Marco Rascón
Para ser indio/I

¿Y los que se fueron y ya no tienen territorio? ¿Y los indios que van a la ciudad? ¿Tienen los pueblos indios derecho a la modernidad o, para ser indio, se tiene que ser forzosamente del pasado? ¿Y los que ya son profesionistas o universitarios? ¿Esos ya no son indios porque dejaron la forma rústica de vivir, las labores de subsistencia y la vida marginal? La visión extendida y consolidada por el criollismo considera indios sólo a los que pertenecen a la comunidad originaria, atándolos al territorio natural. Atar a los indios, para ser indios, a un territorio como condición esencial es el principio de la visión segregadora impuesta por los criollos, la ideología excluyente del mestizaje que niega, la doble vertiente que para su falsa justicia no reconoce desigualdades y para su falsa cultura sólo reconoce una: la criolla, de habla castellana.

Está cambiando en el país la ubicación de los pueblos indios; la migración es masiva e incesante y si somos modernos, avanzados y demócratas, tenemos que pensar que cada uno se mueve con sus propios derechos y no los deja en el lugar de origen; si negamos los derechos de los indios y comunidades que se constituyen fuera de los territorios originales, estaríamos pensando que no sólo estamos hablando de igualdad, sino de reafirmar la idea criolla de que los indios son parias con derechos como ciudadanos, pero sin derechos como naciones culturales.

Sólo en el estado de Chihuahua la segunda etnia más importante no son los tepehuanes, sino los mazahuas que ya constituyen colonias en la capital del estado y Ciudad Juárez. ¿Estos tienen derechos como indios? En Ciudad Nezahualcóyotl, los mixes, zapotecos, triquis y zoques, entre muchas otras nacionalidades indias (*), emigran y consolidan sus costumbres pese a haber perdido el territorio y haber emigrado a la metrópoli más grande y urbana del país; en California, las migraciones indias de México defienden su integridad y todos son castigados, incluso por los etnólogos, por haber salido del territorio y no comportarse con la idea clásica que tenemos de los indios: verlos de lejos, produciendo artesanías; el criollismo como ideología y hegemonía nacional no está dispuesto a reconocer los derechos de las otras 54 naciones que hay en el país y que son base y sustento de la soberanía nacional, pues de ellos depende parte de la raíz cultural y el componente, que al fusionarse y crear el mestizaje, nos hace distintos y específicos como nación. El criollismo no está dispuesto a reconocer los derechos ni de los que se quedaron, ni de los que se fueron y no piensan regresar. Para el criollismo, un indio que maneja una computadora ya no es indio, es un tránsfuga, un moderno, pero ya no es un indio. ¿No es eso segregación cultural?

En pocos años los que se fueron serán mayoría frente a los que se quedaron. Los que se fueron son para el criollismo miserables sin patria en las ciudades y, sin embargo, cuando un extranjero llega a la ciudad de México con lo que se encuentra en sus calles, mercados, plazas, colonias, el comercio, el abasto, la música, son las miles formas de expresión india. La presencia india es una de las características de la capital de México que la hace distinta a otras grandes metrópolis, pues pese a la variedad étnica y lingüística forma un todo coherente. ¿Tienen estos indios derecho a su cultura, aunque ya no tengan y hayan perdido su territorio? ¿Están condenados a desaparecer en la segunda generación cuando nazcan sus hijos? El criollismo no ve indios en las ciudades; a los que ve los considera desertores de sus pueblos y los desprecia, pues los indios deben estar concentrados en sus lugares de origen subsistiendo y haciendo artesanías.

(*) Se utilizan para este caso las amplias definiciones que establece Norberto Bobbio, Nicola Mattecci y Gianfranco Pasquino en el Diccionario de Política. Tomo II. Edit. Siglo XXI. 1991. pp. 1022, 1023, 1024 y 1025, donde excluye como ``única'' la idea de nación como ideología del Estado Burocrático Centralizado.