La Jornada 30 de diciembre de 1996

Eduardo R. Huchim
El IVA y la caja negra

Un gobierno con sensibilidad debería estar preocupado porque la célebre cuesta de enero comenzó en diciembre, a causa de las alzas de precios habidas a fin de año, entre ellas las de la tortilla y la leche y, en la ciudad de México, del transporte.

Los devastadores efectos de tales incrementos sobre la economía popular no serán atenuados por el exiguo aumento al salario mínimo, y si a esto se añaden la elevación decembrina a virtualmente todos los precios, el panorama resultante es francamente sombrío. De ello pueden dar testimonio muchos comerciantes, quienes en diciembre vieron sus tiendas llenas de potenciales clientes, pero millares de éstos sólo ejercitaron el voyeurismo comercial y se limitaron al taco de ojo sin comprar nada, no por falta de deseos sino de dinero.

El propio presidente Ernesto Zedillo está consciente, y así lo ha expresado, de que los avances en la macroeconomía aún no repercuten en las mesas y los bolsillos de la mayoría de los mexicanos. Pero la toma de conciencia presidencial sirve de poco si no se traduce en actos concretos, y el mandatario es quizá el único mexicano con posibilidades de hacer algo efectivo e inmediato en favor de la economía popular. Este ``algo'' puede ser la reducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA) de 15 a 10 por ciento en todos los bienes actualmente gravados, excepto en suntuarios --a los cuales podría incluso aumentárseles la tasa--, es decir prácticamente el retorno al estatus existente hasta marzo de 1995, cuando bajo la presión de la crisis se aumentó la tasa impositiva.

Una decisión así no solamente elevaría de un plumazo el poder adquisitivo de los mexicanos --así sea mínimamente--, sino tendría efectos sicológicos que generarían algún grado de confianza --redituable incluso electoralmente para el gobierno-- y contribuirían a una efectiva reactivación del mercado interno, de tal suerte que la pérdida recaudatoria sería menor.

Es vieja la polémica sobre el carácter regresivo del IVA, debido a que grava con la misma tasa a ricos y pobres y es incongruente con la fracción IV del artículo 31 constitucional, el cual alude a la obligación ciudadana de contribuir a los gastos públicos ``de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes''. Sin embargo, prácticamente ya no se discute la existencia de ese gravamen, pero sí su monto, cuyo incremento causó enorme irritación al ser aprobado.

Como resultado de la Primera Jornada Nacional de Condena a la Política Económica del Gobierno, Alianza Cívica elaboró una propuesta de reforma legislativa encaminada a reducir el IVA, la cual fue entregada a una comisión plural de legisladores el pasado 21 de noviembre, según ha informado Marta Pérez B., secretaria ejecutiva de esa organización.

Independientemente del destino que haya tenido tal propuesta, llama la atención, por su pertinencia, uno de sus principales argumentos: para compensar la baja en la recaudación del IVA, derivada de la reducción de la tasa, se propone deducirla del ramo 23 del presupuesto federal, llamado ``Provisiones salariales y económicas'', es decir lo que Pablo Gómez, autor del libro Los gastos secretos del Presidente (Grijalbo, 1996), llama ``la caja negra del presupuesto nacional''. Este ramo tiene asignados para 1997 más de 38 mil millones de pesos (Antonio Castellanos, La Jornada, 13 de diciembre, primera plana), en tanto que la recaudación por IVA ascendió en 1995 a 35 mil 542 millones, es decir, menos que la dotación del ramo 23.

No quiere esto decir que para lograr tal compensación la caja negra deba reducirse drásticamente, pues no es descartable que una baja a la tasa del IVA resultaría compensada en buena parte por la previsible reactivación del mercado interno, es decir que se concretaría la conocida máxima del buen comerciante: se gana más vendiendo mucho y barato que caro pero poco.

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Periodistas como José Gutiérrez Vivó, Jacobo Zabludovsky, Ricardo Rocha, Sergio Sarmiento, Javier Alatorre, Enrique Muñoz y otros debieran tener como propósitos de año nuevo evitar, ellos y sus reporteros, las agresiones al lenguaje --a veces asesinatos-- que nos asestan todos los días. Algunos ejemplos: erario público (la definición de erario es tesoro público), autobús de pasajeros (si no fuera de pasajeros no sería autobús), éxodo masivo (sin masa humana no hay éxodo), el tan socorrido pasar desapercibido i(en vez de inadvertido, pues desapercibido significa no prevenido) y el insoportable huyó con rumbo desconocido (cuando huya con rumbo conocido, entonces sí, digámoslo, ingeniero Olea).