1994 fue un año de crisis política, marcado por el alzamiento armado del EZLN en Chiapas, el asesinato de Colosio, el cambio de candidato del PRI, y las elecciones donde se vieron frustradas las esperanzas de cambio democrático; sus repercusiones se expresaron en las calles y plazas capitalinas, periódicamente tomadas por manifestantes de uno u otro signo político, reclamando la paz o apoyando sus opciones partidarias.
1995 fue el año más duro de otra explosión coyuntural de la crisis de larga duración de la economía, iniciada con el error de diciembre de 1994, que puso al descubierto el derrumbe del ``mito genial'' del ingreso al primer mundo sostenido durante seis años por el gobierno de Salinas, anunciada desde años atrás. Los signos de deterioro continuaron haciéndose evidentes en todos los rincones de nuestra ciudad, condensadora de todos los procesos sociales de México.
En 1996, el gobierno anunció una recuperación económica que sólo beneficiaba a los grandes capitales monopólicos nacionales y trasnacionales, que el mexicano común no percibió en su cotidianeidad y sus agobiados bolsillos. Los gobiernos federal y distrital, prisioneros de su ideología neoliberal, aseguraron que su modelo económico era el único posible y profundizaron indiscriminadamente su política privatizadora y antipopular, mientras se multiplicaban las muestras de crisis y fracturas en el partido gobernante.
El desempleo y el empobrecimiento generalizado mostraron multiformemente su rostro en la calle: multiplicación de la actividad ``informal'' y conflictividad por la política gubernamental de bloqueo a su desarrollo; mítines, plantones y manifestaciones diarias exigiendo solución a los problemas locales y nacionales, ante una administración que sólo oye las voces de la gente cuando éstas alcanzan un tono elevado y afectan la ajetreada vida urbana; insoportable incremento de la inseguridad pública con señas evidentes de participación de policías corruptos, que no logran frenar una acción represiva sin apoyo ni relación con los ciudadanos; y mil formas más de expresión de una crisis social que cuestiona la viabilidad, validez y justificación societaria de un modelo económico y político autoritario y excluyente.
1997 se anuncia como un año muy complejo en la capital. No son visibles los signos de superación de las tres crisis combinadas (económica, política y social), a pesar de la publicidad gubernamental y del partido gobernante; el escenario estará, por tanto, decorado con sus efectos más agobiantes. El año electoral volverá a poblar las calles de mensajes partidarios, que esperamos menos contaminantes en lo ecológico, lo visual y lo ideológico que en 1994. El presupuesto se usará a manos llenas para financiar al partido de Estado y obras públicas mal programadas y apresuradas para tratar de convencer a los votantes de las ``bondades'' del régimen político imperante; el regente capitalino lo ha anunciado en varias ocasiones. Transitoriamente, algunos bolsillos, no muchos ni muy populares, recibirán los ``beneficios'' del despilfarro en las campañas electorales oficiales.
El Distrito Federal será escenario de una confrontación electoral de crucial importancia: la primera elección por voto popular de un ``gobernador'' (sin estado que gobernar) o jefe de gobierno. Todo indica que será un reñido proceso: las encuestas, pese a sus incongruencias, manipulaciones y poca representatividad, coinciden en que el PRI puede perderlas y, aun caer al tercer lugar en la votación. Menos claros son los indicios sobre el ganador, pues las opiniones están muy condicionadas por los nombres de los candidatos, debatidos intensamente en los ámbitos partidarios. Luego vendrían las profundas implicaciones de su resultado, sea cual sea el ganador. Todo indica que el DF no será el mismo después de julio.
Deseamos y esperamos que las elecciones en el DF sean limpias, transparentes y se respeten los votos emitidos; que gane el partido político que presente un programa de cambio democrático para la capital y un candidato que pueda cumplirlo; que haya un profundo cambio en la ciudad, para revertir el desastre de 14 años de crisis y políticas neoliberales depredadoras. Que para los citadinos y los lectores, 1997 sea mejor que los tres años anteriores, por que abra perspectivas de un mejor futuro, a largo plazo, para todos y, sobre todo, para los excluidos, oprimidos y explotados.