La Jornada 30 de diciembre de 1996

De interés nacional, la incorporación de la URNG, dice el acuerdo

Blanche Petrich, enviada, y Mario Maldonado, Guatemala, 29 de diciembre¤ El Acuerdo de Paz Firme y Duradera que suscribieron esta tarde la URNG y el gobierno guatemalteco ante ocho jefes de Estado y de gobierno extranjeros --firma presenciada también por cerca de 70 mil personas reunidas en la plaza central, vía pantallas gigantes y saludada con cohetes y las profundas campanadas de la catedral- ``ofrece la oportunidad histórica'' de fortalecer el poder civil en este país de asonadas militares.

Y para ello, dice su texto, ``la incorporación de la URNG a la legalidad en condiciones de seguridad y dignidad constituye un factor de interés nacional''. A la vez, sostiene que ``el ejército de Guatemala debe adecuar sus funciones a una nueva época de paz y democracia''.


Combatientes de la URNG disparan 36 salvas cerca de Escuintla,
Guatemala, para marcar el fin de 36 años de guerra para el
pueblo guatemalteco.
Foto: Ap

Una vez que se esgrimieron las plumas doradas y las montblancs sobre el papel, amplificadas en las pantallas gigantes que proyectaban el instante ante la multitud, cobraron ``formal y total vigencia'' los diez acuerdos parciales firmados con anterioridad, con excepción del primero, el de derechos humanos que entró en vigor desde el momento mismo de su firma en marzo de 1994 en México.

Y en ese momento, también, los nombres de Rolando Morán, Pablo Monsanto y Carlos González pasaron a ser sólo alias, como dijo la voz del protocolo, y los jefes de tres de las cuatro organizaciones de la URNG recuperaron ante la sociedad civil sus viejos y desconocidos nombres legales, aquellos que la clandestinidad borró por mas de tres décadas.

Así, el inescrutable Ricardo Arnoldo Ramírez de León (ex comandante Morán, del Ejército Guerrillero de los Pobres) pasó a firmar junto con el coordinador de la Copaz, Gustavo Porras, su antiguo compañero de armas. Y Jorge Ismael Soto García, ex comandante Monsanto, de las Fuerzas Armadas Rebeldes, con una incansable sonrisa de oreja a oreja, asentó su firma junto a la de Raquel Zelaya, representante del sector empresarial en la Copaz.

El ex comandante Carlos González, alias para Ricardo Rosales Román, del Partido Guatemalteco del Trabajo, firmó a la par del general Otto Pérez Molina. Y el doctor Jorge Rosal, representante de Rodrigo Asturias de ORPA, el comandante Gaspar Ilom, firmó con Richard Aikenkead, el hombre clave que llevará las finanzas de la reconstrucción.

Entre Arzú y Asturias, una herida abierta

En el centro del escenario montado en el patio oriental del Palacio Nacional, un escenario con aires de corte monárquica, el mandatario Alvaro Arzú presenciaba la ceremonia esperando, él también, su momento de gloria. Cuando le tocó su turno de tomar la palabra estalló la aclamación del mundo político y diplomático allí reunido. ``Hoy -dijo- venimos a decir: misión cumplida.''

Sólo un hombre se abstuvo: el representante de Rodrigo Asturias. Seña de que el secuestro de la millonaria Olga Alvarado de Novella por un comando de ORPA en abierta violación al pacto de no agresión que se estableció en los últimos meses de la negociación, pesa mucho todavía en lo que hasta hace no mucho era una más que cálida relación entre Arzú y el más carismático de los comandantes de la URNG.

El presidente guatemalteco centró su discurso en el polémico debate entre el perdón, el castigo y la impunidad, que hoy mantiene al margen de la fiesta de la reconciliación a un importante sector de luchadores por los derechos humanos, la Alianza contra la Impunidad.

Aunque leyó el mensaje que Juan Pablo II envió a Guatemala para esta fecha, en el que el Papa subraya ``la novedad liberadora del perdón que debe sustituir los sentimientos de venganza'', Arzú reiteró su postura:

``Es claro que perdón no es olvido. Necesitamos de la plenitud de nuestra memoria histórica.''

Otro testigo de relevancia era el secretario general de la ONU, el egipcio Boutros Ghali, quien asistió, aquí, a su último acto oficial al frente del organismo mundial ya que en los próximos días entregará el cargo al ghanés Kofi Annan. Ghali recordó en su discurso cómo se inauguró, hace cinco años -enero de 1992- en su primer acto oficial en el Castillo de Chapultepec el día que allí se firmó la paz entre el gobierno salvadoreño y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional.

Reconoció que ``la comunidad internacional deberá seguir prestando atención, en especial en las decisivas etapas iniciales del proceso en ejecución''. También mencionó que en los acuerdos que se firmaron hoy se establece un claro cronograma para su aplicación.

Lo que no mencionó -ni nadie más- fue que el freno para que se eche andar ese cronograma, el llamado día D, radica por el momento precisamente en Naciones Unidas, donde China como miembro del Consejo de Seguridad amenaza con vetar el envío a Guatemala de asesores militares para reforzar las limitadas brigadas de la Misión de Naciones Unidas para la verificación del desarme y desmovilización de militares y rebeldes.

``México, nuestro hermano''

Y a propósito de Chapultepec, México fue, de entre todos los países extranjeros, el consentido de la jornada, tanto en los discursos oficiales como entre las ovaciones de la multitud.

El presidente Arzú expresó el agradecimiento de su gobierno a México por haber sido tierra de refugio para miles de desplazados por el conflicto armado y más recientemente por haber ofrecido la nacionalidad mexicana a muchos de ellos que han decidido quedarse.

Y Ricardo Ramírez de León (ex Rolando) hasta perdió su tradicional compostura cuando dijo: ``La cúspide de lo que hoy logramos hubiera sido imposible sin México, nuestro hermano''. A pocos metros el presidente Ernesto Zedillo acusó recibo del énfasis con el que el comandante dijo esas palabras con una gran sonrisa.

Para el comandante Morán, hoy fue ``la fecha más trascendente en la historia de Guatemala en los últimos 50 años'', un día ``que da espacio para soñar con un mundo luminoso'', el momento en el que ``la guerra concluye con un solo gran triunfador, el pueblo''. Pero también advirtió que la paz que ahora se debe construir ``hay que defenderla porque hay sectores que todavía conspiran contra ella''.

Eso ocurría adentro del Palacio Nacional, herméticamente resguardado por un operativo de seguridad civil. Adentro, por un sistema de video proyectado en pantallas gigantes, se miraba lo que ocurría fuera: la fiesta, las miles y miles de banderas blancas, el mar de manos agitándose en el aire, danzas y ceremonias, mantas y consignas.

Fuera, dentro

Pero fuera no se podía mirar lo que ocurría dentro porque el sol del atardecer boicoteaba las pantallas exteriores. Entre un grupito de monjas una de ellas comentó: ``Sólo los que tienen fe en Dios pueden ver''. Con tal tino que en ese momento el sol declinó detrás de la cúpula cobalto de la catedral y las imágenes aparecieron en la pantalla.

Los que conocen la historia de Guatemala no recuerdan un día como éste, ni tanta aglomeración en el Centro ni tanto júbilo colectivo. Aunque no hubiera nadie que dejara de guardar su rincón de recelo: ``Todo depende de ver cómo se aplican los acuerdos'', es el comentario general.

Pero el el arzobispo Próspero Penados, de pie al lado de uno de los retenes que cerraron la circulación vehicular mientras esperaba al nuncio papal, se dio oportunidad para el entusiasmo: ``Esto es como una segunda independencia, como resucitar; un gran despertar del pueblo indígena''. Asimismo, anunció ``una gran campaña de perdón y olvido'' para toda la nación que pronto iniciará la Iglesia católica.

Como cabeza del sector religioso que fue severamente golpeado, con cientos de catequistas y sacerdotes asesinados, al grado de que incluso hubo una Iglesia guatemalteca en el exilio, Penados aseguró: ``Nosotros perdonamos todo. Pero hubo crímenes contra la población, masacres y secuestros que no pueden quedar impunes. Por eso la amnistía debe quedar un poco limitada, para dar lugar al castigo de los responsables''.

Antes de la ceremonia, desde el estrado que se levantó frente a las puertas del Palacio Nacional, Rigoberta Menchú, la Premio Nobel de la Paz se dirigió a la multitud para enfocar la atención sobre el sorprendente fenómeno de presencia indígena, que sin duda era mayoritaria en la plaza: ``Hoy estamos aquí. Han florecido nuevas expresiones de nuestro pueblo, aunque muchos hubieran querido que se hubieran terminado hace mucho. Llegamos hasta estas puertas del Palacio Nacional para decir que hoy empieza nuestro compromiso. Estos acuerdos que hoy se firman nos llaman a trabajar. Depende del gobierno que nos apoye con las comisiones paritarias''.

Faltaba la cereza del pastel. Se esperaba que el presidente Arzú saliera al balcón del Palacio que da hacia la plaza para saludar a la multitud. Ya estaba dispuesto el largo panel de vidrio blindado para proteger a los mandatarios que lo acompañarían. Y los jefes de Estado en efecto salieron y se asomaron trás el vidrio.

Pero Arzú bajó a la plaza acompañado por la Comisión de Paz y los flamantes nuevos políticos recién incorporados, los comandantes de la URNG. Su gesto ya no era tan relajado. Había tensión. Los manifestantes desatendieron su pedido de un minuto de silencio por los caídos en la confrontación. La gente pedía que hablaran los jefes guerrilleros. A pesar de todo, Arzú decidió cruzar una férrea valla de bomberos hacia el centro de la plaza, acompañado por Ramírez de León, para encender juntos, el presidente y el jefe del EGP, la llama de la paz