Esta nota es continuación de la anterior y por lo tanto se integra a mis comentarios a la entrevista ``Los blancos de la plástica mexicana'' (La Jornada Semanal, 22 de diciembre 1996) protagonizada por Felipe Ehrenberg, quien respondió a atinados aunque breves cuestionamientos de Ana Ivonne Díaz.
Dices, Felipe: ``Que quede claro que no estoy peleándome con el Estado, ni estoy en pugna con la IP y ésta tiene su propia dinámica''. Habría que añadir aquí que la IP desde hace algunos años ha establecido un matrimonio con el Estado (no siempre fácil, aunque conveniente y hasta necesario) en el campo de la cultura. De tal modo que el enunciado que he entrecomillado resulta inútil, pues es una manera de decir: ``ya que ahora no hay necesidad de definir si uno está con Dios o con el Diablo (porque no hay Dios ni Diablo) mejor aclarar que no hay bronca en ese sentido''. Encuentro después que la elite adinerada de México es la más ignorante de toda Latinoamérica. Yo creo que esta generalización, aun si se refiere sólo a adquisiciones, es inadmisible. Debería ahorrarme los ejemplos que podría proponer, porque son muchos. Puesto que conozco unas cuantas colecciones de arte que han permitido no sólo el que se reunan acervos, sino también ayudas concretas a representantes del gremio artístico (incluido Felipe Ehrenberg) referidas básicas, pero no únicamente al financiamiento editorial de varios libros, es que me encuentro en la posibilidad de objetar la susodicha generalización, que incluiría, además, la instauración de museos como los que existen en la ciudad de Monterrey, o de donaciones y fundaciones como la que supone el Museo Franz Mayer. En este mismo rubro habría que incluir las acciones de la IP destinadas a conservaciones, que son varias y han dado buenos frutos. Aquí estamos hablando de preservación del patrimonio y de la tradición artística. Quienes procuran estas cosas suelen ser a la vez consumidores del producto artístico de hoy. Hay pocos, pero hay, a diversos niveles y de edades variadas.
Es absolutamente ciertos que se pintan al año miles de cuadros banales, torpes, cuando no deleznables y se realizan esculturas. Lo peor es que con harta frecuencia estas últimas son públicas, son horrorosas y no sirven de señaladores urbanos. Sirven sólo para contaminar. Aquellas esculturas públicas que no tienen ni siquiera dotes grotescas o cómicas (involuntarias) podrían dar lugar a un volumen similar al que coordinó Helen Escobedo hace algunos años con buen sentido del humor.
Pero ¿alguien sería capaz de impedir que fulana o sutano se dedicasen a pintar, a ensamblar, a modelar, a instalar ocho o más horas diarias verdaderas abominaciones? Todo el que se sienta artista está en libertad de hacer lo que quiera. Nadie puede prohibirlo, aunque sí sería importante que existiera una propedéutica a nivel escolar encaminada a desalentar a posibles futuros artistas y al mismo tiempo a fomentar a consciencia la educación estética. Sucede como con los libros. Hay cientos de libros que nadie leerá, o que si alguien los lee, será para sufrir ataques de bilis negra. Algunos son patrocinados por los gobiernos de los Estados, otros por bancos o instancias sumamente diversificadas. Pero eso no quiere decir que haya que impedir que se escriban... Si acaso los responsables en cuestión debieran calibrar debidamente la conveniencia de su publicación. Porque los hay que no sirven absolutamente para nada (salvo que suelen apuntalar curricula en los mejores casos). ¿Eso querría decir que sólo debemos pronunciarnos por CD Rom o por Internet? Claro que no. Me gusta mucho en este aspecto la postura de Gabriel Zaid en Los demasiados libros (Anagrama, 1996).
La pintura (escultura, etcétera) de autor, como también los libros, son productos excesivamente jóvenes, tienen aproximadamente cinco siglos de existencia y constituyen logros indiscutibles del espíritu humano.
Dices que los curadores sí forman parte del gremio artístico, ``porque son personal de apoyo directo a la plástica''. De acuerdo, siempre y cuando no prevalezca el estrellato del curador sobre lo que se propone mostrar y que no se exija una cifra estratosférica para llevar a cabo tal o cual curaduría que con seguridad dará al traste cualquier presupuesto estimado. Te pongo un ejemplo: yo prefiero con mucho ver películas de Buñuel que la exposición algo congelada ofrecida por el curador, quien manifiesta en ella un papel ``estelar'' (además no carente de errores, debidos a sobreinterpretación) del que el propio Buñuel haría escarnio. Pero eso es otro tema. Ojalá la expo llene las expectativas de un público que, aquí sí, debiera ser masivo.
Que conste: agradezco la benigna aunque no demasiado oportuna mención que haces de mi persona en tu entrevista.