José Blanco
¡Salud!

Por la paz firmada en Guatemala.

No es poco terminar el año con esta nota de alto clarín, cargada de promesas y potencialidades para el pueblo guatemalteco, y de símbolos oxigenantes para el resto del planeta.

Para los indios de Guatemala la vida apenas comienza.

Treinta y seis años de luchas pusieron a la población india de esa nación apenas en el umbral de una puerta que sólo hoy han comenzado a cruzar. Tienen por delante aún un larguísimo y arduo camino que recorrer, densamente poblado de obstáculos para ir acercándose a una justicia social mínima.

Poner en acto los acuerdos firmados no será, de ninguna manera, un proceso automático. Requerirá de un grave y continuado esfuerzo político de las fuerzas democráticas de ese país y, sobre todo, de las organizaciones civiles, políticas y ex guerrilleras de los pueblos indios, por muchos lustros. No puede caber duda a este respecto. Ninguno de los numerosos partidos guatemaltecos existentes representa los intereses de la inmensa mayoría de la población de ese país, esto es, de la población indígena. La sociedad india requerirá también del seguimiento, la solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional interesada en la justica social para el género humano.

La población ladina, siendo minoría absoluta (entre un 20 y un 25 por ciento de la población total), ha cubierto todo el espacio económico y concentrado todos los derechos y privilegios, con exclusión de los más elementales para la población indígena. Revertir este hecho será sumamente difícil. La deshumanización de los valores de la población ladina ha ido ya muy lejos. Los indios, antes dueños y señores de ese territorio, pasaron a convertirse en esclavos eventuales de la sociedad privilegiada y a ser vistos como una calamidad abrumante a la que habría sido conveniente eliminar totalmente. Digo esclavos eventuales porque la agricultura de exportación (con mucho la más importante del país), ocupa a la población indígena por cortos periodos al año. El resto del tiempo el indio se ve compelido a rasurar la selva tropical o el bosque de la montaña, depredando sin remedio la naturaleza, para arrancarle un poco de maíz de temporal y unos cuantos productos más.

Los retos son gigantescos. La carencia de caminos en Guatemala es inmensa. La carencia de corriente eléctrica en una gran parte del territorio es absoluta. La carencia de agua potable en numerosas aldeas indias es agudísima. El nivel medio de vida, en muchas de estas aldeas, no sobrepasa los treinta y cinco años.

Al mismo tiempo, los numerosos grupos indígenas, aunque de origen mayense la mayoría, hablan dialectos y lenguas distintas, de modo que la comunicación entre ellos mismos es un grave problema. La vía de comunicación entre grupos indígenas diversos no puede ser sino el español, pero la mayor parte de los miembros de casi todos los grupos indígenas no lo habla.

Aunque no hay caminos, hay sin embargo una intensa movilidad estacional interna de la población indígena, como producto de la demanda eventual de las plantaciones, a las que los indígenas se trasladan con la familia completa. Existe, de otra parte, una proporción de entre un 18 y 20 por ciento de la población total que ha sido desplazada de sus lugares de origen, como resultado de la guerra civil y de las hazañas de los caibiles. Que la población indígena pueda arraigarse y reordenarse según lenguas y dialectos, es una necesidad apremiante. Sin ello sería imposible organizar y generalizar la educación primaria para los pueblos indios, condición indispensable para la enseñanza del idioma español y de los conocimientos elementales básicos del mundo moderno. Los grupos indígenas en Guatemala requieren de una enorme solidaridad entre ellos, pero ello empieza necesariamente por la comunicación, y esto sólo podrán solucionarlo por el aprendizaje del español.

La vía central del cambio de vida para estas poblaciones, se halla en el cambio generacional. Es la escuela, por tanto, el vehículo principal. Los cambios de vida a los que me refiero, no incluyen consideración alguna acerca de la preservación de sus lenguas, cultura y tradiciones. Este es un asunto de la voluntad y deseo de las comunidades. Es claro, sin embargo, que muchas de tales tradiciones han sido conservadas como una estrategia de supervivencia, lo que al mismo tiempo las hecho acentuadamente refractarias al cambio.

Si algo enseña el proceso de lucha del país vecino, es que los oprimidos no están dispuestos a serlo. Que reclaman justicia social, aun desde la miseria más profunda. Y esto ciertamente revive esperanzas mil en el destino de los humanos. ¡Salud! por los indígenas guatemaltecos. ¡Salud! por el año que comenzó.