Tardó un año en planificarse lo que llevó tres minutos ejecutar
Enrique Gutiérrez, corresponsal /II, Santiago, 5 de enero Ť Los servicios de inteligencia estiman que el rescate, el pasado 30 de diciembre, de Mauricio Hernández Norambuena, Ricardo Palma Salamanca, Pedro Ortiz Montenegro y Pablo Muñoz Hoffman --estos dos últimos con sendos hermanos muertos en enfrentamientos o intentos de fuga en 1992--, fue planificado al menos durante un año.
De acuerdo con la reconstrucción tentativa que hacen los analistas del tema, el primer paso del comandante Emilio fue analizar la situación, pese a todas las restricciones, con la asesoría de Hernández Norambuena, un ``planificador nato'', según su abogado Hugo Pavez.
Se trataba de identificar un método de escape. Se descartó el túnel, el uso de disfraces para mezclarse con las visitas en la cárcel de alta seguridad, que carece de planta baja y comienza en un primer piso de hormigón.
Los disfraces fueron puestos en duda tras la fuga de Maritza Jara, una frentista de 29 años que escapó hace cuatro años de un penal femenino de Santiago con un ardid de ese tipo, tras ser encarcelada por el secuestro de Christian Edwards.
Por eso, como en las películas o como en Brasil, Colombia, Estados Unidos, México, Francia u Holanda, la solución era el helicóptero.
Se piensa que Hernández Norambuena informó que las cinco casetas de vigilancia de la Cárcel de Alta Seguridad (CAS), no contaban con armamento pesado, únicamente con las metralletas Uzi de sus centinelas, excelentes para enfrentar agresiones a corta distancia, pero que dispersan sus balas, quitándoles efectividad, a 150 metros.
De allí que se decidiera blindar el helicóptero con planchas de acero liviano y la canastilla que habría que servir como alfombra mágica con vidrios antibalas, fabricándola con telas adhesivas para evitar que se cayera alguno de los pasajeros que debían viajar en ella.
¿Por qué no subirlos a bordo del helicóptero? Porque es tardado, y la fuga debía ser rápida.
Para subir al helicóptero, éste debía quedar suspendido en el aire, inmóvil, algo imposible en este caso, pues el aparato debía moverse permanentemente para evitar ser un blanco fácil.
La CAS se encuentra al interior de una vieja penitenciaría del siglo pasado, construída al lado de una fábrica de armas del Ejército, en el perímetro centro sur de Santiago. El sector, junto a una carretera de alta velocidad que cruza la ciudad de norte a sur, carece de construcciones en altura, es decir, es ideal para operar un helicóptero.
En todo caso, no se podían quedar mucho rato: el rescate se hizo en tres minutos aproximadamente.
En octubre, el plan entró en tierra derecha, como dicen los expertos en carreras de caballo, a las cuales Emilio simuló ser adicto; incluso un comando aparte se habría encargado de reunir el dinero, aproximadamente un millón de dólares, en una veintena de asaltos bancarios encabezados presuntamente por Víctor Díaz Trujillo, jefe de los fusileros en el atentado contra el dictador Augusto Pinochet en 1986, y quien se fugó de la vieja penitenciaría en 1992, en un episodio donde encontraron la muerte tres de sus camaradas.
Con ese dinero, primero se compraron dos autos que luego se usaron en la fuga y se arrendó un conjunto de casas y cabañas de agrado en el sector de El Manzano, cercano al lago Rapel, unos 100 kilómetros al suroeste de Santiago.
Igualmente se arrendó por primera vez un helicóptero a Helifire, lo que se hizo otras dos veces, para evitar sospechas. Emilio fue quien dio la cara y el hecho de que no se desfigurara el rostro hace pensar que la intención de la fuga sería dejar el país, aunque el gobierno no lo cree así.
Según el abogado Hugo Pavez, la intención sería quedarse en Chile no para reorganizar la guerrilla, sino con objeto de buscar alguna forma de inserción en la vida política.
Pavez es quien opina que Emilio tenía una promesa formal de liberar a sus ex camaradas, de los cuales sólo uno queda en la cárcel: Rafael Escorza, uno de los guardianes de Edwards en los meses que permaneció en cautiverio, cuya esposa, María Cristina San Juan, agoniza en un hospital penitenciario debido a un cáncer. Según Pavez, por eso Escorza no estuvo a la hora de la cita, las tres y media del lunes 30 de diciembre en el patio de la CAS, simulando un juego de fútbol como los otros cuatro hoy prófugos.
Emilio, una vez que se ganó la confianza de Carlos Griffin --el propietario de la firma de arrendamiento de helicópteros y aviones ejecutivos Helifire--, debió fijar la fecha del rescate, un día en que todos se preparaban para el año nuevo; muchos ya se habían entregado a las libaciones previas, y nadie se acordaba prácticamente de la existencia del Frente, sobre todo en los servicios de inteligencia, que gracias a las delaciones de Agdalín Valenzuela y la francesa y ex ayudista Marie Emanuelle Verhoeven, permitieron el encarcelamiento de Hernández Norambuena y Palma Salamanca.
Hernández Norambuena, jefe militar del FPMR-A, fue detenido en el pueblo de Curanilabue, en la cuenca carbonífera de Arauco, donde dos años más tarde Valenzuela fue asesinado a tiros, en un asesinato aún no aclarado.
Tomadas todas las providencias previas, Emilio y su comando llegaron el mediodía del lunes 30 a contratar el helicóptero. Como estaba planeado, se arguyó un viaje a las Termas de Chillán, en la cordillera sur de Santiago. En realidad no hubo tal. Primero se sobrevoló la precordillera en torno a la capital chilena con un pretexto banal y luego, al tomar rumbo al sur, una de las mujeres simuló una emergencia natural: un cólico. Un silencioso joven instalado junto al piloto, el capitán Sagredo, sacó un revólver de entre sus ropas y redujó al policía, que quedó amarrado y esposado en la casa campesina arrendada para el gran escape. Luego, el helicóptero fue dotado de las placas de hierro y se instaló la canastilla.