La Jornada 31 de diciembre de 1996

Bernardo Barranco V.
La agenda 1997 de la Iglesia católica

No cabe duda de que 1996 ha sido un año crucial para la vida de la Iglesia católica mexicana. En su interior se operó ya el relevo generacional, existe ahora claridad en torno a las nuevas representatividades episcopales: las personas que encarnan, ante la sociedad y particularmente frente al Estado, el etos institucional. Si Corripio encarnó esta endomorfosis en 1995, el ex abad Shulenburg pasó, este año, al osario católico y muy probablemente le siga Prigione en 1997. El segundo rasgo determinante de la Iglesia en este 1996, es el allanamiento público de la institución religiosa en lo político.

Si bien ésta nunca ha estado fuera de lo político ni la jerarquía ha permanecido al margen de los complejos entramados del poder, tenemos que reconocer que la homilía de Norberto Rivera, en octubre, abrió la tramitación para la ciudadanía política plena de una jerarquía que se prepara para las alternancias, las mediaciones y para el manejo de situaciones de correlaciones complicadas. La Iglesia pretende posicionarse como una instancia tutelar de los valores y, ante la globalización, preservadora de la supervivencia de la identidad mexicana. Sin embargo, afronta el pasado revuelto que gravita con el peso atávico de una memoria laica que se resiste a aceptar con facilidad la convivencia con lo católico, sinónimo de anacronismo y petrificación. Aquí la Iglesia tiene una tarea estratégica de mediación cultural y de diálogo inteligente con las nuevas élites culturales, que van desde los tecnócratas neoliberales hasta los incómodos posmodernos.

Teniendo como trasfondo el diferendo casi antagónico sobre el modelo económico entre la Iglesia y el gobierno, vamos de frente sobre los principales puntos de la agenda de 1997 para la Iglesia católica.

1o. Influencia internacional. Quizá como en los años 30, la Iglesia mexicana tiene ahora la oportunidad de pesar en la política internacional y ser un instrumento eficaz para el Vaticano. Ya no sólo es centroamérica ni su proximidad a los obispos norteamericanos, sino principalmente Cuba, el país en el que la santa sede desea hacer acto de presencia fuerte para robustecerse localmente. En segundo lugar, México puede ser enlace y puente cultural del proyecto del Papa por acercar a las Iglesias de las Américas; recordemos que todavía existen enormes reticencias antisajonas y posturas hispano-americanistas que perduran en el continente. Tercero, no debemos olvidar que México es la primera frontera ante las ``temibles'' sectas y nuevos movimientos religiosos que vienen de EU. No es casual que Javier Lozano Barragán ocupe un cargo relativamente importante en la curia.

2o. Coyunturas electorales. Durante estos procesos, la Iglesia ha fincado su espacio favorito de intervención que más frutos le ha reportado. Sea por la confrontación abierta, Chihuahua 86, o por la negociación rentable, agosto de 1991; la jerarquía ha mostrado experiencia plena y sagacidad para salir fortalecida de las coyunturas electorales en las que el sistema exhibe su fragilidad. Particularmente la Iglesia de Rivera tendrá su primera prueba de fuego en las primeras elecciones del próximo jefe de gobierno, y nosotros tendremos la oportunidad de medir el alcance de sus palabras en los hechos.

3o. Instrucción religiosa en escuelas públicas. A pesar de que la Iglesia detenta un 7 por ciento de los alumnos provenientes de las élites del país, lo ha logrado a un costo elevado y a través de un proceso lento. Dicho esquema no puede ser repetible entre las clases medias bajas, debido a los altos costos de mantenimiento de edificios, salarios de maestros, impuestos, etcétera. Por lo tanto, una alternativa viable para desarrollar la misión de la Iglesia es utilizar la capacidad educativa instalada, y desde ahí penetrar las clases populares urbanas y rurales amenazadas tanto por el laicismo oficial como por la expansión de las ``sectas''. La Iglesia sabe muy bien que la negociación con el Estado es cuestión de correlación y de tiempo.

4o. Presencia en medios de comunicación. El episcopado no ha llegado a un acuerdo estratégico sobre los medios. Unos desean poseer y administrar directamente los medios, tipo claravisión, mientras que otros pretenden apelar a la catolicidad de los grupos que detentan las concesiones para emitir programas con contenido ético-religioso, como la experiencia reciente de la cobertura de Tv Azteca al 12 de diciembre guadalupano. Sin embargo, el alto nivel de competencia y la batalla del rating, propicia que los programas con ``contenido humano'' como el experimento de la XEX fracasen. En segundo lugar, la jerarquía tiene claro cómo y en qué momento utilizar los medios para manifestar su postura e influir en la sociedad, pero no acaba de acostumbrarse al costo que implica su visibilidad pública. Le incomoda que intervengan en sus asuntos internos, como los casos de Samuel Ruiz 1993 y Guillermo Shulemburg 1996.

5o. Confrontación cultural. La Iglesia posee un corpus explicativo de la realidad, doctrina social, desde la cual externa su percepción histórica sobre la familia, la sexualidad, la mujer, la natalidad, etcétera. Aquí se enfrenta con rudeza a la modernidad en un contexto de secularización, caracterizado porque la religión mayoritaria en México, el catolicismo, está dejando de ser el factor envolvente y central que otorga sentidos y legitimidades a la cultura. Existe un enorme desafío de tolerancia, de aceptación de la diversidad, y de convivencia plural para que, efectivamente, se abra el diálogo con la cultura contemporánea.

Quedan, finalmente, otros puntos de agenda importantes, como los derechos humanos, la tarea de intermediación y la libertad religiosa, que seguramente abordaremos en otras entregas.