Más allá de las alianzas que pudieran establecerse entre las fuerzas políticas para las próximas elecciones, lo fundamental en la construcción de una sólida democracia en el Distrito Federal es el logro de consensos entre los principales partidos para fortalecer la gobernabilidad de la ciudad. No será tarea fácil.
La inexperiencia por encontrar caminos consensados impiden el predominio de las actitudes civilizadas para con los otros, la disposición para un diálogo franco; en fin, el respeto y la tolerancia política, todos ellos elementos básicos para avanzar hacia una gobernabilidad democrática.
Durante décadas, la imposición como forma de gobierno generó culturas políticas donde prevalecieron los acuerdos subterráneos, la negociación de los puestos antes que los propósitos, el acuerdo sobre la distribución de cargos antes que los programas. Son culturas políticas arraigadas no sólo en parte de las dirigencias de un partido en particular; son también, desafortunadamente, prácticas comunes en muchas de las organizaciones políticas y sociales.
Aspirar, así, a construir una gobernabilidad en el DF sobre una alianza electoral resultaría limitada por sus cortos alcances. En un mundo de pragmátismos como el que nos agobia, las definiciones políticas se hacen cada vez más indispensables. Un futuro políticamente promisorio en el DF sólo podrá alcanzarse a condición de contar con un elector, con un ciudadano que sepa claramente distinguir la opción política por la cual votará. Las alianzas electorales deberían surgir entonces, y en primer lugar, de un amplio debate entre las fuerzas políticas que permitan conocer las coincidencias en función de las diferencias. ¿Qué proyecto de ciudad ofrecen los partidos y las organizaciones políticas contendientes para el Distrito Federal? Una alianza electoral basada en acuerdos claros para las dirigencias partidistas, pero indefinidas para el electorado, tendría riesgos y sería un retraso para consolidar avances democráticos.
La existencia aquí de un electorado sin reflexión y sin definición político-ideológica se debe, precisamente, a la ausencia de un debate entre las corrientes y opciones políticas contendientes. Están listos los programas electorales para la ciudad que ofrecen los distintos partidos y las organizaciones políticas que seguramente se agruparán a alguno de ellos. Ahora sólo falta una amplia difusión para, una vez aprobados sus candidatos, el electorado tenga la oportunidad de conocer sus propuestas. Organizar los más amplios debates públicos sería la mejor forma de transformar un electorado cautivo en un electorado definido políticamente. Un debate que rebasa la discusión sobre los grandes postulados y objetivos conceptuales sobre la ciudad; un debate donde los partidos y sus candidatos expongan sus propuestas para resolver los grandes problemas de la ciudad: el transporte, la seguridad, el empleo, la vivienda, la salud, el mercado ambulante, los megaproyectos como el tren elevado, la carretera La Venta-Colegio Militar, los programas parciales, las invasiones de reservas ecológicas, la extracción del agua, los hundimientos y muchos más.
``No hay, por tanto, tiempos para las alianzas entre el PAN y el PRD, mucho menos con el PRI. Pero sí hay tiempo para un debate público, amplio, respetuoso y profundo sobre lo que proponen para resolver los problemas del DF. Los partidos de oposición deberían ser los más interesados en ampliar un electorado más informado y más reflexivo. Hay condiciones ahora para eliminar las mayorías mecánicas en las representaciones legislativas, sean del partido que fueren. La democracia necesita para lograr tal propósito de un electorado más consciente políticamente. Las representaciones mayoritarias sólo podrá brindarlas un elector definido por la opción política que más convenga a sus intereses. Más que alianzas efímeras, nos urgen definiciones para encontrar los rumbos extraviados.
Votar con definición, eso le haría mucho bien a la democracia y la gobernabilidad de la ciudad.