Moisés y Tacho dieron a conocer el mensaje político en el acto por los 3 años
Hermann Bellinghausen, enviado, La Realidad, Chis., 1o, de enero Ť Corren los primeros segundos de 1997 justamente cuando el mayor Moisés lee: ``Aquí estamos, seguimos aquí. No nos hemos callado. No nos rendiremos'', en ocasión del mensaje del EZLN por el tercer aniversario de su alzamiento. Minutos después, en un comunicado sobre la propuesta de reformas constitucionales en materia indígena presentada por la Cocopa al gobierno federal y al EZLN, el mayor, en uso de la voz, dice: ``el EZLN deja claro que en ningún momento se ha reabierto la negociación sobre los acuerdos de San Andrés''.
También anuncia: ``en los próximos días'' la organización rebelde ``dará a conocer su decisión'' sobre las ``observaciones'' enviadas por el gobierno federal a la Cocopa. La comisión legislativa ``ha dado su palabra de hacer lo mismo'', asevera, y concluye que ``el EZLN no está solo en su lucha ni estará solo en su respuesta'' al documento del presidente Ernesto Zedillo, que ``no fue un sí ni un no, como lo esperaba la Cocopa, el EZLN y la opinión pública''.
La breve ceremonia de año nuevo en este Aguascalientes de la selva Lacandona había iniciado después de una velada musical, teatral y política a cargo de los grupos juveniles de varias comunidades y del propio ejército rebelde.
El mayor Moisés, acompañado por los capitanes Maribel y Federico , y el comandante Tacho, habló para una treintena de insurgentes, más de 200 visitantes mexicanos y extranjeros y un millar de campesinos tojolabales de varios pueblos de la Montaña, incluidos los pobladores de Guadalupe Tepeyac en el exilio.
Desde el mediodía del 31 de diciembre empezaron a llegar los niños, las mujeres y los hombres que habitan al este y al o-este de La Realidad. También llegaron los aviones y helicópteros militares que sobrevolaron repetidamente, a baja altura, esta comunidad. Además, dos días seguidos de patrullaje terrestre por miembros del Ejército Mexicano.
Pero la fiesta es la fiesta. Además, la Tierra se encuentra en su mayor acercamiento al sol: el llamado perihelio, precisamente al iniciar el año, cosa que no siempre sucede.
Historia y fiesta
Pareció que no habría luz más que para el sonido de la marimba, pues la planta eléctrica se hizo del rogar hasta tarde, pero finalmente la convencieron sus operadores. Así fue posible presenciar, con toda amplitud, una nueva representación de la toma de Las Margaritas hace tres años a cargo de los propios insurgentes. ¿Es un ritual?, ¿un juego?, ¿un simple recuerdo? Con uniformes y pasamontañas de verdad, pero armas de palo (las de fierro las dejaron a orillas del Aguascalientes) los y las insurgentes transitan sobre la explanada mientras comienza a caer la niebla. Vuelven a ser los fantasmas de entonces. Las bocinas dejan oír un rumor de motores. Envueltos en largos plásticos negros que mimetizan la noche, pequeños grupos de zapatistas corren de un lado al otro y luego se tiran pecho tierra, apuntando hacia el escenario iluminado, donde la policía y el presidente municipal de Las Margaritas se percatan de que algo ocurre allá afuera. Un tronido.
-- Son triques (cohetes) --dice tranquilo un policía.
-- No. Son disparos --responde el presidente municipal.
Aferrados a sus AK-47 de madera, que recuerdan los rifles de palo en enero del 94 y su dramático mensaje, los atacantes arrojan cohetes tronadores. Sigue el diálogo en el escenario:
-- Son guerrilleros.
-- Vienen fuertemente armados y ya nos partieron la madre.
--Hagan todo tipo de fuego --dice el presidente municipal.
--Chingue su madre --dice un policía--. Y acabó todo el porqué.
--No queda más que rendirnos, pero ya le partimos la madre a tan siquiera uno de ellos.
En efecto, en el campo, cerca del estado, yace un insurgente. Empieza a caer una fina lluvia.
--Ya se corrió el presidente municipal y nos dejó aquí a los policías. Ya tenemos muchas bajas --dice el jefe de la policía, vestido ad hoc de azul, con una raya blanca en los costados del pantalón.
Unos guerrilleros toman prisioneros a los guardianes del ayuntamiento, mientras otros rodean al suyo caído. Se quedan acuchillados, quietos, casi reverentes unos momentos, alzan el cuerpo y lo llevan fuera de cuadro.
Desde el sector guadalupano del público se oye la voz de Matilde: ``Ira, ya lo llevan cargando''. Y Margarita, atenta, agrega: ``Era ese que estaba botado allá''.
Nadie ríe. Los insurgentes corren de un lado al otro, mojándose. En una esquina toman prisionero al general Absalón Castellanos, mientras su mujer suplica que no se lo lleven, que no le vayan a hacer nada.
Envueltos en sus plásticos negros, con el prisionero al centro, los insurgentes desaparecen en grupos hacia el oriente, y termina la dramatización histórica.
Cerca de la medianoche regresan los mismos insurgentes, con sus armas de verdad. Ha dejado de llover. Los encabezan, ágiles, sin ceremonia, el mayor Moisés y el comandante Tacho. El primero toma el micrófono y anuncia: ``En este momento se está transmitiendo en nuestros radios radios rebeldes el mensaje que les voy a leer ahorita''.
Ya corre 1997, ``año 13 de la lucha y cuatro de la guerra contra el olvido y a mentira'' cuando el mando zapatista dice: ``No habrá paz mientras el olvido siga siendo el único futuro''. El mensaje, firmando por el subcomandante Marcos concluye: ``si este cuarto año es de guerra o de paz dependerá de que el supermo poder acepte o no la historia, y de que reconozca o no que los diferentes merecen un lugar para su palabra y para su paso''.
Las siguientes dos horas, los callados de siempre bailarán al son de la marimba fronteriza, que canta las proezas de Sergio el bailador, cumbia norteña con un fuerte sabor a sureste mexicano.
La luna a medias y un fuerte resplandor venusino cuelgan sobre la primera madrugada. Según la edición 1997 del más antiguo Galván, el Sol, aunque no se ve, está muy cerca. A 147, 135, 916 kilómetros, para ser precisos. Otro pretexto para que haya fiesta.