Las últimas declaraciones de Ernesto Zedillo han suscitado un gran escándalo porque ponen de relieve la crítica situación que vive el país.
1. La impostura de Zedillo al pretender que México tiene ya un régimen democrático, no es únicamente a) una respuesta a las demandas de los centros de poder financiero internacional de reducirle al régimen mexicano sus rasgos estatistas, corporativos, unipartidistas y antidemocráticos como una condición necesaria para alentar las inversiones, y/o b) una estrategia electoral, decidida por Córdoba y Chuayffet, en vistas al difícil proceso de 1997. La andanada de declaraciones del Ejecutivo refleja también c) la desesperación oficial ante el creciente descontento popular, y eso es lo más preocupante: la psicopatología de los hombres en el poder.
2. Los últimos pronunciamientos de Zedillo, poniéndose una vez más la camiseta priísta, pretendiendo que todo va muy bien y que las críticas a su gobierno provienen de pesimistas que no desean que se supere la crisis (6 de enero), que para los académicos y los corresponsales extranjeros es un ``mito lucrativo''; hablar del autoritarismo del ``sistema'' (7 de enero) y que son las voces ``derrotistas'' y ``minoritarias'' las que se oponen a México, que él encarna (8 de enero), además de ofensivos para los mexicanos reflejan la intransigencia del gobierno.
3. Los gobernantes autoritarios han tendido siempre a estimarse como la voz del país, y ese es el rasgo central que subyace en el discurso zedillista. Como titular de la SEP, en 1992 Zedillo intentó reescribir la historia nacional en los libros de texto de historia y ahora como politólogo pretende caracterizar al régimen. Los programas neoliberales, que él se ve forzado a aplicar, son ``de los mexicanos'' y no se oponen a ellos más que las minorías.
4. La situación política está sin embargo a la vista. México sigue teniendo, a pesar de todos estos discursos de propaganda, un régimen presidencialista y de partido de Estado en el que, por un lado, los ciudadanos no tienen sus derechos tutelados (pues no existe un Poder Judicial independiente), ni tienen derechos políticos plenos (ya que no hay las libertades electorales de los regímenes occidentales ni mucho menos candidaturas ciudadanas). Y en el que, por otra parte, los funcionarios públicos continúan actuando con prácticas patrimonialistas y en plena impunidad, con el derecho (no escrito) de trasgredir continuamente la ley.
5. El régimen de México obviamente no ha dejado de ser antidemocrático. El Ejecutivo sigue situándose por encima de los otros dos poderes y de los gobiernos locales. Las elecciones no son democráticas pues el PRI sigue impune como un organismo de Estado, los medios en vez de informar manipulan, y la oposición sólo puede vencer negociando las condiciones de los comicios y/o logrando una movilización que se imponga al ``sistema''. Al no haber frenos al poder, la corrupción de la administración sigue siendo muy grave y el narcotráfico ha penetrado en todas sus instancias.
6. El drama personal de quien ocupa el Ejecutivo, a quien Carlos Salinas dejó maniatado por completo, es también conocido fuera del país. Comprometida la política económica y social ``de Zedillo'' por las cartas de intención al FMI y el paquete de rescate de la Casa Blanca de 1995, éste no puede tampoco mandar plenamente sobre el gabinete que le impuso su predecesor y, además de estar restringido a aplicar los programas que se le imponen desde el exterior, no parece tener más función que la de cuidar los intereses de Salinas y garantizarle la impunidad.
7. La gravedad de lo que acontece en Mexico se sintetiza en esta situación, pues Carlos Salinas y sus allegados no pueden caracterizarse como un grupo ``político'' o ``económico'' ya que, de acuerdo con múltiples evidencias, a fin de adquirir un poder transexenal y controlar las instancias financieras del país, en el ejercicio del gobierno cometieron todo género de ilícitos, desde el peculado hasta el narcotráfico, pasando probablemente por varios crímenes políticos, y consolidándose como un grupo abiertamente criminal.
8. El régimen mexicano, lejos de lo que pretenden los tecnócratas y sus aliados priístas, se halla en un abierto estado de descomposición, y ese es el principal desafío para los mexicanos en este fin de siglo: transitar de ese escenario de corrupción a un estado de derecho.
9. La ``transición'' no ha sido hasta ahora para Zedillo más que un escenario en el que a) la propaganda oficial pretende que el Legislativo y el Judicial, los gobiernos estatales, los municipios, la PGR, y hasta la CNDH, son ya autónomos y el PRI no es ya un organismo de Estado, con lo que de paso él se desresponsabiliza, y en el que b) los partidos políticos aceptan la competencia con el PRI sin cuestionar los resultados electorales.
10. La democracia es, desde luego, otra cosa. Constituye una forma de organización social en la que no solamente se pueda tener una pluralidad de opciones sino controlar a los gobernantes, y en la que los miembros de cualesquiera de las comunidades del país pueden decidir sobre sus recursos y todos los aspectos de su vida colectiva.