La Jornada 3 de enero de 1997

Antes de la jura, una cuba bien cargada ``para aguantar''

Pascual Salanueva Camargo Ť Adentro de la capilla dedicada a Juan Diego, varios hombres, mujeres y jóvenes, con el semblante desencajado, aguardaron por varios minutos a que los llamaran. Sin embargo, no fue sino una media hora después, cuando un niño les dio el ansiado aviso de que podían pasar a la capilla posterior para que hicieran su juramento. Mientras esperaban a que las filas avanzaran, uno de los hombres que están a punto de jurar, se sinceró con su amigo.

--La mera verdad, antes de venir para acá me eché una última cuba bien cargada, para poder aguantar. ¿Y tú, no hiciste lo mismo?


Apoyo para realizar y cumplir el juramento
de no beber alcohol, en una de las capillas
de la Basílica.
Foto: Ernesto Ramírez

--No. Yo ya no puedo más --respondió el aludido, llevándose las manos al vientre y exhalando un suspiro en señal de que ya no quería saber más, nunca, de alcohol.

Y mientras mucha gente se encontraba en la Basílica, para darle las gracias a la Virgen de Guadalupe por un año más que comienza, ellos, los borrachos arrepentidos, se fueron directamente a la capilla que se localiza en el costado oriente, para hacer un juramento solemne de que por lo menos en un lapso prudente no volverán a ingerir una sola copa que contenga alcohol.

Sin embargo, durante la larga espera, antes de ser llamados para su juramento colectivo, de la feria que se encuentra a un costado de la capilla se dejó escuchar una melodía interpretada por José José, que les recordaba que ``he rodado de aquí para allá y di de todo y sin medida'', lo que los mantuvo aún más pensativos.

Otros pocos, para tratar de olvidar los pecados cometidos en los que incurrieron en las pasadas fiestas decembrinas, alzaban la vista para admirar la réplica de la Virgen de Guadalupe.

En el costado norte de la capilla, una pareja que permanecía de pie se puso a platicar en voz baja. Sin embargo, la mujer, que todo el tiempo había permanecido con un pañuelo tapándose el rostro, al soltar la carcajada dejó al descubierto varias escoriaciones.

Pero casi nadie de los que permanecían ahí adentro de la capilla la vieron con morbosidad; si de excesos se trataba, cada quien llevaba los suyos, así que los pocos que voltearon a mirarla desviaron la vista y volvieron a caer en sus propias cavilaciones.

Fue entonces cuando las cerca de 200 personas que ya estaban reunidas en la capilla de Juan Diego fueron informados por el niño que de que se formaran, pues en poco tiempo iban a ser recibidas por el párroco, ante quien tendrían que rendir sus respectivos juramentos.

Así, uno por uno, los alcohólicos arrepentidos fueron llenando la capilla de San Juan María Vianney, que está en la parte posterior de la de Juan Diego. Mientras aparecía el padre que iba a oficiar la ceremonia, los que tenían un bolígrafo se dedicaron a llenar la parte de atrás de la estampa con la imagen de la Virgen de Guadalupe y en donde se les pedía que pusieran su nombre y el lapso en el que habían decidido dejar de tomar.

Casi enseguida apareció el párroco Ricardo Medina Cruz, quien, de entrada, les manifestó a todos los presentes el ``inmenso gusto de verlos porque sé el coraje y las ganas que pusieron para realizar este esfuerzo''.

Sin embargo, les advirtió que el juramento que iban a realizar no era ante la presencia de un padrecito cualquiera, sino, ni más ni menos, que ante la propia Virgen Santa María de Guadalupe, misma que iba a fungir en esa ceremonia como aval de todos ellos y, por lo tanto, no podían romper, así como así, el juramento, pues de hacerlo incurrirían en perjurio ante esa divinidad.

De manera coloquial, como para hacerse entender por todos los presentes, les dijo que si bien era cierto que el padrecito que tenían enfrente no podía pasar por todos los lugares por donde ellos vivían, con el fin de observarlos si cumplían o no con el juramento que iban a hacer, les recordó que la Virgen sí tenía el don de estar presente de manera simultánea en todas partes y, por ende, los estaría vigilando a cada uno de ellos.

Enseguida les explicó el significado del ropaje que tenía la Virgen, así como el hecho de que los mexicanos somos unos privilegiados, por el hecho de que, vía Juan Diego, se había aparecido en el cerro del Tepeyac, para posteriormente reiterarles que era ella ante quien iban a ser el juramento, así que más les valía que pensaran bien el plazo en que se iban a comprometer para no beber, lo cual hizo que algunos de ellos borrarán su larga penitencia, reduciéndola a un lapso menor. También les pidió que ante cualquier peligro que vayan a sufrir sacaran su estampa sin ninguna vergüenza, y si bien todos ellos estaban obligados a realizar los ``posibles'', dejaran los ``imposibles'' a la Madre de Jesús, tras de lo cual, paseándose por el frente de la capilla arrojó agua bendita para bendecir las estampas con los juramentos, dándose así por terminada la ceremonia.

Esta situación contrastó con lo ocurrido en varias cantinas del Centro de la asiduidad, en donde si bien fueron pocos los parroquianos que asistieron, con voz pastosa y manos temblorosas llegaron desde muy temprano pidiendo las bebidas de su preferencia.

Hubo algunos que se tomaron hasta cuatro copas y emprendieron el regreso a sus casas; sin embargo, otros pocos volvieron a agarrar la borrachera, sin tener para cuándo detenerse




En su propia voz

Marco Antonio: No soy lo que se dice un borracho agresivo, pero últimamente, por la borrachera, estoy descuidando a mi familia. Este fin de año fui a Michoacán y ya me venía, pero entonces llegó un familiar y para brindar sacó una botella y por no despreciarlo me puse a tomar con él. Mi mujer, al ver que iba a continuar con la borrachera, sin decirme nada, se llevó a mi hijo, dejándome sin dinero. Para regresarme tuve que pedir prestado y me vine directamente a La Villa a jurar por un año. Ahorita que regrese a la casa lo más seguro es que siga enojada conmigo, pero en cuanto le enseñe el juramento que hice, seguramente me va a perdonar... Jamás le he pegado a mi mujer, pero como juego todos los domingos en un equipo de futbol, yo y mis amigos nos ponemos borrachos y ya no puedo sacar a pasear por las tardes a mi mujer y a mi hijo. Por eso vine aquí a jurar y porque ya no quiero gastarme lo poco que gano en el trago.

Demetrio: No me aguanto ni yo mismo. Hoy, cuando desperté estaba todo tembloroso y lo primero en que pensé fue en tomarme una cerveza, pero al ver la cara que puso mi mujer y mis hijos, me arrepentí de todos esos días en que anduve de borracho. Entre todos me convencieron para que viniera a jurar, pues no les bastó que les pidiera perdón y que les dijera que ya iba a dejar de beber. Fue mi propia mujer y una de mis hijas más grandes las que me trajeron. Y aquí estoy. Espero que por lo menos durante un año voy a dejar de tomar.

Joaquín: Vine aquí a jurar porque me di cuenta que ya era hora de pararle. En estos últimos días ya nada más iba a mi casa a dormir. En las mañanas, con el pretexto de ir a comprar una cerveza para curármela, me salía para ir a ver a mis amigos. Y como también a ellos siempre los encontraba crudos, nos seguíamos de filo. Esta mañana, cuando me desperté, me senté a la mesa para almorzar con mi familia, pero la comida me dio asco y tuve que ir a vomitar al baño. Hasta ahorita no he podido comer. La neta, yo no quería venir aquí, pero mis jefes me trajeron a la fuerza y no sé cuánto tiempo pueda aguantar sin seguir chupando.

Estela: Yo no tomaba más que en las fiestas o cuando me reunía con mis amigas, pero en este diciembre, ante la insistencia de mi marido, desde el 24 hasta este primero de enero. Precisamente estos moretones que tengo en la cara me los hice porque ya no podía sostenerme en pie. Y si en un hombre se ve mal que tome, ahora imagínese en una mujer; por eso mi esposo y yo venimos a jurar y porque no quiero que después mis hijos me reprochen tener una madre borracha. Siento que todavía es tiempo de detenerme y, primero Dios y la Virgen de Guadalupe, lo voy a lograr.

Un mariachi de Garibaldi: Todavía el primero de enero hubo algo de trabajo, pero desde ahorita van a ser días malos para nosotros. Hasta ayer todavía cobrábamos de mil 500 a 2 mil pesos la hora, pero a partir de hoy, como la gente va a dejar de venir, vamos a cobrar solamente 800 pesos. Desde mediados de diciembre a todos nosotros nos fue bien y los que ahorraron qué bueno, porque estos días van a ser muy malos para nosotros. De aquí en adelante los únicos buenos días que vamos a tener son los días de quincena y uno que otro día de suerte