Tres años ya de zapatismo. Pero, ¿en qué ciclos o periodos? Por razones de espacio, aquí sólo nos referiremos telegráficamente a cuatro de las seis fases que se despliegan en 1994, aunque creemos que en ellas se concentra una buena parte de lo sustancial.
Primer periodo: 1 al 12 de enero. Los zapatistas toman la palabra a través del uso de las armas (es la insurrección de la palabra). El mundo se sorprende con la primera rebelión indígena en su género: atravesando el túnel de la noche, clandestinamente, no menos de cinco mil indios armados se posesionan de varias cabeceras municipales, entre ellas la coleta ciudad de San Cristóbal de las Casas. Otros tantos miles de indígenas no armados apoyan directamente las acciones. La primera impresión es que se trata de una típica acción guerrillera de propaganda armada. Pronto cambia el criterio: es una insurrección popular (no una guerrilla) organizada, que se hace del podio para decir su palabra a México y al mundo. Se dan enfrentamientos armados durante doce días. Dos mensajes: ``existimos; somos los indígenas de México; somos de los millones de los desposeídos que sobreviven apenas en el país''; la insurrección es constitucional, es legítima: se sostiene en el artículo 39 de la Constitución, que a la letra dice: ``La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno''.
Segundo periodo: 12 de enero al 20 de febrero. Una multitudinaria manifestación en la ciudad de México exige el alto a la matanza: la simpatía y adhesión generalizada a la insurrección indígena es evidente, por lo que Salinas de Gortari se ve obligado a declarar el cese unilateral del fuego.
Se trata del ciclo de lucha por la legitimitidad del movimiento rebelde. El gobierno pretende deslegitimarlo a toda costa para retomar la iniciativa en el plano de las armas. El 5 de enero el Presidente había hablado a la nación para decir que ``profesionales de la violencia, nacionales y un grupo extranjero, ajenos a los esfuerzos de la sociedad chiapaneca, (habían asestado) un doloroso golpe a una zona de Chiapas y al corazón de todos los mexicanos''. No se trataba -remataba con énfasis Salinas- ``de un alzamiento indígena, sino de la participación de indígenas, varios de ellos en circunstancias de necesidad; otros prácticamente llevados por la leva''. Más adelante, de la pluma de Arturo Warman surge el intento de ``mayor autoridad'' para liquidar al zapatismo en ciernes: el 16 de enero, en un artículo en La Jornada, habla de que ``el rezago y la pobreza fueron utilizados para reclutar avivando rencores, reactivando diferencias y ofreciendo vagas promesas de mejora. No parece el movimiento de los pobres, sino la manipulación de la pobreza, del aislamiento, de la dificultad. No es un movimiento indígena, (sino) un proyecto político-militar implantado entre los indios...''
Tercer periodo: del 20 febrero al 2 de marzo. Es el primer diálogo entre el gobierno y el EZLN, en la catedral de San Cristóbal. Se ponen sobre la mesa las exigencias zapatistas. ¿Quieren el poder?, No: quieren trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. De veras. El EZLN muestra ahora con mucha mayor claridad una de sus líneas constructivas fundamentales: el diálogo principal no se da con los representantes gubernamentales, sino con los amplios sectores de la sociedad civil y políticos que se acercan e interesan.
Cuarto periodo: del 2 de marzo al 10 de junio. Los zapatistas llevan a consulta los magros resultados de las pláticas de la catedral de San Cristóbal. Por firmar la propuesta de acuerdo de paz del gobierno vota el 2.11 por ciento; por no firmarlos vota el 97.88 por ciento del total. El EZLN lanza entonces la Segunda Declaración de la Selva Lacandona, que encabezan con un ``¡No nos rendiremos!''
En la Segunda Declaración de la Selva aparece dibujado con toda claridad quién es el interlocutor fundamental del zapatismo: ``Es en la sociedad civil en quien reside nuestra soberanía, es el pueblo quien puede, en todo tiempo, alterar o modificar nuestra forma de gobierno (...) Mantendremos el respeto al cese el fuego para permitir a la sociedad civil que se organice en las formas que considere pertinentes para lograr el tránsito a la democracia en nuestro país''.
Es también en la Segunda Declaración de la Selva donde encontramos nítidamente definidas algunas de las líneas fundamentales de la concepción del zapatismo. En torno al poder: ``no se trata de quién es el titular, sino de quién lo ejerce. Si lo ejerce la mayoría, los partidos políticos se verán obligados a confrontarse a esa mayoría y no entre sí''. Replantear el problema desde esta perspectiva ``debe llevar a la construcción de una nueva cultura política. Con ella, a no dudarlo, nacerán partidos políticos de nuevo tipo''.
En torno a los objetivos máximos: ``No estamos proponiendo un mundo nuevo: apenas algo muy anterior: la antesala del nuevo México. En este sentido, esta revolución no concluirá en una nueva clase, fracción de clase o grupo en el poder, sino en un espacio libre y democrático de lucha política. Ese espacio libre y democrático nacerá sobre el cadáver maloliente del sistema de partido de Estado y el presidencialismo''.