La Jornada 31 de diciembre de 1996

PARAISO PROMETIDO Y PURGATORIO ACTUAL

El Tratado de Libre Comercio (TLC) tiene ya tres años de aplicación. El Paraíso prometido resultó, en los hechos, un Purgatorio cotidiano. Los resultados del mismo, por supuesto, no pueden ser medidos con un patrón ético ni desde el punto de vista estrictamente social (ambos aspectos, evidentemente, no pueden ser subestimados) sino con el tan esgrimido metro de la modernización y de la eficacia macroeconómicas. El veredicto, desde ese punto de vista, es también negativo aunque no fatal, como lo es en lo que atañe al aumento de la pobreza y a la creciente diferencia en la distribución de los ingresos. E incluso, en 1997, podría ser aún más desfavorable ya que, superadas las recientes elecciones generales y bajo la presión de una opinión pública hostil al TLC, tanto el Congreso como el presidente de Estados Unidos podrían modificar la aplicación del tratado y rechazar su ampliación por la vía rápida.

Se preanuncian, por lo tanto, duras negociaciones por la parte mexicana, que ya ha tenido que enfrentar la ``guerra'' del tomate, la del atún, la de las escobas, la del aguacate, la del transporte por camiones, y que cuenta paradójicamente en su contra el hecho de que para Estados Unidos el comercio con México es altamente deficitario (entre otras cosas porque el desplome de nuestro mercado interno afectó duramente las costosas exportaciones de nuestro vecino norteño).

Mientras en nuestro país se han perdido un millón 850 mil empleos y no ha sido posible encontrar trabajo para el millón de jóvenes que cada año se incorporó al mercado laboral (las maquiladoras sólo crearon 215 mil 117 puestos de trabajo de bajísima calidad y paga), en Estados Unidos el impacto sobre el trabajo ha sido mucho menor (se han perdido 625 mil empleos) pero crece en cambio la opinión contraria al TLC y, dada la relación de fuerzas entre nuestro país y el del norte, es muy posible que la presión política interna empeore aún más las aplicaciones del tratado que podrían afectar a México. Para colmo, el atraso y la falta de competitividad de buena parte de nuestra industria nacional --las exportaciones se hacen generalmente entre empresas de una misma transnacional-- le han impedido acogerse a las eventuales ventajas del TLC, y en 1997 la ulterior e importante rebaja de las tarifas de importación para los productos estadunidenses podría sacar del mercado a enteras falanges de productores y comerciantes pequeños y medios.

Como se recuerda, el Paraíso prometido incluía rebajas de intereses y apoyos fiscales de lo que no se volvió a hablar en particular desde el gran derrumbe de diciembre de 1994, del cual apenas estamos tratando de recuperarnos. Además, el TLC fue aprobado a tambor batiente, sin una discusión pública profunda: desde entonces se vieron sus lagunas y sus efectos claramente negativos para México, como en el campo de la desprotección de una mercancía para nosotros esencial: la mano de obra emigrada, la dignidad de nuestros conciudadanos. En este momento de balance ha llegado, por consiguiente, el momento de hacer propuestas concretas de renegociación del TLC, partiendo tanto de la irreversibilidad de la integración económica como de los intereses nacionales, que son irrenunciables. Conviene hacerlo antes de tener que responder --a la defensiva-- a sucesivas ``guerras'' comerciales determinadas por decisiones políticas unilaterales de nuestro poderoso vecino