Conmemoran en La Realidad el alzamiento zapatista
Jaime Aviles, enviado, La Realidad, Chis., 1o, de enero Ť Fue paradójico: en un lugar habitado por millones y millones de plantas, la falla de una sola de éstas (la planta de luz) obligó a que el baile por el tercer aniversario de la insurrección zapatista finalizara, cuando apenas comenzaban a calentarse las botas y los chanclas.
Era, no obstante, poco más de la una de la mañana, y desde las siete de la noche, entre apagones que de algún modo evocaban los diversos momentos oscuros del año que se iba, los insurgentes y las bases de apoyo civil se habían dado modo y maneras de cumplir con el programa de festividades que incluyó números bailables, lectura de poemas y dos notables incursiones en el género de la carpa que propiciaron un delicioso espectáculo de cabaret campesino.
Al son de La del moño colorado
habitantes de este ejido celebran el año
nuevo. Foto: José Luis Ramírez, enviado
El grupo juvenil Los sin Rostro, escenificó, primero, un stretch sobre la prensa, en el que intervinieron ``nuestro corresponsal de La Jornada en el continente europeo, el periodista estaduniense Oliver Stone'' y ``nuestros corresponsales extranjeros de La Jornada, Tiempo y Expreso''. Pero si los nombres de los medios de comunicación marcaban los límites del universo que en esta materia conocen los tojolabales rebeldes, lo extraordinario fue la parodia de los fotógragos que se atropellaban, haciendo con dedos y labios ``¡click!, ¡click!'', para captar (y reflejar) la misma imagen, crítica y a la vez autoirónica.
La segunda puesta en escena vino a ratificar que el teatro de humor político es una de las tradiciones populares más arraigadas en México, y que el EZLN sigue operando como vínculo cultural que liga a los más abandonados de esta porción del fin del mundo con algunas formas de la crítica a la que aspiran a ejercer en una democracia plena.
Así, encapuchados con paliacates y pasamontañas, el segundo steetch zapatista reunió, en un salón de clases, a un grupo de jóvenes estudiantes que se llamaban ``Emilio Chichifet'' ``Roberto Madrazo es el Cuello'', ``Gusano Gracias'' --todos ellos alumnos burros y desaprovechados-- que competían con el aplicado ``Francisco González Bocanegra''.
En la primera parte los educandos se confrontan con un maestro enviado por la SEP --Don Agrio y Fino (por Agripino)-- que habla mal de Zapata y bien de Carranza, y que desencadena un prolongado juego de improvisación verbal, en el que abundaron y fascinaron al público las palabras mágicas de siempre: ``puto'', ``pendejo'', ``cabrón'', etcétera, que por ser dichas en voz alta en el espacio ritual del escenario produjeron un efecto liberador.
En el segundo acto llega al salón de clases una muestra zapatista, que luego de poner en ridículo a los personajes emblemáticos del régimen, describe en grandes líneas el proyecto social de la educación comunitaria: la capacitación técnica para el mejor desempeño de las tareas prácticas y la formación humanista, que no pasa por alto la perspectiva de la historia.