La Jornada 31 de diciembre de 1996

Fujimori rehusó 10 veces hablar con Morihisa Aoki

Oscar Camacho Guzmán, enviado /I, Lima, 30 de diciembre Invitados para celebrar en Lima el cumpleaños del emperador de Japón, Akihito, nunca pasó por la mente de los más de 400 asistentes a la residencia del embajador japonés en Perú, Morihisa Aoki, que terminarían como rehenes de un comando guerrillero encabezado por el dirigente del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), Néstor Cerpa Carpolini.

Renuentes a dar detalles sobre su cautiverio, los rehenes liberados por los rebeldes han mantenido un casi unánime silencio sobre lo que vieron, vivieron y escucharon en el interior de esa residencia diplomática en Lima, cuya fachada principal es copia fiel de la Tara's Domain, de Lo que el viento se llevó.

Sin embargo dos de ellos, el congresista Javier Díez Canseco y el economista Francisco Sagasti, revelaron los pormenores de los primeros momentos, las primeras angustias de ese martes 17; las diez llamadas telefónicas que el presidente Alberto Fujimori le ``colgó'' al embajador japonés; las presiones para una salida militar por parte de los ``señores de la guerra'', que encabeza el asesor presidencial Vladimiro Montesinos; la disolución de las comisiones negociadoras que salieron de la embajada luego que el gobierno de Fujimori les demandó ``no meterse''; la intervención del canciller de Japón para frenar una salida militar.

En fin, ``las intimidades de un secuestro'' --como las ha llamado Díez Canseco-- que convulsionó a este país y a la comunidad internacional.

Las revelaciones del congresista fueron vertidas en una conversación con La Jornada, mientras que Francisco Sagasti las hizo públicas en el semanario local Caretas, para ofrecer hoy una radiografía del asalto a la residencia diplomática.

El asalto

Javier Diez Canseco (JDC): ``Hace años que no vengo a la embajada, le decía a la periodista de Le Monde, Nicole Bonet, cuando un estruendo infernal dejó a todos paralizados... `¡Es Sendero (Luminoso)...!', le dije a Bonet, quien minutos antes se había quejado de que no hubiera quesos franceses en las surtidas mesas instaladas en el patio trasero de la embajada, donde nos encontrábamos al momento de la explosión. `¡Es un coche bomba de Sendero!', insistí, cuando de atrás de las jardineras laterales comenzó a salir por todos lados gente armada que a gritos y disparos nos echaron a todos al piso''.

```¡Al suelo, boca abajo o se mueren!...¡Viva el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru...!', gritaban, sin dejar de disparar un momento, al parecer al aire, pues ahí no hubo heridos. Eran jóvenes, hombres y mujeres, con unos pañuelos blancos y rojos con las siglas del MRTA, con ropa negra y verde oscura, con un brazalete en el brazo y otros sin pañuelos, pero con la cara pintada. El pelo completamente rapado, pero con un mechón en la frente, como truncados mohicanos''.

``Cuando todos estuvimos en el piso, el tiroteo bajó, y uno de ellos comenzó a caminar entre todos y a identificar a personas que estaban en el piso: `¡Ah!, tenemos a alguien de la Corte Suprema...Mmmm, también hay alguien de Cambio 90 Nueva Mayoría', luego pasó a mi costado: `¡Ah! también tenemos a alguien de Izquierda Unida ¿no?'. Y casi inmediatamente, dieron la orden de entrar a la casa''.

Francisco Sagasti (FS): ``Estoy en medio de gente que corre hacia la casa. Trato de caminar, pero algunas personas se están atropellando, empujando y maltratando los unos a los otros; están perdiendo la compostura. Veo un vaso roto frente a la entrada y una mancha roja, no sé si es sangre o vino.

``Quedamos tirados uno encima del otro sobre las alfombras de un salón que tiene las mamparas abiertas hacia el patio. Recién entonces logro ver a uno de nuestros captores del MRTA, un muchacho nervioso a quien sus compañeros llaman Lucas. Tiene un radiotransmisor prendido a la camisa de corte militar. Lucas dispara al techo para asegurarse de que sigamos sus órdenes, o quizá se le escapan los disparos por el nerviosismo''.

JDC: ``El embajador Morihisa Aoki se para de pronto, toma de no sé dónde un megáfono y grita con valentía: `No disparen, respeten a mis invitados'. El MRTA tenía gente dentro de la casa y fuera en el patio. Nosotros, tirados, comenzamos luego de unos momentos a escuchar otra vez disparos, pero no sabíamos si eran de los del MRTA o si venían de afuera de la residencia.

``No sabíamos si en la calle ya estaba la policía, al parecer sí, pero todos rogábamos que no fueran a disparar desde fuera porque ahí ocurriría un desastre, no había dónde protegerse, y la estancia de la casa es toda de ventanas de techo a piso. Luego de un rato supimos que la policía ya estaba ahí cuando tras la explosión como de una bomba pequeña se comenzó a sentir el humo de gas lacrimógeno que venía desde el patio y que se coló por toda la estancia donde estábamos tirados''.

FS: ``Se armó un pandemonio general, todos llorábamos; no podemos respirar y varios están por vomitar. Los del MRTA se ponen sus máscaras antigases mientras todo el resto llora. Algunos mojan los pañuelos en vasos de agua mineral y se los ponen en la cara. A mí me tocó cerca un vaso de cerveza. Sufro con los lentes de contacto. Vuelven a arrojar gases. Muchos gritan: `¡Dejen de tirar gases, hay mujeres!' Viene otro estruendoso intercambio de disparos''.

JDC: ``Todo era un caos, y enmedio del mismo, el embajador Morihisa Aoki se paró y gritó hacia la calle: `¡No disparen...no tiren bombas...!', varias veces. Luego de un rato el tiroteo cesó y cuando todo se aplacó, Morihisa Aoki se volteó hacia todos, nos pidió disculpas por lo que estaba pasando en su casa, mientras la gente del MRTA seguía parada en los flancos, detrás de unas columnas, gritando a la gente que siguiera con la cabeza abajo''.

``En esos momentos muchos hicieron uso de su teléfono celular. Los del MRTA se dieron cuenta, pero no lo impidieron. Yo mismo lo hice, le hablé a mi guardia de seguridad: `estamos secuestrados por el MRTA, avisa a mi mujer, a mis hijos y dile a la policía que no disparen, que aquí hay mujeres y ancianos. Nunca vi que dentro de la embajada hubiera algún guardia de seguridad, y si los hubo, nunca dieron señales de serlo''.

FS: ``Michael Minnig se levanta allí cerca y declara a viva voz que él es el representante de la Cruz Roja en Perú. Desde ese momento se convierte en intermediario. Sale Minnig, conversa con la policía y con el MRTA para que puedan salir las mujeres. Se arman grupos de 30 a 40 y salen una a una, hasta completar más o menos 200 mujeres''.

JDC: ``Cuando estábamos en eso, un hombre comenzó a desnudarse ahí, en el piso, poco a poco. Ahora se sabe que es un oficial de la Marina, Reástegui, edecán del presidente de la República. Se quitó el uniforme de la Marina, lo dejó por ahí tirado, se quitó la camisa, el pantalón y se puso un mandil que parecía una falda, pidió dos sacos prestados, se colocó una camisa a colores, y cuando anunciaron que saldrían los ancianos se abrió paso y salió corriendo''.

``Los del MRTA no dispararon, pero advirtieron que al que `siga así' le iban a disparar, y dijeron --`Queremos que entiendan que nosotros no queremos hacerles daño, así que no fuercen una solución de este estilo. A este hombre lo hemos podido matar con toda tranquilidad, pero esa no es nuestra decisión'. Soltaron también a los ancianos, y a eso de la una de la madrugada del miércoles, terminaron de salir las mujeres''

``Néstor Cerpa y El Arabe comenzaron el proceso de identificación, de censo y separación de los rehenes: al segundo piso enviaron a militares, funcionarios, congresistas, diplomáticos, políticos y algunos nikkeis (japoneses nacidos en Perú), y en el primero ubicaron al resto''.

El silencio de Fujimori

``Ya en el segundo piso, unas 30 o 40 personas quedamos juntas en la habitación del embajador: algunos militares, los congresistas Samuel Matsuda, Carlos Blanco, yo, y varios oficiales de la policía. Era una habitación en la que había teléfono, y estando ahí bajo el cuidado de un elemento armado, sonó el teléfono, yo lo tomé y sin que me lo prohibiera el comando, comencé a declarar, informé de la situación y advertí que no se intentara algo militar, porque sería un desastre''.

``En esa circunstancia estábamos cuando entró el embajador Aoki seguido del líder del comando, Néstor Cerpa Carpolini. Aoki toma el teléfono, Cerpa a un lado le dice que llame. Aoki ordena a su primer secretario que marque.

El primer secretario llama a Palacio de Gobierno, llama al ministro del Interior. Llama ocho o diez veces: `Habla el embajador de Japón...aquí hay una situación delicada', y en todas las ocasiones la respuesta es la misma: `El presidente está ocupado, no puede contestar'''.

``Luego de las llamadas, Cerpa se acerca al embajador Aoki y le dice: `embajador, usted ha hecho campaña con el presidente Fujimori, usted le ha donado colegios, le ha regalado ropa usada para que reparta entre los pobres, le ha dado computadoras. ¿Qué le parece la lealtad de su amigo el presidente?'. Cerpa se da la vuelta y antes de salir del cuarto le dice a Aoki --'Siga llamado, embajador'''. ``El embajador sonrió y volvió a colgar''.

FS: ``A medida que van enviando gente al segundo piso, los del MRTA los revisan si tienen armas, revisan con más cuidado a los militares. Algunos de ellos se han quitado el uniforme. Vi a algunos rompiendo documentos, reconocí una insignia de congresista tirada en el piso''.

``Alguien dice que necesita orinar, salta entre los cuerpos tendidos, agarra una botella de Inca Kola, orina en ella y la deja en el estante de libros como si fuera un trofeo. Resulta ser el congresista Gilberto Siura. Arriba hay tres baños, abajo dos y se utiliza, también como urinario un lavadero''.

``Al empadronarse (el ex ministro de Trabajo) Sandro Fuentes, muestra su tarjeta personal y su identificación como miembro del Club Arabe Palestino. El Arabe le sonríe y lo hace pasar sin más preguntas. A las 6:40 de la mañana (del miércoles) empadronan al último (rehén).

JDC: ``Cuando terminan, el comando del MRTA se da cuenta de lo que tiene: más de 300 rehenes, entre ellos tres ministros de Estado (Francisco Tudela, de Relaciones Exteriores; Carlos Hermosa, Trabajo, y Rodolfo Muñante, Agricultura); seis congresistas; nueve diplomáticos extranjeros; el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Moisés Pantoja; el Jefe de la Dirección Nacional contra el Terrorismo, Máximo Rivera, su antecesor en el cargo, Juan Carlos Domínguez, y el responsable de la Dirección de Inteligencia Policial, Alfonso Villanueva, así como centenares de funcionarios medios del gobierno de Fujimori y decenas de empresarios de las más importantes transnacionales del Japón, el país que más inversión extranjera ha traído a Perú en los últimos años''.

Todo un ``botín de guerra'' con el que el MRTA calculaba estar en condiciones de negociar sus cuatro demandas: que se cambie la política económica de Fujimori, que se libere a sus más de 400 compañeros presos, que se les pague un impuesto de guerra y que se les deje regresar a la selva central amazónica de Perú.