Jorge Alberto Manrique
Breton guiña a Alan Gas

Hemos terminado 1996, el año del centenario de André Breton, que ha sido, inevitablemente, por él, el año celebratorio del surrealismo.

Aquí retengo un rasgo, esencial sin duda, del surrealismo: la idea de que hay, mucho más allá de la geometría euclidiana, mucho más allá de la lógica aristotélica, mucho más allá de la ciencia racional de Galileo y más allá de las leyes de Newton, más que Leibnitz y que Hegel, una realidad no aprehensible por la lógica que nos atenacea desde la Grecia del siglo V antes de Cristo. Una superrealidad que apenas los niños tienen a su alcance (``me escribe Napoleón, el colegio es muy grande, nos levantamos muy temprano, hablamos sólo inglés. Pero si yo tengo un hijo haré que nunca aprenda nada, como a mí no me dejaron mis padres, ni a mis padres mis abuelos, ni a mis abuelos Dios'' - Novo). La idea del ahora centenario Breton es que la gran armonía del universo se rige por otras leyes, más que leyes discursos, encuentros, y que un pobre humano no puede sino estar alerta a escuchar tales consonancias, a recrearse en la maravilla de lo insólito y lo inesperado: a saber a partir de la infinita incapacidad de saber.

Alan Gas, regresando después de 15 días de su retiro de Villa de Carbón, sale de su casa en la calle Tabasco. Lleva prisa. Tiene que entregar una muestra de caca, cuidadosamente puesta y cerrada en un frasco de paté a la pimienta verde. A una cuadra de su casa encuentra un baratillo. Nunca lo había visto. A la carrera pregunta a uno de los vendedores cuánto hace que están ahí. Este dice: el primer día. El primero y el último. Nunca más ha estado ese baratillo en la calle de Alvaro Obregón.

Alan Gas lleva prisa con su caca. Siendo un chacharero irredento se promete regresar a ver lo que se vende. Pero echa un vistazo. Junto a la fuente, con una escultura de Apolo y un fauno, de Sojo, hay un fierrero. Frente a la Casa del Poeta y a unos pasos del Café de Nadie. Entre todos los fierros una cosa brilla. Con toda su prisa Alan se detiene y compra ese guante en bronce.

Cuando, con el guante de bronce en la mano, Gas regresa a su casa tiene una ocurrencia. Va a la modesta edición del Livre de Poche de Gallimard de Nadja. Abre el libro y cae sobre la ilustración de una fuente. Aquélla que acompaña el texto de Breton en la parte que se refiere al paseo que él da con Nadja en el parque de las Tullerías. Y que es, nada menos, que un texto del Diálogo entre Hylas y Philonous de Berkely, en la traducción francesa de 1750, es decir, lo más apegado a la razón pragmática y lo más alejado de cualquier pensamiento de Breton. La fuente de las Tullerías, la del Diálogo relacionado con Nadja no puede sino remitirle a la fuente con la escultura del mexicano Sojo. Pero también le viene a mientes otra cosa. Tres semanas antes, al salir a Villa del Carbón, Alan compró en la Lagunilla un calendario viejo; el calendario es un cartón repujado con la imagen, también, de una fuente; adherido con grapas está el calendario propiamente dicho, con la leyenda ``Al libro mayor - México'': el año es de 1926, hace 70 años, cuando Breton vivió la aventura de Nadja y escribió el libro.

Gas compró el guante. En el libro de Breton aparece la foto de exacta y precisamente el mismo guante vacío en bronce, relacionado con la especie de horror que sentía Breton ante la insistencia de una señora que pretendía dejar, luego de una visita a la ``Central Surrealista'', como en prenda, uno de sus bellos guantes azul cielo. Gas se comunicó telefónicamente con la hija de Breton. El guante de Nadja sigue estando sobre el escritorio de Breton. Son dos ejemplares del mismo objeto. ¿Qué maravillosa disposición hace que el guante haya atravesado el oceano y esté ahora en posesión de Alan Gas?

En la edición de Livre de Poche de Gallimard se reproducen en la contraportada cartas de Nadja a Breton. Una de ellas dice: ``je ne peux venir/ Nadja/ 15-11-96''. Desde luego se supone que la fecha dice ``26'' pero es imposible no leer ``96''. Nadja había anticipado, con clarividencia absoluta, el centenario del papá del surrealismo. ¿Cuántas otras correspondencias? Los dibujos de Nadja, el cuadro que ahí se reproduce de Chirico, abundan en manos y guantes.

Al cerrarse el centenario de André Breton, éste le hace un guiño a su devoto Alan Gas, en México, al que él llamó el ``país surrealista'', ``...todo lo que, en un universo dado, va contra el orden previsto, erige una nueva escala de cosas'' (Nadja).