La Jornada Semanal, 5 de enero de 1997
Las cabras pacen
en lo más alto de la montaña,
allá mismo hay mesetas y potreros
donde descansan y amamantan a sus críos.
Aman a su pastor
pero desertan del rebaño.
Algunas se pierden varios días,
y al cerrarse la niebla
hay que buscarlas con luces de linterna
para que vuelvan al camino.
La persecución las torna aún más rebeldes.
Porque el verdadero camino de las cabras
está arriba, rumbo al risco.
No así el del pastor, cuya vereda
tiene un solo fin: la carretera.
Hasta allí bajan las cabras
para ser ordeñadas en las cunetas.
Yo las miro desde mi cabaña,
y pienso que tienen
un instinto de sobrevivencia
más arraigado que el del hombre.
Caminan por el bordo de la carretera
y nunca se cruzan
si no lo hace primero el pastor.
Aún así, he visto a los cabreros
que han sido atropellados
cuando bajan de la montaña
bebiendo aguardiente,
Las cabras en cambio
se han replegado más a las orillas.
Quizá en eso estriba su locura,
en que buscan el monte
y no extrañan al hombre cuando muere
abajo, en la planicie.
Silvia Tomasa Rivera (El Higo, Veracruz, 1956) es autora de Duelo de espadas y Por el camino del mar, entre otros muchos libros de poesía