1997, año de cambios. Las ansiadas elecciones de julio marcarán no el final, sino el inicio de un profundo proceso de transición democrática para el Distrito Federal. A partir de éstos, los primeros días de enero las principales fuerzas políticas se preparan para contender en lo que serán los comicios más competidos por el gobierno de la ciudad, desde hace más de 70 años.
La reforma política, es cierto, tuvo sus límites. Pero aún así los partidos políticos de oposición tendrán mejores posibilidades que antes para contender por el poder. Por su parte, cuentan con mayores espacios en los medios y, por otra, mayores recursos económicos.
Las competencias privadas en los medios de comunicación electrónicos de los últimos cuatro años han ampliado la presencia de esas fuerzas opositoras, antes mantenidas prácticamente en el anonimato. Sin negar los esfuerzos por sus triunfos electorales en otras entidades, aquí en el Distrito Federal la opción real al poder que tienen se las ha brindado, en gran parte, la apertura dada en los principales medios de comunicación, sea la prensa escrita, la radio y la televisión privada. Es obvio, por supuesto, el trato más cerrado que les han otorgado los medios de comunicación a cargo del gobierno.
Tal apertura ha generado lo más valioso para avanzar en los procesos democráticos de la capital: la confianza ciudadana en que, ahora sí, habrá una real competencia por el poder. Ello se desprende del análisis de las encuestas más recientes sobre los futuros procesos electorales.
Si, como se afirma, los recursos y los medios son determinantes en las luchas electorales, habrá entonces que tener mesura y no alimentar falsos triunfalismos para la democracia. La crisis económica está hoy a favor de los cambios políticos. Pero sería un error confiar en que será suficiente para orientar automáticamente el voto hacia las opciones opositoras.
Las condiciones podrían variar durante los próximos seis meses. Al gran volumen de recursos que proporcionalmente tienen los partidos para la próximas elecciones, habrá que sumarle los que se entregarán directamente al PRI por la regencia capitalina. El anuncio pasó casi inadvertido por los festejos decembrinos y lo hizo el propio regente el 23 de diciembre pasado. Para no dejar dudas sobre el apoyo y los beneficios que tendría el Partido Revolucionario Institucionaal con las obras del públicas, dijo ``... los partidos de oposición insisten en que el gobierno de la ciudad no puede apoyarse en sus realizaciones para acreditar o no la labor de su partido en el gobierno, eso es vedaderamente incoherente''. Por tanto, la sana distancia entre el PRI y el gobierno pronto se acabó. La mayor parte de los casi 6 mil millones de pesos del programa de obras para 1997 serán canalizados principalmente a los distritos electorales de más alto riesgo para el partido oficial. No sólo eso; las obras serán entregadas a la vieja usanza priísta, por sus candidatos a diputados y asambleístas. Destacarán los servicios de agua, drenaje, luz eléctrica, permisos para el comercio ambulante y principalmente las escrituras para la regularización de terrenos ilegales.
Aun así, lo determinante no estará en el volumen de los recursos puestos al servicio de un partido. Lo realmente determinante en la contienda electoral de 1997 dependerá de las estrategias de comunicación de los partidos opositores y, lógicamente, de las políticas que asumirán los propios medios frente a las próximas elecciones.
La lucha electoral será una lucha en los medios de comunicación. Bardas, volantes, posters, voceros, carteles colgantes y mítines serán complementarios.
La lucha electoral en el DF dependerá ahora no sólo de la pertinencia o la viabilidad de las propuestas partidarias, estén bien o mal escritas en sus documentos o en la calle, sino en cómo serán trasmitidas a la población por los medios electrónicos, es decir, la radio y la televisión. Y ello dependerá, a su vez, de la capacidad de apertura que dichos medios tengan no con el PRI --eso es claro-- sino con las fuerzas opositoras.
Las apertura incipientemente democráticas de los medios electrónicos hacia algunas opciones opositoras podrían sufrir regresiones que dependerían de nuevos pactos con el gobierno en el marco de las futuras concesiones. Por eso conviene aprovechar ahora todos los espacios abiertos en los medios con una clara estrategia de comucación.
Los partidos de oposición tendrían que estar preparados para incursionar en éstas nuevas tareas que les ha impuesto la modernidad.