra existencia. Y la memoria del cuerpo sirve de bien poco en nuestra ayuda metafísica. Es éste, en rigor, el meollo del Treno, su máxima aunque no abierta enseñanza.

Por ello principio y fin en esta vida poseen una afirmación que les presta la fuerza y la estabilidad de la Tierra, la del barro que conforma un cuerpo que por lo pronto e instantáneamente nos cobija: se trata de una treta más de la existencia. Uno debe recrearse en el columpio del propio elemento (de la dicha de ser, o sea la vida, a la dicha de haber dejado un cuerpo corruptible, o sea la muerte) antes de invocar cualquier luz que provenga de lo alto, lo que la Cábala llama la Corona y que si menciono es porque viene a iluminarnos en el recorrido que pretendemos lograr en el laberinto de estos sutiles versos (finalmente silenciosos) que Josu Landa ha elaborado. Porque no es fácil, no, encontrar un poema culto, fuerte, esotérico, amplio; un poema que intenta aprisionar, en unas líneas, el misterio del Más Allá.

Se dice que los primarios símbolos de nuestro planeta son cuatro: el "Altar del Cubo Doble" (doble en el sentido de que uno puede utilizar los cuatro elementos mientras que el otro es su potencia) y la "Cruz de Iguales Armas" (que nos defienden hacia los puntos cardinales), mismas que representan los elementos materiales del Universo, cuyo control debe desatarse porque vienen los desastres que encarna Plutón, señor del oro y de las profundidades infernales. Los otros dos son el "Círculo Místico" que define y encapsula el denominado suelo sacro (nuestro barro lo es), y el "Triángulo del Arte", en el cual la evocación toma lugar. La poesía evoca porque trae algo de otro plano a la manifestación física, generalmente por medio del uso de la fantasía como vehículo esotérico. En este caso se trata, en una palabra, de un "treno", es decir, de una "oración" interna aunque de naturaleza más práctica, ya que el arte parte de una materia conocida la palabra para convertirladespués en algo diferente la palabra poética, palpable pero a la vez huidiza en su plena espiritualidad.

En cuanto a Saturno donde el viaje del poema termina, es un planeta encubierto por un oscuro velo en el que los colores se hallan escondidos porque alojan el misterio, la profundidad y el silencio, a pesar de lo cual es una séfira de la tríada, o sea el "hábitat" de la Luz Suprema. Velo oscuro significa no lo negativo peyorativamente sino lo incomprensible. Su esfera de operación es el descanso, y concede formas y similitudes que se hunden en la materia caótica y que rigen la esfera de acción del planeta Saturno, representante de una experiencia cruel que, transcendida, lleva al hombre a la Sabiduría, salida precisamente de ese caos al que también el planeta de los anillos representa. Es el ambiente espacial, aquel en el que en la Tríada Superior se gesta invisiblemente la lucha del bien contra el mal para intentar vencerlo, lo cual no se cumple hasta séfiras abajo, al llegar al centro del Árbol, donde se hospeda la luminaria a la que llamamos el Sol, sitio donde los dioses denominados "activos" se "sacrifican" por la humanidad. Osiris, Buda, Rama Krishna, el Cristo. Pero no es esta esfera (me refiero al Sol) adonde por medio de la palabra llega el cuerpo astral de la mujer amada, sino a Saturno madre formadora, madre creadora de la destrucción al mismo tiempo, porque como quiera que sea el ascenso del cuerpo astral va ya dije de la Tierra al planeta de las más estremecedoras experiencias que padecemos en la vida: al "sol negro" que inventaron los griegos. Y como Josu Landa (como si no fuera filósofo) transita con desparpajo estos ambientes, sabrá que aquí moran los ángeles llamados Aralim, entidades denominadas también el Orden de los Tronos, al lado, naturalmente, de los Querubines. El mundo de la Corona se reserva a la Divinidad rodeada de los Serafines.

Así pues el poeta nos convida (como a él la mano de la amada muerta) a la lectura de un poema caprichoso y altivo, soberbio en cuanto desde el Allá quién sabe por cuáles razones deambula con la misma facilidad que Dante cuando desde el Paraíso Terreno deja el cuerpo físico y guiado por Virgilio remonta hasta el Empíreo, que es "levar un cuerpo cada vez más tierra y agua". No en balde ambos poetas son citados por Josu Landa en este poema sin rima suelto como el espacio, ceñido por un ritmo calculado y preciso, aunque aparentemente irregular y, como ya lo apunté, obediente a un enmascaramiento caprichoso, pero antifaz al fin. Ahora me pregunto es un poema en prosa? No; es un poema en verso que por principio de cuentas va al encuentro del estilo del escritor. Porque todo texto dicta y exige una sintaxis que, mientras no se cumpla, fracasará. La página en blanco (enemiga de la poesía), en la medida en que deja de serlo para adueñarse de esa otra álgebra que se llama palabra, en esa medida tranquiliza al poeta y, en cierto modo, a su lector. Se trata de versos libres de ataduras, sin puntos o comas, ya que éstos requieren del descanso para que los pulmones en español respiren cada ocho versos exactamente, no a la manera del francés de Mallarmé en su "Juego de dados", es decir, palabras según nos dice falsamente dispuestas al azar, sino puntillosamente bordadas, como lo hace en "La tarde de un fauno". En el Treno (que yo sepa, único poema post mortem en castellano) la puntuación resulta innecesaria por ser producto temporal, cambiante y suplantable; en cambio es trastocado por espacios que entre una y la siguiente palabra dan idea de una continuidad sin fin, la del "aire" que fluye en unos pulmones que no necesitan caballos de posta. Los blancos sostenidos entre los propios versos exigen y obligan al descanso.

Como vemos, se trata de un texto inusual, sorprendente aun para nosotros, cuyos poemas en español son excelsos y que, por cierto, uno de ellos Muertesin fin es compañero del Treno de principio a término. Pero el asunto se complica si indico que se trata a mi modo de ver de dos seres (el narrador y la muerta) entrelazados con otras presencias a la manera de una tragedia griega: pues por una parte existen las personas dramáticas y por la otra un "coro", que no repite el diálogo sino que lo distiende, explicándolo en cierto modo. Este coro, empero, varía levemente de concepción y de sintaxis. Veamos un ejemplo, cuando tal vez se refiera al puñal que es la brevedad de la existencia: "pero sólo lo sabes si te toca"... "pero sólo lo aprendes si te alcanza"... "pero sólo lo notas si te abrasa".. "pero sólo se revela cuando te ataca"... "pero sólo lo intuyes cuando mata". Las palabras, plurivalentes, sólo nos dejan suponer, nunca afirmar. Es este puñal metafísico el que da la muerte? Para el caso es lo mismo. Todo es tan enigmático como los "Enigmas" de sor Juana.

El Treno comienza por un verso engañosamente simple: "empiezo por tu historia de tus últimos días", fementida afirmación porque en realidad comienzapor la muerte aunque la enfermedad quede incluida más tarde; engañoso también porque es antecedido por el misterioso y ya citado epígrafe de Lucrecio ...quare mors inmatura vagatur?, y por los versos siguientes, a cual más complejos, pues el poeta no puede ni quiere hacerlos accesibles. El desprecio al vulgo es herencia del lado de los grandes: Quevedo, Góngora, Gracián, Lope mismo. Va todo ello dedicado a una muerta pero no al lector, a quien no toma en cuenta porque su cuento es ése: desembarazarse de un auditorio al que por lo demás tranquilamente ha vampirizado antes de la misma escritura. Desprecia al vulgo digo como todo poeta que elige minorías. Y ahora me permitiré "explicar" con ejemplos en qué reside la dificultad, ya que la palabra en uso está en uso (no es de diccionario), aun cuando a veces haya neologismos o vocablos "en fuga" que no están en ninguna parte y mucho menos en una acepción precisa; en fuga, digo, como los incluidos en poemas barrocos, a los que uno por mucho que lea jamás aprehende. A partir de aquí la barrera más grande es el enorme espacio del que hablé ("en la espalda el velamen con su rumbo a los cielos"), comprensible al menos para mí sólo a través del Árbol de la Vida, o sea la Cábala simbólica. Ir desde el umbral de la muerte hasta los más remotos pasajes siderales lo aparta de los místicos españoles presentes aquí, allá y acullá quienes, por lo contrario, no parten de la muerte sino de la vida en cuanto muerte y por ello in corpus vuelan al cielo y expresan lo contrario de Landa: "y ésa es luz que nos posee con dolor" y sólo con dolor. En cambio la mística española es optimista y si se quiere,alegre. Al dolor del Treno hay que agregarle la cimbra filosófica (ausente en primer plano), la metafísica (presente en todo el poema, en sus muchas complejidades); la de la metáfora, cuasi evitada: (el "plumaje", refiriéndose al músculo; el "mamífero aciago", refiriéndose al cuerpo) que al arrastrarlo hasta Góngora, lo llevaría a un terreno demasiado sensual como marco de referencia cuando, por lo contrario, es un poema de esqueleto astral. Pero a la imagen, tan socorrida (se trata de un poema-imagen), se añaden a veces dos versos que en forma por demás compleja enuncian una transmutación la de la imagen misma, ya que expresa los objetos poéticos analógicamente, pero desarticulados, como en este ejemplo: para qué decir banco de peces cuando en el poema se desatan "las partículas o cardúmenes del tiempo"? Para qué hablar de cuerpo cuando es ya "cresta secreta en el lomo luz de la galaxia/ elemento y sólido tal vez pero de otro modo que materia"? La imagen enuncia formas diversas con hilos aferrados a un referente determinado; la metáfora en cambio muta las cosas de un nivel tradicional a uno hiperbólico, acordándose ligeramente de la realidad de la que parte. Pero como todo poeta es singular, en este Treno la imagen se hilvana a la imagen, como en Góngora la metáfora a la metáfora, o como en Lorca se da un ensamblamiento de las dos.

Existe asimismo (reitero) la conceptual que no verbal repetición de los vocablos: "son otros ojos aunque artífices grises no del ser". O también este ejemplo radiante: "otros cauces otras fauces también otros trances", que se apoyan en sendos silencios cargados de sentido y de muerte.

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Dedico ahora a atisbar los núcleos expresivos más importantes del poema, basados en las palabras luz, muerte, vida, más allá: todas inextricablemente separadas; todas enmarañadamente escritas para que no se puedan escindir, ya que el espacio lo recibe todo en su seno de flor abierta. Así, entiendo que la amada es "puro aire abandonado por la luz o sea la dura sombra del ser". Ella, muerta, ocurre "en el suelo ágil del fuego/ al fin es un lecho de luz la piel y nave de tu nueva carne", versos en los que se denota que ningún poeta logra prescindir del vocabulario de los seres vivos, por muchoque lo quiera, aun cuando el deseo enuncie y anuncie al deseo. Saturno que, repito, se halla en el triángulo más alto del Urano se encaja (él mismo oscuro) en la "luz astral" de un "ópalo" (palabra misteriosa como la piedra misma, cambiante, acechante, ambigua, engañosa) que está en lo alto, puesto que la vida ni la ve ni la vislumbra: sólo la ciencia con sus potentes microscopios vuelve al ópalo (después de desentrañar de qué están hechas sus moléculas) en algo tan misterioso como el ópalo mismo. Por eso la luz (imagen en sí misma) no puede inscribirse sino en cuanto imagen: "áureo esqueleto de la inmensidad" bellísima expresión, además de ser "faro, "vislumbre"; en cuanto a la amada, es "unión de toda carne con los astros", cosa que me recuerda el horóscopo post mortem que Maru Cuesta le hizo a Jorge Cuesta y que en mi poder tengo para intentar desentrañarlo. Pero siguen sucediéndose ya la imagen "no es ya lágrima la que cura y resucita", ya de vez en cuando una metáfora, pues también la luz es "fractas de oro" o una "hermandad del rayo" que no cesa y que nos recuerda a Miguel Hernández o a la "Hermandad de la luz" creada por Yeats y sus discípulos, cerca de la misteriosa Madame Blabatsky. Este es un poema asombrosamente culto, sin erudiciones que estorben su tan indiscreta elevación.

Aquí se intercalan también antinomias por qué no?: la luz es "sombra dura". No somos sino sombras, exclusivamente "una procesión de sombras" como dice la Woolf. Por ello se deduce que la sombra contraria la dulce, la suave, la transparente es la del cuerpo astral o la del arte, único cuerpo que se adhiere a los cuerpos extraños para ser comprendido. Pero todo lo que se ve al modo de las metafísicas orientales es mentira porque "el tiempo acaba con las falsedades del tiempo". Y entrelineadamente se convoca de nuevo a la palabra, aun a la cacofónica, a la que no hay que temerle: "foco loco"... "y brujo el flujo"... "ardes y partes"... "ya idas y otras alas caídas".

Por su parte la muerte umbral único de la partida y en ello excepcional no es una sino varias, aunque se privilegie a la individual ("vueltas que da la muerte para ser tu muerte"), pero además están implicadas las otras de las que es dueño Quevedo y las nuestras mismas, comenzando por el poeta y su lector, por la humanidad y el narrador. Entre ellas está la "luz falsa" que es el abandono de este cuerpo al que también dejaron atrás, en vida, los iniciados, como San Pablo, San Francisco, la Virgen, Santa Teresa pero no San Juan de la Cruz (al que le cortaron la podre día a día con las tijerillas del cirujano), acaso el poeta más admirado por Josu Landa. Esta luz nuestra por ello no es sino una máscara y el fin "es álamo como alma en brama bajo un cielo impuro", lo cual explica sin esclarecer a la horrible muerte "como bestia" que, por otra parte, es la renuncia del espíritu, el Averno. Aquí, el poeta aclara el fin de los fines por medio de su más anheladas imágenes. Pongamos atención: "rosas de agonía plantando su vaho en suelo más remoto" o "el sol orfebre que esculpe a ciegas tu falaz osario", excelsas frases que no excluyen otras, ya que es un camino que se hace "de sueño y cordaje". A fin de cuentas la respuesta es que somos "carcoma" (lo que causa la lenta destrucción de algo); por eso, retóricamente para acaso burlar a la muerte el poeta propone al "otro", un ser vengativo, "de acero y cuarzo", pero "no de materia viva", como cualquier robotde los que, por ajenos, nos agitan inquietamente por mucho que la ciencia nos inclina a favorecerlos.

La eternidad si existe se pretende en el "azul blando"... "símil oscuro dice cuando la flor ofrenda al tiempo sus encantos". He aquí, de nuevo, la afinidad con "Muerte sin fin": "...tus no-ojos/ nichos bien cavados en el ojo azul (y único) del firmamento" Pero no dice Gorostiza que Dios es azul; que "tiene que ser azul"? La eternidad es el agotamientodel "yo" para alcanzar el "ya". Es ahora cuando existen afinidades electivas con el Nirvana, ya que "no es sólo muerte la llamada muerte"; es, sí, una "gran verdad", sea ésta la que sea. Entonces el "Allá" se define, como el Nirvana, por sus lados negativos (los que no contemplamos sino a través de falsas imágenes). Por ello "no es simple tumba sino también vergel"... "no es simple verbo sino gracias al verbo". El no como estribillo veintitantos versos agrupados en cuartetos más un quinto, suelto, son prodigiosos:

Aquí de nuevo evocamos al "ópalo", pues la muerte es "mudarse a una gema" honda y henchida de Empíreo, pero también (y ya que de una celeste joyería se trata) es "una esquirla pura" en la que cesan las obligaciones dantescas de una química en la que el tiempo fenece se retira "a manos de una seda sideral". De aquí a decir de la imagen de una muerta que "eres el brillo en la navaja del alba/ la perla fértil y caliente del himen del deseo" no hay más que dar un salto. No es necesario añadir que se trata de un poema del dolor, de la reflexión, de la asfixia insomne, del sigilo, de la meditación escalofriante. En fin, se trata de un poema imposible, sin lector inmediato porque el sufrimiento, aunado a la dificultad, da como resultado una aridez paradójicamente acuosa, no desértica.

Por su parte, la vida no es más que una metáfora, acaso unos "dardos lanzados al infinito", como me dijo una "entidad" en una sesión espiritista. Pero será también la savia que asciende al Urano? Si la amada es el árbol, ella misma no es sino boscaje, pájaros escondidos en ramajes, guacamayas hundidas en verdosa invisibilidad. El poeta en ocasiones grita desesperadamente: "Tu vida fue volar contra el vidrio que nos separa de la vida", como si al escribir el verso se acordara de la pequeña pieza dramática de Yeats, "El vidrio bajo la lluvia", donde las transparencias se ahogan en sí mismas, aunque una es la vida de la vida y otra la vida de la muerte. Josu Landa contempla a la vida en cuanto mito, núcleo de realidades ciertas pero invisibles: es "el martirio de la densidad" que también hace eco de Dante y su Comedia. Y así podríamos no acabar de glosar a un poema exhaustivo porque también opina sin ambages: "hondo escorzo de vida por ello valioso en sí más que la vida". De aquí en adelante qué puede asombrarnos que ella, cuando muere, "se mueve lejos de sí misma"?

El "Allá" no es concebido como el final de un todo, ni el poema delata un materialismo grotesco. Por lo contrario es un "fundamento nuevo", como aquellos que roban al mar sus aguas para fincar lindas viviendas que miran al océano. Este texto en la muerte delata que el "Allá" es "libertad del ojo que suelta la escama indebida e intrínseca"; se trata de "el último milagro el más profundo" en el que todo se metamorfosea menos el aura, gracias a una trinidad "intacta con las formas del fuego y la palabra". Se insiste ahora en el ópalo, el "Uno", se trata de un "sol antiguo y lustral" en el que ella bien cala "la esmeralda del paisaje" uránico. Pero cosa única en un poema de este tipo desde el "Allá" (como Platón en La República) ella puede juzgar y jugar con la Tierra, que es un enorme corazón. La amada y el Urano no pueden ser, por ende, sino la misma cosa. Se trata de "el vértigo de virar lo muerto y lo vivido".

Hay en todo esto la reiteración de la palabra "virgen"; es un nuevo "tú", lo que significa que se es de nuevo virgen al morir, bella expresión que nos convida, sin ansiedad, a ansiar el fin. Pero el vaso comunicante entre vida y muerte es la enfermedad, odiosa porque no respeta la sacralidad del cuerpo. Aquí existe una forma de la biografía que, he de decirlo con franqueza, me disgusta: la de la presencia del hospital, de la aguja inhóspita, del quirófano, los médicos y la enfermera. Es una claudicación a la medicina tradicional y por ende, al narrador que traiciona al poeta aunque las imágenes conserven su máxima belleza: "El altar de bisturíes en que te convertirse/ es apenas un viático más con el beso el verso y la maniobra". Sin embargo, el poeta no puede mentirse ya que la enfermedad es mentira; es "falso fin de tu historia de los últimos días/ última herida es pero herida enamorada del venablo solar y verdadero" porque el Sol es vida y la amada se infiere que baja de Saturno para pedir socorro a los dioses activos que habitan en la más candente de las luces del Árbol de la Vida. Se trata de la Redención.

No puedo pasar por alto que existe un erotismo de ultratumba: "como sea depositas tu cuerpo en mis manos", para después decir "en balde asido a tu mano irreal que ya no toca ni ase". Ello acaso signifique el horror a lo escatológico, que no es lo metafísico en donde encuentro a modo personal que lo más importante del poema es la metamorfosis de la palabra, exactamente como ocurre, por ejemplo, en el vocablo "vaso" de Muerte sin fin. Pero si el Treno es un poema de la muerte, también es un poema de la falsedad porque ahora, para finalizar, la muerte es paradójicamente una "mentida puerta". Yo me pregunto nuevamente ante estas palabras en fuga, cuál mentida puerta? No existe ninguna que nos separa del "Allá"? Qué es entonces este inusual poema además del anunciado viaje de Saturno a la Tierra? Además del amor a una muerta? Yo lo ignoro y por eso le doy la palabra al poeta, para que lo descifre o se quede en silencio tal como corresponde, pues el arte no admite explicaciones fuera de sí, desacertadas, naturalmente, como esta mía: el arte exige siempre admiraciones.