Animados por la donación de un cuadro de Tamayo y por los informes entusiastas de Julio Scherer acerca de las ventas de Plural, un grupo de escritores se lanzó a la tarea, en apariencia imposible, de publicar una revista de circulación nacional y alta calidad literaria. El prestigio de su director, Octavio Paz, garantizaba la participación de los principales autores del idioma; sin embargo, el desafío también pasaba por las procelosas aguas del mercado. Plural contó con el apoyo de Excélsior, y sus colaboradores rara vez tuvieron que ocuparse de problemas como el financiamiento o la distribución. Vuelta surgió como una empresa independiente que aspiraba a una franca participación en la cosa pública: una revista de kioscos, no de cenáculos. Podrían los poemas y los ensayos de elevado vuelo convivir en los puestos con Superman y Susie, secretos del corazón? Sin aspirar al éxito de ventas de Eres, durante veinte años Vuelta ha demostrado que es posible ofrecer reflexiones inteligentes en casi todas las esquinas del país. Vuelta ha sido la principal revista literaria mexicana de las últimas dos décadas. Bastión de la cultura de la letra, no ha hecho concesiones al diseño; la moda posmoderna que exige que los artículos sean meros pies de foto, o que aparezcan como serpentinas en torno a una vistosa ilustración, ha encontrado su más férrea resistencia en la revista de Octavio Paz. Hace poco, un joven amante de los hologramas nos dijo: "Su suplemento está lleno de letras!" Aunque el tatuaje en el bíceps demostraba que sus preferencias visuales eran otras, lo tomamos como un elogio. En medio del cretinismo telemático, Vuelta pertenece a la feliz minoría que celebra que una página esté llena de letras, y sus tirajes de veinte o treinta mil ejemplares trabajan, como quería Brecht, si no para conformar una mayoría del gusto, sí para ampliar el círculo de los conocedores. Toda revista hecha por amigos que comparten fobias y filias tiene un temperamento definido. No es un secreto que para muchos lectores Vuelta tiene un temperamento demasiado definido. La revista ha apostado por causas de largo aliento (la crítica del socialismo realmente existente, del sistema autoritario mexicano y del castrismo) y ha sostenido una nómina básica de colaboradores. Al igual que el arte de la cita, el de la publicación exige seleccionar, extirpar algo del contexto. Las revistas excluyen mucho más de lo que incluyen. A nosotros, mitómanos empedernidos, nos gustaría que Vuelta ofreciera narrativa con la misma constancia y calidad con que ofrece poesía o ensayos; sin embargo, ésa no es la revista que se han propuesto sus editores. Quien desee otras firmas, puede abrir la revista de junto sin mayor neurosis. Pocos ejercicios intelectuales pueden ser tan vanos como el de querer estar de acuerdo con todo lo que dice una publicación y, con excesiva frecuencia, Vuelta es juzgada como un canon unitario con el que hay que comulgar o disentir. Con el número de aniversario, Vuelta regala el cuaderno Reflejos: réplicas, donde Octavio Paz revisa su dilatado match poético con Quevedo. En la página inicial escribe: "Cada vida, desde que el hombre es hombre, podría definirse como un juego, no pocas veces cruel, de los encuentros y los desencuentros." Celebramos en este año que se va, dos décadas de encuentros con Vuelta y sus escritores. Felicidades!
Intelectuales al IFE
Los aficionados al futbol saben que escoger un equipo significa escoger la forma en que uno aspira al triunfo o la derrota. Los ambiciosos le apuestan al campeón y los masoquistas al colero. Apoyar determinados colores equivale a administrar pasiones. Sirva esta digresión futbolera para encomiar las virtudes de quienes durante décadas asumieron el riesgo de irle al Necaxa, el más gitano de los equipos, que durante 57 años se negó a ser campeón, que solía ganar y perder de modo rigurosamente inverosímil y que abandonó la liga para practicar el embrujo de la resurrección. José Woldenberg, presidente del IFE, es necaxista de toda la vida. En los domingos que se deciden en la hierba esto significa dos cosas: congruencia y temple ante la adversidad. Ningún mejor augurio para quien tendrá un papel decisivo en el domingo de elección. En la aventura de encontrar cerraduras para la transición democrática, acompañan a Woldenberg consejeros que han sido destacados editorialistas. Con el fin de no influir en el electorado, todos renunciaron a sus espacios en los diarios. La Jornada perdió así los comentarios semanales de José Woldenberg, Mauricio Merino y Emilio Zebadúa. Por el bien de todos, les deseamos el mayor de los éxitos y, sobre todo, que regresen a contar la historia. |
Dónde quedó el músico?
Entre mis recuerdos figura haber querido tocar la viola, el cello, la flauta y, por supuesto, el piano. Lo intenté, pero no sólo no aprendí a tocarlos, sino que no aprendí nada, quiero decir, ni siquiera un poco de solfeo. Muy pocas veces tuvo la ambición desmesurada tan nulos resultados. Si me preguntan qué es una corchea o un semitono, no sabría qué contestar. Completa oscuridad sobre la materia. Viola y cello no alcanzaron ni el grado de tentativa, ya que no recibí siquiera la primera lección. Pero, eso sí, lograron que desde entonces me sienta vagamente culpable y fracasado. Imagínate lo que pensé de mí mismo cuando supe que el gran John Holt, el temido pedagogo, autor justamente de How children fail, mi caso, había aprendido, pasados los cincuenta años, a tocar el cello. En cambio sí compré una flauta. Era de madera negra, no de plata como la de Jean Pierre Rampal, gorda y sin gracia, y traía a la memoria el instrumento que un músico ciego toca en las calles. Mi profesor de flauta, sonriente, con ojillos vivaces y jugando al mudo, señalaba su oreja, luego me señalaba a mí y, finalmente, decía no con el dedo. Y va otra vez: oído/tú/no, oído/tú/no. Extraña y cruel pedagogía, pero debo admitir que iba al centro del problema y tenía razón. Era tan completamente desentonado que en la secundaria el maestro de música, Ramón Noble O. (Olivares), simpático, querido por la tribu, popularmente conocido como O Noble Ramón, me pedía amablemente que en el coro abriera la boca, pero no cantara. Y yo cumplía, pero, a veces, la emoción me ganaba y emitía voz. Él detectaba la intrusión, se acercaba y me decía "estás cantando, no lo niegues, estás cantando". Qué le vamos a hacer: lo que natura non da, Ramón Noble non lo presta. Debo confesar que también estudié guitarra, no porque yo quisiera, odiaba el instrumento, sino por imposición de mi madre, que consideraba tocar la guitarra requisito indispensable de un joven caballero que va a presentarse en sociedad. (En esa época, cuando en una fiesta por una puerta entraba un guitarra, salía yo de inmediato y como resorte por la otra.) Del maestro de guitarra recuerdo su risa, su alegría de vivir. Tenía la dicha de poseer un espíritu ligero al que todo divertía. Su nombre de tablado era El Gitanillo y usaba anillos pesados, mascaba chicle y cuidaba mucho su coche. Me enseñaba a tocar sin notas, de oído, con eso lo digo todo, a mí que era voluntarioso al cantar, pero tan errático y descuadrado que podía hacer de Cielito lindo una rara e inesperada creación dodecafónica. En el piano logré perseverar. Tuve muchos maestros, desde mi primera maestra a los siete u ocho años, hasta don Manuel de Elías cuando ya había salido de la preparatoria. Por eso me pregunto sorprendido: entonces por qué sólo sé tocar un pedazo muy corto del más fácil de los pequeños preludios de Bach? Mi abuelo materno, don Mariano Diez de Urdanivia y Bello, era primo hermano de don Carlos del Castillo y Diez de Urdanivia, dueño y director de la Academia Juan Sebastián Bach. Esa escuela, hay que decirlo, era ya anticuada en 1907, cuando se fundó. El tío Carlos, que estudió música en Leipzig, se había frenado en Liszt y Grieg murmurando el "no pasarán". Ni siquiera Debussy, demasiado audaz para él, era admitido en su asustadizo y ultrarreaccionario canon. De esa pudibunda academia vino a darnos clase a mi hermano y a mí la señorita Ruperta Castillo, flor y espejo de recato y buenas maneras. Doña Ruperta era fea, de una fealdad, podríamos decir, clásica, arquetípica, del estilo de la que mostraba la gran actriz Consuelo Guerrero de Luna cuando aparecía deliberadamente fea. Es decir, fealdad que deriva no sólo de las facciones, sino de una sequedad erótica, una falta de gracia y coquetería que acaba por resultar agresiva, y por eso replicamos a ella con risas y chistes también agresivos. Ejercicios y más ejercicios, escalas, arpegios, el Hannon, gimnasia digital, y luego, de premio, sonatinas de Clementi, el Libro de Ana Magdalena Bach, pero hay que descifrar despacio, poco a poco. Cuánto tarda en llegar la música. Por eso, con un pretexto u otro, le pedía a Miss Ruperta (así la llamábamos por contagio con la maestra de inglés) que me tocara las piezas, y era delicioso oírlas mientras veía sus manos muy chiquitas moviéndose ágiles por el teclado. Y ya se anunciaba el consumidor frenético de música que iba a desarrollarse dentro de mí. Pero no era yo una completa nulidad. A cambio de esas torpezas auditivas, nadie nos ganaba a Manolo Estrada y a mí a hacer caballos o rinocerontes de plastilina. Con la habitual capacidad infantil de exageración, llegamos a hacer manadas con más de cuarenta elefantes que suscitaban la admiración de legos y conocedores.
Nostalgia por el cosmos Si una de las características de lo que se ha dado en llamar posmodernidad se manifiesta en un gusto por retomar modelos estéticos del pasado, esto se refleja también en una vuelta a viejas pasiones políticas (como el regreso a las monarquías y la contemplación pasiva de los genocidios) y científicas, como el descubrimiento y conquista del cosmos. Los viajes espaciales perdieron de manera alarmante el interés del público y la explosión del Challenger en 1986 despertó el escepticismo en muchos entusiastas de los viajes espaciales. En septiembre de 1989 una encuesta de la revista New Scientist concluyó que tan sólo del 3% de la población (comparado con el 17% en 1985) consideraba que la exploración espacial era el mayor logro científico desde la segunda guerra mundial. Los gigantescos presupuestos programados para aventuras como viajes tripulados a Marte (con un costo de 800 mil millones de dólares) o la base espacial Freedom, fueron cancelados o pospuestos discretamente. Mientras tanto, el programa espacial soviético fue desmantelado de forma humillante y fueron subastadas en Sotheby's centenares de reliquias, como trajes de cosmonauta, cubiertos de aluminio, paquetes de insípida comida en pasta, el telegrama de Jrushev al primer viajero humano del espacio y el mismo Ivan Ivanovich, un maniquí que fue enviado al espacio para probar el equipo que usaría Yuri Gagarin. Tuvo que llegar Tom Hanks en la cinta Apollo XIII (1995) para devolverle su glamur a la exploración del espacio y para que los niños volvieran a soñar con ser astronautas.
Un año de hallazgos
Como suele suceder con muchos fenómenos culturales, a la fascinación creada por el espectáculo cinematográfico siguió el espectáculo de los hallazgos en la realidad (o fue al revés?), como las impresionantes fotografías de galaxias en formación registradas por el telescopio espacial Hubble. En octubre de 1995, dos equipos distintos de astrónomos demostraron que nuestro sistema solar no era único cuando vieron por primera vez un planeta semejante a la Tierra orbitando la estrella Pegaso 51, a 40 años luz de la Tierra. El 16 de enero la American Astronomer Society declaró que haber identificado por lo menos la mitad de la masa del universo (materia oscura) que se consideraba perdida, y el Hubble reveló la existencia de unas 40 mil millones de galaxias desconocidas. El 17 de enero de 1996 se reportó el hallazgo de otros dos planetas extrasolares, uno que acompaña a la estrella 70 Virginis en la constelación Virgo y 47 Ursa Majoirs en la Osa Mayor, a 52 años luz de nosotros. En mayo de este año el gobierno estadunidense tomó en serio la amenaza de que un asteroide gigante (por lo menos un kilómetro de diámetro) podría caer a la tierra y causar una catástrofe; hasta ahora se había asumido que las probabilidades de que algo así ocurriera eran de una cada 300,000 años; los chinos han asegurado que esa amenaza es una de las razones por las que no quieren reducir su arsenal nuclear. El 11 de junio, científicos de la Universidad de Illinois descubrieron la presencia de vinagre (por lo tanto de ácido acético, que al combinarse con amoniaco puede crear aminoácidos) en la nube Sagitario B2, a sólo 25,000 años luz de la Tierra. El 7 de agosto se hizo público el descubrimiento de compuestos que parecen ser evidencia de vida primitiva en un meteorito de origen marciano. Finalmente, el 4 de diciembre se detectó agua en la Luna, con lo que los científicos volvieron a alucinar con colonias espaciales y bases para recargar combustibleen largos viajes interplanetarios. Y todo esto coincide con un renacimiento de la serie Viaje a las estrellas.
Obstáculos en el camino a Marte
Hace unos días despegó una nueva misión sin tripulantes hacia Marte. Pero el entusiasmo de volver al espacio y en particular de ir a Marte no es suficiente para superar viejos obstáculos técnicos. Esto lo pueden confirmar los rusos, quienes a principios de la década de los setenta lanzaron 16 cohetes a Marte, de los cuales sólo dos llegaron a su objetivo. Este mes, un cohete ruso terminó estrellado en el fondo del océano y la crisis está tan dura que ni siquiera pudieron enviar un barco a buscar los restos. La American Association for the Advancement of Science afirmó en 1994: "Los grandes obstáculos para viajar a Marte se deben a la radiación cósmica." Aparte de los efectos de la falta de gravedad, el hecho de que un astronauta reciba dosis gigantes de radiación durante ocho meses (el tiempo que tardaría el viaje más rápido a Marte) es un serio riesgo para la salud. Esto no quiere decir que no sea posible hacer tal viaje, pero basta recordar que en la base espacial Mir los cosmonautas rusos no pasaban todo su tiempo realizando experimentos o estudiando, sino que se dedicaban casi de tiempo completo a reparar las muchas descomposturas de la rudimentaria base. Podemos imaginar los problemas que tendrían que enfrentar los viajeros en una travesía tan larga. Queda por ver como responderán las más modernas computadoras en circunstancias extremas y si no se cumplirá la profecía de la computadora HAL (que supuestamente fue creada el 12 de enero de 1997) de la película 2001 Odisea del espacio de Stanley Kubrick, basada en el libro de Arthur C. Clarke. ¤ Naief Yehya ¤ [email protected]
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