Entre enero y diciembre de 1966 muchas cosas han cambiado en la economía y la política del país.
En el terreno electoral destacan seis hechos. Primero, el avance de la oposición en los comicios de Guerrero, Estado de México y Coahuila. Los triunfos del PAN y el PRD anuncian serias dificultades para que el PRI conserve, por las buenas, la mayoría en la Cámara de Diputados que se elegirá el año que viene.
Segundo, la conclusión de la reforma electoral: cabildeada durante casi dos años entre dos partidos políticos con registro, la reforma culminó con el mayoriteo del partido oficial en el Congreso. La nueva legislación mantiene el monopolio de la participación electoral en los partidos y los premia con un amplio financiamiento. Simultáneamente se limitan las posibilidades para formar nuevas instituciones y para establecer coaliciones electorales.
Tercero, la disminución de los conflictos poselectorales. Aunque en practicamente todos los estados en los que hubo comicios se presentaron anomalías y acusaciones de fraude, la magnitud de éstos fue significativamente menor que en el pasado.
Cuarto, avances en la ciudadanía del Instituto Federal Electoral. La injerencia gubernamental en esta institución disminuyó.
Quinto, creación de asociaciones políticas, en las que una parte de las clases políticas emergentes organizadas en torno de movimientos ciudadanos con programas de lucha contra la corrupción y por la democracia harán su debut en la política institucional.
Finalmente, la sangría (que ha alcanzado niveles de hemorragia) de militantes priístas de alto nivel que se han incorporado como candidatos de la oposición en contiendas electorales o en asociaciones políticas. La mazorca priísta se está desgranando. Y aunque la pugna entre las élites va más allá de las cuestiones electorales, se expresa también, en este nivel. la persistencia del salinismo en la vida política nacional, independientemente del destino del hermano ``incómodo'', y la ofensiva cordobista por ``limpiar'' su imagen, son factores que afectan el entorno político nacional.
Mientras tanto, la economía mexicana sigue inmersa de lleno en la fase ascendente de un ciclo más de los que ha atravesado desde 1982. El repunte económico que se vive no sólo no ha traído bienestar para la población, sino que está sustentado en los mismos elementos que propiciaron las anteriores bonanzas y que precipitaron las crisis. La dependencia de las inversiones especulativas externas, la falta de ahorro interno, la tendencia a sobrevaluar el peso, el castigo al gasto público con fines sociales provocarán, tarde o temprano, que la ``burbuja'' de la recuperación se revierta. Mientras tanto, el país se desenvuelve en la insolvencia y el mapa de la pobreza crece por toda la geografía nacional, ante la ausencia de cualquier política social.
En este contexto destacan la emergencia y consolidación de tres fuerzas político-sociales. Primero, la persistencia de un amplio movimiento de deudores, organizado de manera destacada en El Barzón y presente en prácticamente todo el país. Los programas gubernamentales para reestructurar las carteras vencidas están lejos de haberlo derrotado. Segundo, la aparición del EPR (y presumiblemente de otras agrupaciones guerrilleras) de la militarización de amplias zonas rurales. Y, finalmente, el desarrollo de un significativo movimiento indígena nacional que lucha contra la exclusión y por derechos y que cuestiona y replantea la naturaleza de las instituciones políticas del país. Su importancia es tal que el mismo proceso de pacificación en Chiapas y el destino del EZLN está estrechamente asociado a su futuro. Estas tres fuerzas, cada una de ellas distintas entre sí, muestran que el país no cabe ni se agota en el sistema de partidos artificiosamente existente. Ellos serán factores clave en la definición del nuevo marco político.
El año que termina ha sido particularmente prolífico en sorpresas y convulsiones políticas. El que viene lo será más. El intento gubernamental de contener la desintegración política amarrando a los partidos con una reforma electoral limitada fracasaron. La ``sana'' distancia que el jefe del Ejecutivo ofreció en sus relaciones con el PRI terminó dramáticamente reforzando la relación de hermanos siameses que hay entre ambos. La situación por la que atraviesan los derechos humanos es, como lo muestra el último informe de Amnistía Internacional, la peor en años. La firma de los Acuerdos sobre Derechos y Cultura Indígena pareció ser más el resultado de una maniobra gubernamental que de la voluntad por hacer realidad un nuevo pacto entre Estado y pueblos indios. El corte de caja muestra números rojos en el estado de cuenta de la democracia. El país no puede permitirse más tiempo saldos así.