Entre tantas ventajas del Internet es posible consultar la página de la CIA, que nos revela la mundialización del comercio de armas y drogas en estricta aplicación de las leyes del mercado.
En efecto, la mafia rusa, la italiana, las asiáticas y las de otros países europeos, combinan con las mafias mexicana y colombiana la exportación de armas desde Estados Unidos con el ingreso en ese país de las drogas de procedencia latinoamericana y reciclan, bajo la forma de la venta de armamentos, los ingresos obtenidos con la droga en otros continentes. A pesar de que los decomisos de armas en México han aumentado en los últimos tres años 50 por ciento, no se ha logrado impedir este lucrativo tráfico. Y es que, si las mercancías funcionan en un mercado mundial único, la drogas y las armas no constituyen una excepción y las mafias actúan mediante un sistema integrado que moviliza capitales provenientes de la droga, el contrabando, la prostitución, la venta de armas, el juego y que tiene fachadas legales para todos estos rubros, que les permiten lavar el dinero derivado del delito.
Las armas sirven sobre todo para equipar pequeños ejércitos privados al servicio del crimen, los cuales disponen de vías para la importación, almacenes, autos, redes de comunicación; o sea, construyen Estados paralelos dentro del Estado, con una notable y creciente capacidad económica. La mundialización quita así al Estado, a escala internacional, algunas características fundamentales de la soberanía (como la fijación de su presupuesto, el tipo de armamentos de su ejército, el valor de su moneda), pero también le corroe el weberiano monopolio de la fuerza armada, al igual que el control capital del territorio y de la determinación de su uso productivo. Este debilitamiento del Estado, sin que una amplia participación popular pueda crear un control desde abajo y un nuevo consenso legal, permite la existencia de grietas y feudos ajenos al poder de la ley y fomenta la inseguridad y la disgregación del cuerpo social en el que medra la Hidra de la mafia, con sus múltiples cabezas.
Este círculo vicioso debe ser cortado de raíz antes de que siga afirmándose y consolidándose si no se quiere llegar a la situación conocida por algunos países asiáticos, como China antes de 1949, o Tailandia y Myanmar hasta hace poco, donde existían verdaderos poderes extraterritoriales basados en el comercio de drogas y en los ejércitos privados que lo garantizaban. Las mafias tienen muchos tentáculos a nivel local o internacional. Para debilitarlas, hay que cortárselos sin piedad, persiguiendo sus apoyos políticos y financieros y sus coberturas legales y contando con la población para detectar e impedir sus actividades criminales. Sin apoyos políticos, no podrían existir en ninguna parte. A su mundialización hay que oponerles, por lo tanto, una acción coordinada también a escala mundial y, sobre todo, la vigilancia y la participación de los ciudadanos. Sólo así se podrá reducir a la Hidra armada que amenaza a todos.